Una ración de macarrones, dos guardias civiles astutos y un acusado declarado en rebeldía


Comían macarrones internamente de su coche, un Peugeot 306, cuando dos guardias civiles que patrullaban se fijaron en una luz en medio de la perplejidad. Era la de un exterior que llevaba en la vanguardia uno de los dos ocupantes, que estaban estacionados en el aparcamiento de un hotel cerrado adyacente a la CM-401 en el término municipal de Gálvez.

Los agentes sospecharon que podrían ser ladrones, ya que el establecimiento había sufrido algún asalto, y decidieron acercarse. Era la amanecida del 25 de mayo de 2020, en pleno estado de aviso por el coronavirus en una España confinada.

Casi cuatro abriles y cuatro meses a posteriori, el razón por esta intervención se celebró este miércoles en la Audiencia Provincial de Toledo. Solamente se personó uno de los acusados, Albert, porque el otro, Francisco Javier, está evidente en rebeldía. «Bajé desde Girona a Sevilla a por mi amigo», declaró Albert, quien añadió que no sabía que en el coche había sustancias estupefacientes.

Los guardias contaron a posteriori lo que decomisaron en un coche con el equipaje desperdigado por internamente: pequeñas cantidades de cannabis sativa, anfetaminas, MDMA con una riqueza media de 22,29 anfetaminas y LSD, por otra parte de 643,7 gramos de opio. Todo valorado en casi 40.000 euros, según la tabla de precios y purezas de las drogas en el mercado ilícito elaborada y publicada por la Oficina Central Doméstico de Estupefacientes (OCNE).

Incluso una romana de precisión en una mochila, donde estaba la mayoría de la droga, y dos perros, uno de ellos un american stafford, considerado potencialmente peligroso en España.

Albert y Francisco Javier, los ocupantes del turismo, se pusieron muy nerviosos al ser sorprendidos. Porque los agentes además encontraron en el coche 990 euros (17 billetes de 20 y 13 de 50), que estaban escondidos en la caja de fusibles debajo del volante. «Vi un tornillo que no lo trae de industria», declaró el astuto policía que realizó el registro. Por otra parte, Albert ya había sido identificado unos días ayer en la zona por la Patrulla Civil y tenía una sentencia firma de 19 de noviembre de 2019 por tráfico de drogas.

En la horizonte verbal, Albert dijo que el peculio, «procedente de una retribución que acababa de cobrar», lo había sacado de un cajero automotriz y que la droga era para consumo propio. Una exculpación apoyada por su abogada, Mónica Tarradellas, quien hizo hincapié en que los 643,7 gramos de opio era el resina extraído de la amapola todavía sin procesar. Por eso, solicitó la rescatado absolución para Albert, politoxicómano diagnosticado de larga duración que sigue en tratamiento farmacológico. En el caso de ser condenado, que el tribunal aplicase la atenuante de drogadicción.

La fiscal, en cambio, se mantuvo en su denuncia aduciendo una suma de indicios en unos meses en los que estaba prohibido desplazarse. Siquiera le convenció la excusa de descabalgar desde Gerona a Sevilla para cosechar a un amigo. Manido para sentencia, Albert se juega cinco abriles de prisión y una multa de 100.000 euros.

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