Algunos se pueden ingerir pasada la fecha de caducidad


Investigadores de la Universidad de Alicante han desarrollado una tecnología que puede ayudar al consumidor a disminuir el desperdicio nutricio. A través de una pequeña epíteto que se coloca adentro del envase se puede memorizar si el producto es apto o no para consumir. Para ello han utilizado colorantes naturales a cojín de naranja y remolacha. Dependiendo del color que tenga ese indicador sabremos si el producto está en buen estado.

“Lo que hemos hecho ha sido emplear estos estos bazofia de la cáscara de la naranja y la remolacha para obtener colorantes naturales que pueden proceder como sensores para cambio de PH en los alimentos y así damos una indicación de si se pueden consumir o no”, explica Mari Carmen Garrigós, profesora de la Universidad de Alicante en el ámbito de Química Analítica.

Un semáforo al revés

Las etiquetas funcionan como un semáforo, pero al revés. Si la epíteto tiene color rojo significa que se puede consumir el producto. Conforme pasa el tiempo y ese alimento empieza a deteriorarse el color va cambiando hasta obtener una tonalidad verdosa, que indica que ya está en mal estado. “Cuando estos alimentos empiezan a deteriorarse se producen unas sustancias volátiles que hacen que cambien a PH elemental y a partir de ahí nuestro sensor cambiaría a color amarillo o verde que nos indicaría que ya no se puede consumir”.

Este método es mucho más efectivo que la plazo de caducidad porque el consumidor puede memorizar al instante si positivamente el producto se puede ingerir. “La plazo caducidad viene registrada en función de la plazo de envasado y suponiendo que el transporte hasta el supermercado se mantiene y se respeta la esclavitud de frío. Si eso no ocurriera por algún sentencia en alguna camioneta o correctamente en casa, porque dejamos la operación y nos olvidamos de meterla en la congelador, la esclavitud de frío ahí ya se ha modificado”. Gracias a este biosensor se reduce el desperdicio porque hay productos que se pueden consumir más allá de la plazo de caducidad. “Algunos alimentos se pueden ingerir pasados uno o dos días de esa plazo. De esta forma contribuimos a minimizar el desperdicio nutricio”.

Asimismo se pueden resumir los ingresos hospitalarios por intoxicaciones. Un producto puede estar en mal estado a pesar de que no haya caducado. Este biosensor detecta cuando un producto se empieza a descomponer y nos lo indica con el color de la epíteto. Este sistema no viene a sustituir a la plazo de caducidad, sino que lo complementa.

Es complementario a la plazo de caducidad

“Nosotros no estamos proponiendo quitar la plazo de caducidad, es complementario, pero sí que es cierto que la plazo de caducidad a veces se pone con un requerimiento tan cumplidor que algunos alimentos que sí que están en condiciones han pasado la plazo. Con nuestro sensor sí que tenemos la completa seguridad de que no va a tener ningún problema a la hora de consumirlo, aunque esté un poquito sobrepasado de la plazo de caducidad”, explica Alfonso Jiménez, profesor titular del área de Química Analítica de la Universidad de Alicante.

Esta investigación comenzó hace tres abriles con financiación pública procedente del Servicio de Ciencia, Innovación y Universidades. Si alguna empresa se interesa en esta tecnología se podría comercializar en pocos abriles y los consumidores tendrían a su disposición una útil que les ayudaría a resumir el desperdicio nutricio.

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Interior de un restaurante

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