Hemos elegido Stravinsky y Shostakóvich para nuestro primer concierto


Entramos en la sala de Teatro de Madrid y cerca de vigésimo violines y violas, son afinados próximo a violas, oboes y clarinetes. El sonido es estrepitoso pero incluso nos fogata la atención que los músicos puedan adivinar el ajuste exacto de sus instrumentos. Sin duda su audición y su destreza es cosa de privilegiados. Nos recibe su director, Daniele Gatti, con la sonrisa amplia y una simpatía italiana que falta se asemeja a los divos de la música clásica. “Me encanta España. He entregado aquí muchos conciertos de adolescente. Se come fenomenal y la parentela es extraordinario”, nos dice mientras nos estrecha la mano esforzado y con afabilidad. La mano que lleva la varilla de la orquestina mejor del mundo.

“No sé si es la mejor del mundo”, nos comenta Gatti, “pero su embajador es increíble y se trabaja mucho para que todo sea consumado”. Eso sí, sólo los expertos la comparan con la de Nueva York. Gatti nos rehúye la pregunta de si tocarán la Marcha Radetsky, la famosa danza que pone en pie a medio mundo el día del nuevo año. “Hemos seleccionado Stravinsky y Shostakóvich para nuestro primer concierto de la temporada fuera de Austria, es así”, sentencia sin dejar de sonreír.

La Filarmónica propone un software protagonizado por dos compositores rusos claves en la música del siglo XX: Stravinski y Shostakóvich. El ballet Apollon Musagète (‘Apolo, líder de las musas’, inspirado en la mitología griega y la relevancia de ésta en las artes) es un concierto de cuerda suave y melódico, la contraposición a la segunda parte del concierto.

La Sinfonía núm. 10 en mi último de Shostakóvich, su primera obra sinfónica tras un amplio periodo sin cultivar el carácter fue estrenada en 1953 en Leningrado, nueve meses posteriormente de la asesinato de Stalin, es interpretada como un reflexiva de los abriles del dirigente en la Unión Soviética, un régimen bajo el que el propio Shostakóvich sufrió presiones y censura y que el compositor condensa en cincuenta minutos llenos de efusión, intensidad y una amplia viso de atmósferas que hacen de esta una de sus obras más reconocidas por su contexto y relevancia social.

Llorenc Generoso, es el culpable del concierto que rememorará el 55 aniversario de Ibermúsica, la promotora que ha conseguido la venida a España de los “austriacos”. Llorenc, se muestra orgulloso -no es para menos-, pero incluso subraya la querencia de la orquestina por nuestro país: “Para ellos es casi un premio, por muchas cosas. Aquí hay un amplio conocido que entiende de música clásica, es por otra parte muy confortable y para los músicos es uno de los países con mejor cocina y clima y eso lo agradecen posteriormente de las duras jornadas que viven en sus giras”

La excelencia

De pronto para el estruendo, los agudos y graves de los más de vigésimo instrumentos, el avezado Gatti sube al ambiente y hace sonar una danza húngara que presentimos, por su alegría, pueda ser uno de esos “bises que hace moverse al conocido”. Ayer de iniciarse el concierto nos recibe Daniel Froschauer, primer violín de la Filarmónica de Viena y miembro de la articulación directiva de la Filarmónica de Viena: “Esto no es un trabajo”, nos comenta, es un sueño, una labor. Es averiguar la excelencia en la música. Daniel está orgulloso de ser miembros de esta mítica agrupación que no atiende ni a empresas privadas ni entes públicos. La Wiener Philharmoniker, se autogestiona. La Orquestina es artísticamente, financieramente y organizativamente autónoma, y las decisiones relativas a estos aspectos se toman de forma democrática en las asambleas en las que participan todos sus miembros. El funcionamiento del día a día es responsabilidad de un comité burócrata seleccionado por y entre los miembros de la orquestina.

Su historia le avala como un símbolo de Austria de la música clásica. Nacida en 1848. El compositor Gustav Mahler tomó el puesto de 1898 a 1901, y bajo su dirección la orquestina hizo giras, por primera vez, fuera de Austria. Tras la Segunda Desavenencia Mundial, la orquestina continuó trabajando con los principales directores de orquestina de todo el mundo, que eran invitados a participar en los Conciertos Filarmónicos. Entre ellos han estado buen número de los directores y compositores más conocidos mundialmente, como Karl Böhm, Herbert von Karajan, Carlo Maria Giulini, Leonard Bernstein, Riccardo Muti, Claudio Abbado o Valery Gergiev.

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