¿Cómo y por qué se te ocurrió hablar del amor como resistencia en tiempos en los que prevalecen las guerras, el clasismo, la discriminación por sexo y etnia, entre otros males inspirados en el odio?
Sentí que era imperativo incorporar el amor a la conversación en estos tiempos en los que el odio y la guerra se convierten en moneda común. El amor como apuesta revolucionaria se presenta como la clave y el antídoto para comenzar a desmantelar las estructuras de opresión que organizan el mundo actual e históricamente. La tolerancia y la celebración de las diferencias van de la mano del amor como forma de resistencia.
¿En algún momento de tu carrera encontraste algún obstáculo a raíz de tu activismo en temas como los derechos individuales, la violencia de género o la concienciación sobre los recursos naturales?
Cuando te expresas sobre ciertos temas, hay y siempre habrá resistencia por parte del status quo. Las mismas dinámicas que generan violaciones de derechos reaccionan sistemáticamente para preservar su lugar en el poder y resistirse al cambio. El proyecto Miss Bolivia cumple ahora 15 años y con el tiempo han ido apareciendo obstáculos en sus distintas vertientes que, a través de la propia música y la palabra, nos fuimos “ceñiendo” y avanzando. El poder de la palabra es incomparable.
Tienes una carrera premiada en un contexto musical en el que la mujer tiene más protagonismo que en épocas pasadas, ¿ese protagonismo es suficiente para romper el techo de cristal?
Es importante que sigas moviéndote y rompiendo el techo. Tiene que ver con una lucha histórica que nos precede y nos sigue convocando. El protagonismo o mejor dicho, la mayor visibilidad de las mujeres y las disidencias en la escena y la industria musical, es parte de un necesario movimiento de igualación y equilibrio que estaba pendiente. Se ha trabajado mucho de forma transversal y colectiva para empezar a desmontar la molécula patriarcal en el ámbito de la música. De todos modos, estamos en el camino y aún queda mucho camino por recorrer.