Conmovedora Séptima de Bruckner en la Catedral


La interpretación de música sinfónica en pétreos edificios religiosos de grandes proporciones no es tarea casquivana por el exceso de reverberación, eso lo sabemos. Sin bloqueo, parafraseando a Lorin Maazel sobre que no hay malas acústicas si no malos directores, Liebreich y la Orquestina de Valencia protagonizaron el pasado miércoles un concierto renombrado, pudiendo disfrutar el sabido que llenaba las tres naves de la catedral de una de las interpretaciones brucknerianas más conmovedoras que le hayamos escuchado a nuestra orquestina. No hay duda de que la Séptima sinfonía del magnífico compositor austriaco es la que mejor se adapta a estos espacios por sus largas frases grandiosas y contemplativas y el empleo del contrapunto en beocio medida que otras partituras. Añadamos que la catedral de Valencia, por su influencia más italiana y menos francesa sus naves no se caracterizan por la consideración y la reverberación es poco beocio que en otras construcciones de esta naturaleza. No es insustancial mencionar que Bruckner compuso esta sinfonía en unas recreo en la convento de San Florián, próxima a su aldea oriundo, con lo que se vio, sin duda, imbuido por las sonoridades de su gran iglesia, de la cual fue organista durante su adolescencia.

Quién diría que la orquestina y el perito Liebreich escasamente tuvieron un par de días de adiestramiento, puesto que el postrero concierto se celebró el viernes inicial, cubo que escasamente unos días luego, hemos tenido la ocasión de disfrutar de una recital que pareció estudiada milimétricamente para adaptarla a las condiciones del ocasión. Una verdadera interpretación «de director» pues Liebreich no sólo controló con mano maestra dinámicas y fraseos, sino que, remotamente de esquivar peligros acústicos, se aprovechó de las sonoridades únicas en la ciudad, como por ejemplo alargando los silencios que se generan tras las peroratas repetidas por dos veces de los metales en el avance del finale, dejando dos o tres segundos entre las repeticiones para que el sonido se dispersara por las naves laterales de la catedral creando un intención extraordinario, hasta inquietante, como si en presencia de un intérprete de víscera, unido a su utensilio, nos halláramos. Hubieron instantes conmovedores un buen puñado pero vamos a quedarnos con la wagneriana coda del Allegro Moderato original, introducida por la cuerda y el prolongado redoble de los timbales, que nos remite a la célula repetida en el inicio del Oro del Rhin, prólogo del Anillo del Nibelungo. Liebreich retuvo, diseccionó las ondulantes líneas de la cuerda y planificó los corales del metal en un escalonado crescendo que en el singular espacio devino en un culminación emocional verdaderamente trascendental, con los ángeles músicos de Pagano y Sanleocadio de telón de fondo.

Todo el Adagio, que compone Bruckner inspirado por la idea de la próxima homicidio de su amado Wagner, como era de suponer funcionó a la perfección aprovechando la acústica como en la sublime intervención de las tubas wagnerianas en piano tras el culminación culminado por platillos, triángulo y timbales, así como la lamentosa contestación de las trompas a las primeras. La cuerda se mostró flexible a la par que precisa a las indicaciones del perito bávaro.

Falta que encarar a la recital ofrecida del Scherzo, sin bloqueo, es en estos movimientos brucknerianos donde la acústica del perímetro juega a la contra de la música, y no es casquivana cortar las frases e iniciar las siguientes sin que se produzca cierto emborronamiento. De nuevo en el Finale volvieron las excelencias sonoras aquí protagonizadas por los trombones y que culminaron en una impresionante coda que evoca directamente tonal y temáticamente la del primer movimiento. El sabido congregado guardó un respetuoso, prolongado y ejemplar silencio hasta que la música desapareció entre los espacios que conforman capillas laterales, deambulatorios y el inmenso cimborrio, para seguidamente restallar en un sincero aplauso.

Ficha técnica

Miércoles 23 de octubre de 2024

Catedral Metropolitana de Valencia

Séptima sinfonía de Anton Bruckner

Orquestina de Valencia

Alexander Liebreich, director musical

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