«Mi marido dijo que esas maniobras eran una locura»


Dolor, impotencia e indignación; es lo que transmite la carta que la viuda del punta Miguel Garbo Jimenez, fallecido, adjunto al soldado Carlos Bravo el pasado 21 de diciembre durante unas maniobras en Cerro Muriano, ha enviado a varios medios, entre ellos torrevieja news today. La mujer está «convencida» de que ambas muertes «se podrían acontecer evitado sin ninguna duda», y considera que «se debería acontecer paralizado el deporte si no contaban con los medios necesarios para que no ocurriera ninguna desgracia». «Maldita la hora en la que se ordenó el cruce del lagunajo».

En la misiva, la mujer revela que su consorte ya le advirtió días antaño que el deporte del lagunajo «era una manía». «Estaban muy agobiados porque semanas antaño habían estado de maniobras en Zaragoza y no tenían mucho tiempo para tanto que se les exigía antaño de las recreo de Navidad», pero recuerda, con tristeza, que su marido «siempre decía con resignación que las órdenes había que cumplirlas».

En el escrito, la compañera del finado cuenta que conoció lo sucedido a través de los medios de comunicación: «La peor mensaje de mi vida la conocí por la radiodifusión. Estaba trabajando y, al escucharla, me quedé paralizada. Nunca imaginé que se tratara de mi marido. Empecé a agenciárselas información, llamando a amigos y compañeros, hasta que a los pocos minutos me llamaron de la pulvínulo de Cerro Muriano para decirme que lo estaban buscando por el campo de maniobras. En ningún momento me dijeron que (el montaña) había sido en el lagunajo».

La mortal mensaje la dejó paralizada por completo: «En ese momento entré en shock. Todo lo que me estaban contando no era verdad, o por lo menos es lo que yo quería pensar, pero el destino truncó mi vida».

Por ello, pide que caiga «todo el peso de la ley caiga sobre los responsables de su crimen» y considera que «deberían estar imputados [junto a los seis mandos acusados] desde el Genérico de Cuadrilla hasta la ministra de Defensa (Margarita Robles), ya que eran los máximos responsables de la Cojín de Cerro Muriano y del Ejército. Eran los responsables de poner todos los medios necesarios para que la tropa hiciera su trabajo con normalidad, dignidad y bienestar, para que, tras su encomienda, todos pudieran retornar a casa a abrazar a sus mujeres y maridos, a sus hijos».

«Siento que mi vida ha terminado»

«Es inimaginable que mi marido se fuera a hacer su trabajo y no volviera por acontecer muerto en esas circunstancias. Hay que cambiar el sistema para evitar que poco así vuelva a suceder. Nuestros militares defienden a España, pero ¿quién los defiende a ellos?».

La viuda confiesa que «siento un amargo dolor, en absoluto antaño vivido, mi vida no tiene ilusión, siento que ha terminado. Y es una situación con la que tendré que existir hasta el final día de mi vida. Solo sigo delante porque tengo confianza en la probidad y en que los responsables de la crimen de mi marido y de su compañero cumplirán en pulvínulo a la ley por lo ocurrido».

Consiera que «queda mucho por hacer por los derechos de los militares. No son lo suficientemente reconocidos por su agricultura, tienen sueldos míseros, unas condiciones que rozan la mendicidad y sobre todo unas condiciones laborales que están a mucha distancia del resto de profesiones».

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *