«Se escuchaban como rocas partiéndose bajo la tierra»


El Paraíso (La Palma) no se llamaba así por casualidad. En este refugio natural en la isla de La Palma y cuando el cronómetro de su casa marcaba las 15.12 horas, la tierra se abrió a casi nada 300 metros de la vivienda de Fernando Hernández. «A las 6 de la mañana ya hubo temblores fuertes, sentíamos la tierra crujir debajo de nosotros, y poco interiormente de mí me decía que poco estaba muy mal».

Como ha narrado a ElValledeAridane.com, iniciativa solidaria de Tierra Bonita y I Love the World, «se escuchaban como rocas partiéndose bajo la tierra, pero un representante del Concejo nos aseguró que no había peligro inminente y que por allí no iba a salir el volcán, aunque nos recomendó que tuviéramos algunas cosas preparadas». Poco a posteriori «el sonido de un avión imponente» les sorprendió en plena sobremesa. «Miraba alrededor de todos lados, pero remotamente: a Jedey, a San Nicolás, a la Cumbre; no veía el volcán. Hasta que lo vi: ¡estaba exacto al flanco de nuestra casa!. Las piedras empezaron a caer ya por todas partes, amenazantes».

El día ayer se había celebrado una reunión, a la que los vecinos de El Paraíso no fueron invitados, aunque él entró igualmente y escuchó asegurar que habría tiempo suficiente para resolver. Con el paso de las horas, todo se fue agravando, «la naturaleza nos estaba dando señales» y salieron con lo puesto, sin deyección preventiva para huir del volcán que mostraba su peor cara sobre sus cabezas.

«Nos subimos al coche mi hermana, el perro y yo. Tuvimos que dejar a otros animales a espaldas, poco que me duele aún hoy. Regalo mirar a mi hermana y pensar que tal vez no lograríamos salir de allí vivos. Las piedras que caían tenían el tamaño y la categoría suficientes para matarnos si nos golpeaban. Pero mi hermana, entonces con 81 abriles, me mostró una fortaleza increíble».


Fernando Hernández ya ha recuperado su sonrisa


EL VALLE DE ARIDANE


La casa de Fernando y su hermana, ayer de la erupción


EL VALLE DE ARIDANE

Asegura que tras tres abriles de «tener sufrido mucho» ya se siente «en paz con la naturaleza» y ha recuperado la sonrisa: «hay que seguir delante«. En aquel momento, asegura al diario solidario que creyó que morirían, y por mucho tiempo se sintió incapaz de platicar de estas vivencias tan traumáticas. La tierra se abrió en Persona de Cooperacha, a unos 300 metros de su hogar, pero tal y como cree, si la erupción hubiera ocurrido de mañana, el volcán se podría tener cobrado vidas.

En Tajuya «me paré para echar una última examen a la casa» hogar de sus tatarabuelos, que fue engullida por la residuo días a posteriori. «Las primeras veces no podía mirar al volcán; sentía un desgarro, no podía platicar con nadie, pero ahora soy más objetivo, y hay que sobrellevarlo; no me gusta ir a verlo, pero hoy puedo mirarlo sin dolor, como la huella que quedó de una situación pasada y hay que seguir delante», revela este profesor.

Hoy ya ha superado la tristeza y sonríe a pesar de todo. «El volcán pudo tener aniquilado la vida de muchas personas ese día, pero nos la dejó. Me ha costado arribar aquí, pero sin duda hoy tenemos una segunda oportunidad, porque la vida que no se llevó el volcán es para vivirla».



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