El diputado de Vox que amaba la igualdad


Fernando Llopis

El escritor sueco Stieg Larsson, autor del vademécum ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’, escribía: «La neutralidad no se administra según los intereses de los poderosos, sino según los derechos de las personas». Y, desgraciadamente, el gratitud de esos derechos depende en demasía de en qué banda del tapia te encuentres o de los intereses de los poderosos de cada momento.

Y esos derechos pueden estar siendo pisoteados en un asunto previsiblemente último, como puede ser el de los finalistas de un modesto concurso intelectual organizado por el Cabildo de Valencia. Este concurso ha generado una repercusión de impensables consecuencias, llegando incluso a las televisiones nacionales.

Conocí a Carlos Flores Juberías, catedrático de la Universidad de Valencia, en los debates de una televisión valenciana en los que participábamos. Después fue presentado como el candidato de Vox a la Generalitat Valenciana, y al poco tiempo saltó la informe que tenía un pasado con una condena por maltratos a su mujer durante el proceso de separación de esta.

Flores, al estar en un banda del tapia, recibió todo tipo de ataques por parte de la izquierda, que lo consideraba indigno para ser un representante manifiesto a pesar de ser un hecho ocurrido hacía vigésimo abriles y por el que ya había cumplido la castigo correspondiente.

A pesar de todos los insultos y rasgamiento de aderezos varios, Vox no solo consiguió un buen resultado en las elecciones autonómicas, sino que sumando con el Partido Popular (PP) obtuvieron la mayoría suficiente para formar gobierno.

Pero las puñaladas que recibes de los tuyos son las que más duelen y Flores la recibió en la negociación del gobierno con el PP. El candidato de Vox no podía formar parte del gobierno conjunto con el PP por su pasado y fue invitado a ‘exiliarse’ presentándose a las elecciones nacionales como diputado. Uno podía pensar que, a cambio de prescindir de uno de sus mejores parlamentarios, Vox sacaría réditos en su negociación. Ausencia de eso. Se conformaron con abalorios, collares de cuencas de cristal y consellerias menores vaciadas de presupuesto.

Como un personaje secundario de una novelística, Flores desapareció de la panorama valenciana y pasó a ser un peón más del camarilla parlamentario de Vox en el Congreso de los Diputados. Pero lo que está claro es que Flores no es un político que se resigne al anonimato y en un viraje de guion, apareció de nuevo en panorama.

Carlos Flores se presentó a un concurso organizado por la concejalía de Igualdad del Cabildo de Valencia, y resultó ser predilecto por el miembros como uno de los finalistas del premio. Como era esperable, la izquierda aprovechó el asunto para subrayar lo impresentable que era que un maltratador de derechas obtuviese un gratitud en una publicación sobre igualdad.

La concejala responsable, Rocío Gil, puso cara de susto y pasó la toma de valor a la alcaldesa María José Catalá. Catalá lo tenía factible. Pero no. La alcaldesa, no sé si en una valor táctica para disparar a Vox o por la típica valor woke del PP, decidió suspender la entrega del premio. Había caído en la trampa, rápidamente recibió una bronca, ahora se fuego zasca, en la que le recordaban que ese hombre al que no le quiere dar el premio es el que con su apoyo ayudó a Carlos Mazón a ser presidente de la Generalitat.

Los compañeros de Vox de Carlos Flores siquiera es que lo defendieron mucho y se limitaron a opinar aquello de que «por un perro que maté, mataperros me llamaron». Con estos amigos no hace desatiendo buscarse enemigos.

Yo pienso, recordando lo que decía Larsson, que lo ordinario hubiese sido, más allá de los intereses políticos, respetar los derechos de todos los autores que se presentaron al concurso intelectual, que, con todos mis respetos, no es ni el premio Sajarov ni el Cervantes.

Flores no tiene ninguna deuda con la neutralidad, el miembros era independiente y soberano para tomar una valor, y que por supuesto lo mejor que podía acaecer es que una persona que en su día tuviera problemas con su mujer, en la hogaño escriba relatos con sensibilidad defendiendo la igualdad entre mujeres y hombres.

Incluso se podía afirmar lo maravilloso que hubiese sido que los filoetarras o los golpistas catalanes con los que la izquierda pacta asiduamente, no digo yo que escribiesen relatos de rectificación, sino que al menos mostraran síntomas de este.

Los del PP deberán darse cuanta de que en el relato de la izquierda siempre serán los malos hagan lo que hagan, y querer destruir con Vox antiguamente de alcanzar el poder es posible que les impida alcanzarlo. Pero que más allá del tacticismo de los partidos políticos, el señor Flores ha yeguada un gratitud en buena lid y el Cabildo de Valencia debe cumplir las normas que dicta, independiente de los ladridos de la izquierda.

Por cierto, el temple y entender estar que ha demostrado Flores en las entrevistas a cara de perro que ha recibido a tenor de todo el asunto seguro que hace pensar a más de un dirigente de Vox que hubiese sido más eficaz dejar a Flores al frente de Vox en el gobierno valenciano. Y junto a rememorar igualmente que la teoría de la izquierda de que son los únicos que aman la igualdad es una patraña que solo se creen ellos y algunos indocumentados del PP.


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