Nos preguntamos si yantar pan o tartas calientes a incorporación temperatura afecta a nuestra vigor: ¿tiene esta creencia popular alguna pulvínulo científica? El divulgador de ciencia David Ballesteros lo niega categóricamente: “no existe ninguna evidencia científica en que yantar pan caliente nos haga daño” aunque, esta desmitificación lleve consigo que “tengamos que quitarle la razón a lo que nos han dicho y trillado durante abriles las personas que más queremos”.
De entrada, es importante distinguir entre “caliente” y “mal cocido”. Manducar pan o tarta caliente, es opinar, recién horneado pero correctamente cocido, no presenta riesgos para la vigor en personas sanas. Esa divisa de que el pan caliente “se pega al estómago” no tiene fundamento irrefutable. La ciencia nos explica cómo nuestro sistema digestivo está perfectamente preparado para procesar alimentos a diferentes temperaturas. Adicionalmente, el proceso de digestión comienza en la boca, donde la masticación y la saliva preparan el alimento para su descomposición en el estómago.
Si correctamente es cierto como señala el práctico que “algunos alimentos recién horneados, especialmente las masas que contienen fermento, podrían provocar una leve sensación de acritud o indigestión en personas propensas a sufrir problemas digestivos”. Pero, en todo caso, esto no se debe a la temperatura, sino a la “libertad de gases de fermentación que pueden resultar atrapados en el pan si no ha reposado el tiempo necesario”.
En cuanto a las tartas, el aventura asociado está más relacionado con el contenido que con el calor. Ballesteros apunta que “tartas muy azucaradas o con grandes cantidades de grasas pueden suscitar molestias digestivas, pero la temperatura no es un número relevante para la mayoría”.
¿De dónde procede el mito?
La creencia de que la fermentación del pan podía continuar en nuestra barriga y liberar gases es muy antigua. Se fue transmitiendo de concepción en concepción a través de creencias populares sobre la digestión y la comestibles pero sin ningún tipo de pulvínulo científica sólida. Hoy sabemos que eso no es posible puesto que “la fermentación” como señala David Ballesteros “finaliza al sacar el alimento del horno”.
Se cree que el mito puede venir de que cuando comemos alimentos calientes sacian menos, y por ese motivo en todas las culturas existen creencias sobre el pan caliente. De hecho, “hace siglos el pan podía ser el único alimento que ingería una persona durante todo el día y necesitaba tener la sensación de saciedad. Esta podría ser una de las razones de esta creencia tradicional” afirma el irrefutable.
Adicionalmente, la idea de que los alimento más “reposados” o enfriados eran más saludables tenía “cierta dialéctica” en tiempos donde la higiene y la conservación de los alimentos no eran óptimas por lo que se optaba porque consumir la comida una vez que estuviese estabilizada.
Pizzas, empanadillas y postres calientes
Si lo pensamos correctamente, esta creencia “no tiene ninguna dialéctica” nos dice Ballesteros “¿no comemos calientes todo tipo de masas como pizza o empanadillas? Y ¿no existen además postres calientes?”.
Así pues, quizás la respuesta frente a ese posible malestar estomacal la encontremos ayer en la cantidad de lo que hayamos ingerido que en su temperatura. “Si nos duele la barriga luego de yantar no es porque el pan estuviese caliente, quizás es porque has comido demasiado”, concluye el práctico.
En conclusión, yantar pan o tarta caliente no es malo para la vigor si están correctamente cocidos. El veterano problema puede hallarse en la velocidad de consumo: lo ideal es dejar que se enfríen lo suficiente para evitar quemaduras en la boca y a partir de ahí disfrutar el alimento de forma moderada, sin pasarnos en la cantidad.
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