La presión en el Estrecho empuja las narcolanchas a la costa catalana



El 5 de febrero los Mossos interceptaron un cargamento de droga en el puerto de Mataró. Dos lanchas narcotraficantes entraron al muelle cargadas hasta arriba. En total llegaron tres pero sólo dos se acercaron para evitar riesgos. Antes de entrar al puerto, una de las embarcaciones cargó la droga en otra embarcación y dio media vuelta. Por falta de combustible apareció días después abandonado en una playa de Sant Andreu de Llavaneras. El otro que llegó al muelle poniendo al límite su capacidad de flotación. Un grupo de treinta personas esperaba en el suelo dispuestos a descargar. Un guardia de seguridad del puerto avisó a los Mossos al percatarse del desalojo.

El caso Pekín, – así se denominó la operación por la proximidad del puerto a la playa de Pekín en Mataró, se saldó con la intervención de 154 fardos de hachís de 5 toneladas y media y la detención de 26 personas en dos operaciones ,- el último realizado en septiembre. El valor de la droga en el mercado negro asciende a 11,5 millones de euros. La organización había sobornado con 15.000 euros a uno de los guardias del puerto que permitió la entrada a los porteadores.

La policía registra trece altas de droga en la costa catalana mientras que el año anterior fueron 6

En el último año, los Mossos han detectado trece desembarcos de este estilo en el litoral catalán, el doble que el año anterior cuando se registraron seis. Cataluña había observado a principios de los años 2000 cómo la costa era un lugar elegido para descargar hachís. Esa práctica, sin embargo, decayó en 2010 y las organizaciones dedicadas al narcotráfico optaron por transportar mercancías por carretera. Sin embargo, a partir de 2018 todo cambió. La presión policial en el Estrecho y en el Campo de Gibraltar empujó a los narcotraficantes a buscar nuevos enclaves.

Cataluña no es la Galicia de los años 80 que describe ‘Fariña’, pero la costa catalana se ha convertido ya en una puerta de entrada al hachís y en un paso estratégico muy importante para distribuir la droga en el resto de Europa. En lo que va de año, la policía catalana ha desmantelado 15 organizaciones criminales, frente a las 10 del año anterior y las 5 de 2021. Además, se han abierto 38 nuevas investigaciones por tráfico de hachís, se han detenido 912 personas y se han intervenido 11,6 toneladas. En total, desde 2018, los Mossos han incautado 40 toneladas de hachís. La tendencia va en aumento y la policía catalana ha desarrollado un plan para atajar el fenómeno con el objetivo de desmantelar estas organizaciones con ramificación internacional a través de la coordinación de Europol y Eurojust o alejarlas de la costa catalana mediante patrullas preventivas por parte de la recién creada unidad. Policía Marítima y la implantación de un escáner en los puntos de control, similar al de los puertos, para detectar la carga de camiones que circulan por las carreteras.

Los Mossos ven más preocupante la violencia asociada a la marihuana que al hachís

A diferencia de la marihuana, en la que Cataluña es tierra de producción de droga y esto conlleva situaciones de violencia y agresiones con droga entre bandas rivales, en el caso del hachís la violencia asociada es menor, aunque también ha experimentado un aumento. El año pasado hubo siete incidentes mientras que este año fueron trece. Las armas de fuego se utilizaron a la mitad. “A diferencia de la marihuana, no hemos detectado fenómenos asociados como corrupción o infiltración en empresas legales”, remarcó ayer Antoni Salleras, inspector jefe del Área Central de Crimen Organizado de la División de Investigación Criminal de los Mossos.

Hasta ahora, lo más habitual era hacerlo por carretera, y concretamente por la AP7, en coches de alta gama o escondidos en la carga del camión. Ahora, los Mossos han encontrado talleres donde transforman embarcaciones en embarcaciones de droga, como en Castelló d’Empúries donde se descubrió una nave industrial destinada a esta actividad.

Las narcolanchas viajan directamente desde Marruecos hasta la costa catalana, sin detenerse a repostar. Utilizan rutas alternativas, viajan a baja velocidad para evitar que la estela que dejan en el mar los delate a los helicópteros policiales que patrullan en el aire y en algunas ocasiones los pilotos pueden esperar varios días en el mar hasta que se den las condiciones. favorable para el desembarco. Las organizaciones criminales, además de mejorar el rendimiento de las pateras, también han mejorado la calidad del embalaje e incluso serigrafiado un logo como si de una marca se tratase para garantizar la calidad del producto.

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