Así preparé mi primer maratón


Este verano mis zapatillas pisaron la tierra roja de Iten (Kenia), un circunstancia conocido mundialmente por ser la cuna de los fondistas más laureados. Llegué a Nairobi, la caudal, con un corro de españoles, emocionados y ansiosos por lo que nos esperaba. El alucinación con destino a Iten, al oeste del país, fue dilatado, pero cada kilómetro represión aumentaba nuestra expectativa. Iten no es sólo un circunstancia de entrenamiento; es un santuario del atletismo en el que la nivel y la genética se combinan para crear campeones.

En las cielo de Iten

Despertar cada mañana en Iten era como estar en un sueño. A más de 2.400 metros sobre el nivel del mar, la nivel nos desafiaba desde el primer paso, pero nos adaptamos rápidamente gracias a su medio única. Cada marcha comenzaba con un trote temprano, donde el éter fresco y noble llenaba nuestros pulmones y las vistas de las colinas verdes nos inspiraban a seguir delante.

Entrenar en el estadio de Eliud Kipchoge, doble campeón orgulloso, una inscripción del deporte, fue un privilegio que nunca olvidaré. Hacer series en la misma pista que ha pasado entrenar al hombre que rompió la barrera de las dos horas en maratón, aunque no su marca no fue homologada, es un retentiva que llevo xilografía en el corazón. El estadio, modesto, irradiaba una energía singular. Sentíamos que estábamos absorbiendo parte de la majestad que ese circunstancia representa. Y, dicho sea de paso, me salió el mejor entrenamiento de series que he hecho nunca. La vida.

Estudios y humildad

La verdadera materia de Iten, sin incautación, no estaba en sus pistas ni en su nivel. Lo que positivamente nos llevamos de allí fue la humildad y la sencillez de su muchedumbre. Los campeones keniatas, a pesar de sus logros, viven con una modestia impresionante. Su éxito se debe no sólo a su genética, sino además a una ética de trabajo impecable y a una comportamiento humilde. En Iten aprendimos que el atletismo, a salvo de talento, es corazón y dedicación.

Conocimos a jóvenes corredores que sueñan con demorar a lo más parada, pero que viven sus vidas con una serenidad y humildad desbordantes. Nos impresionó cómo no pierden el contacto con su comunidad y mantienen un trato impecable con los visitantes. Nos sentimos acogidos, como si fuéramos parte de su grupo, y esa hospitalidad dejó una huella profunda en nosotros.

Un vínculo singular

Encima de la conexión con los keniatas, la experiencia en Iten nos unió como corro. Creamos un vínculo singular, compartiendo no sólo entrenamientos, sino además risas, historias y sueños. La pasión por el atletismo nos unía, y esa camaradería hizo que cada día en Iten fuera aún más significativo. Juntos no sólo corrimos y entrenamos, sino que además exploramos la civilización nave, probamos su comida típica, como el ugali (un plato esmerado con harina de maíz y agua), y nos maravillamos con la belleza de su paisaje. Eso sí, con el ugali no nos pusimos de acuerdo. Amado por unos y odiado por otros. Gracias Daniel, Esther, Giuseppe, Héctor, Hetty, Josep, Luisma, Marc, Óscar, Pablo y Sergio.

La gran cita: Berlín

Con todo ese formación me dirigí a Berlín para enfrentarme a mi primer maratón el domingo 29 de septiembre. El maratón de Berlín es uno de los más prestigiosos del mundo, conocido por su represión, muy rápido, y por ser el seleccionado casi siempre por los atletas de élite para amonedar récords. Para mí, sin incautación, el desafío era personal. Desde que supe en diciembre de 2023 que había conseguido dorsal, mi objetivo era comportarse la experiencia y terminar la carrera.

Mi padre, que ha corrido cinco maratones, fue mi compañero de alucinación, celebrando además su cumpleaños ese fin de semana. Juntos compartimos la emoción y los desasosiego previos a la carrera.

Preparación y objetivos

Durante meses, me preparé con dedicación y esfuerzo. Inicialmente, sólo quería terminar la carrera pero, a medida que avanzaban los entrenamientos, me sentía más cachas y confiado. Y mi espíritu competitivo iba a más. Es poco que no puedo frenar: quiero competir siempre al mayor.

Establecí un objetivo angurriento: descender de las tres horas, corriendo a un ritmo de 4:15 por kilómetro. Para ser el primer maratón, no estaría mal. Sabía que no sería obvio pero, con la humildad y el respeto que aprendí en Iten, me planté en la recta de salida cercano a 58.000 corredores más.

El maratón

La carrera comenzó y me sentí perfectamente desde el primer momento. Los primeros 25 kilómetros los corrí a un ritmo promedio de 3:57 por kilómetro, sintiéndome cachas y controlado. Sin incautación, a medida que la distancia aumentaba, la molestia comenzó a hacerse notar. Recordé entonces las lecciones de Kenia: la importancia de proseguir la humildad y el respeto por los 42 kilómetros y 195 metros. Decidí priorizar disfrutar el momento, comportarse cada paso y absorber la energía de Berlín. Aunque siquiera frené en exceso. De hecho, sólo bajé el ritmo cinco segundos por kilómetro.


Iván corriendo en Berlín con la camiseta del Actual Madrid


foto cedida

Una meta particular

Suceder bajo la mítica Puerta de Brandeburgo fue un momento indescriptible. Durante primaveras, con la presencia del pared de Berlín, el mítico monumento berlinés estuvo encerrado entre el pared interior y exógeno, quedando su entrevista reservada a algunos invitados especiales de la RDA y a los guardias fronterizos.

La emoción y la satisfacción de suceder llegado tan allá me invadieron. Al cruzar la meta y acontecer por debajo de los arcos de la mítica puerta, las lágrimas y la sonrisa se mezclaron en mi rostro. Recordé el sueño distante de pasar un maratón, que se había convertido en ingenuidad gracias al esfuerzo y la dedicación de meses de preparación. Y con la medalla en el cuello, dediqué mi logro a mi abuela Angelita, sabiendo que ella estaría orgullosa.

¿Y el tiempo? Aunque en ese momento no importaba tanto, al final a una persona tan competitiva como yo sí que le importaba: 2 horas, 51 minutos y un segundo, a 4:03 minutos por kilómetro.

Y lo mejor de todo es que este camino no termina aquí. Ya estamos planeando las próximas aventuras: pasar la Behobia-San Sebastián, la San Silvestre Vallecana profesional, la media maratón de Sevilla y, por supuesto, Roma, donde buscaré otra vencimiento personal y, sobre todo, donde me encontraré de nuevo con el corro de españoles que viajamos a Kenia. Porque el efectivo éxito no está en el tiempo que hacemos, sino en todo lo que aprendemos y vivimos en el proceso.

* Iván del Dedo tiene 27 primaveras y reside en Madrid. Nació en Ávila y se considera toledano de acogida. Trabaja como periodista en C de Comunicación, un medio especializado en el ámbito profesional, donde su cometido es cubrir temas relacionados con suministros industriales. Encima, intenta divulgar su pasión por el atletismo, combinando vídeos de carreras, entrenamientos y humor en la cuenta de Instagram @vanchirunner.

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