La Manon referencial de Lisette Oropesa y un sensacional Gaffigan deslumbran en Les Arts


CRÍTICA MUSICAL

«El director neoyorquino se aleja de manierismos y cursilerías dirigiendo con pulso firme pero igualmente con imaginación»

Joaquín Guzmán

VALENCIA

Si sumamos la ópera de Massenet y la de Puccini, las óperas basada en la novelística del Abate Prévost del primer tercio del siglo XVIII han sido de las más representadas del repertorio, y ello a pesar de que el compendio fue prohibido en Francia tras su publicación, aunque con resultados poco exitosos pues la obra se difundió por conductos alternativos al oficial.

El director de ambiente Vincent Huget, en esta producción de la Opera Franquista de París inaugural de la temporada del Palau de les Arts, coloca la batalla en el París de los felices abriles 20, con referencias en detalles a las vanguardias artísticas del momento. Manon es voluble, una veleta movida por el derrota, pero al final siempre señalando los caminos quizás menos recomendables, ileso el del sexo por Des Grieux.

En este sentido Lisette Oropesa, que ya ha cantado este papel en el Met de Nueva York y que por primera vez lo hace en Europa, lleva a mango una creación referencial en las sucesivas reencarnaciones de las respectivas Manon, llevándonos a la ilusión de estar frente al definitivo personaje.

Huget da la sensación de arriesgarse trasladar la batalla a esta época, pues puede mostrar con anciano credibilidad este alucinación sinuoso en dirección a la hado por medio del vicio y las malas decisiones de una adolescente claramente inmadura. No nos explica algunas cosas como por qué en París Des Grieux vive en una estancia que parece ser el almacén de una pasadizo de arte o el estudio de un comediante.

Buen movimiento de actores desde cierto convencionalismo y las masas protagonizadas por el coro vienen a interpretar el mundo de lo frívolo que seduce con facilidad a una Manon que inicialmente intenta resistirse, pero refleja una gran amor de carácter, encantadora por otra parte, sin atisbo de maldad, generando un sentimiento de compasión más que de reproche.

Oropesa impresiona en su matizada y amplísima, a la vez que contenida, gestualidad siempre sin afectación, en su capacidad para moverse por las tablas, para seducirnos visualmente, para que empaticemos con ella con un rol de los más extensos de todo el repertorio operístico, pues está en ambiente en los cinco actos, transitando desde la ensoñadora bienestar que transmite en Je suis encore tout étourdie, a la despedida de un mundo en el que fue atinado Adieu, notre petite table o en plena exitación de frivolidad «Je marche sur tous les chemins».

Vocalmente es una de las grandes sopranos líricas del momento, si adecuadamente aborda con suficiencia la coloratura. Sin incautación, todavía me parece más interesante su zona media y el ataque al agudo es verdaderamente extraordinario.

Respecto al resto del reparto, el problema es que percibe un inculpado escalón entre Oropesa y el resto, sin desmerecer un reparto más que correcto. Ello puede permanecer un tanto matizado en el hecho de que ella es la protagonista absoluta de la obra de Massenet y de la producción parisina.

No se puede sostener que Castronovo sea un Des Grieux que no está a la prestigio. Lo está con un fiel expresivo, entregado y con instantes de gran arrojo en otro rol que igualmente asume una partitura interminable, pero en ocasiones sus prestaciones bajan algunos enteros con una puesta en circulación poco entubada y afectada que repercute que contrasta con Oropesa más homogénea y natural. No obstante, Castronovo nos ofreció instantes memorables coincidentes con los fragmentos más pasionales.

El barítono catalán Carles Pachon que recientemente participó en la Novena Sinfonía de Beethoven en el Palau de la Música es un correcto Lescaut ,pero quizás el papel exige una anciano presencia vocal. James Cresswell, como padre del protagonista, fue muy aplaudido por unos medios vocales imponentes, aunque falte poco de flor y una estría de canto más constante y homogénea, y Jorge Rodríguez-Norton es de lo mejor de la confusión entre los cantantes masculinos con una voz fresca y un canto realizado de matices.

A todo contribuye de forma decisiva un imponente Gaffigan en uno de sus grandes trabajos desde su aparición a Les Arts. Con una partitura en la que la fanfarria suena opulenta, brillante y vibrátil, respondiendo la OCV y sus solistas a la perfección. El director neoyorquino se aleja de manierismos y cursilerías dirigiendo con pulso firme pero igualmente con imaginación.

Recurre igualmente al cuerpo para engrandecer la música que sale del foso, pero en instantes en que puede dejarse soportar, siempre asociado con unos cantantes a los que acullá de tapar, arropa. Gaffigan muestra poseer preparado la partitura para manejar las dinámicas a la perfección.

No podemos dejar de mencionar al un excelente Cor de la Generalitat Valenciana que con una presencia importante en esta obra, suena empastado y poderoso en escenas a la par que preciso por mucho que la ambiente represente el barullo de un Paris. Éxito de conocido que llenó la sala y que, sobre todo recibió a Oropesa en el turno de saludos con una enorme ovación y numerosos bravos.

MANON, de Jules Massenet. Ópera en cinco actos y seis escenas.

Palau de Les Arts. 15 de octubre de 2024

Lisette Oropesa, Charles Castronovo, Carles Pachon, James Creswell, Jorge Rodríguez Norton

Orquestra de la Comunitat Valenciana

Cor de la Generalitat

Jean-François

Kessler, dirección de ambiente

James Gaffigan, director musical


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