«Hay que cerrar un pacto entre el mundo rural y el urbano»


Pocas mujeres en España tienen más autoridad y motivos para hablar de la lucha por la igualdad de la mujer que la ciudadrealeña Carmen Quintanilla, que hace 42 años creó la Confederación de Federaciones y Asociaciones de Familias y Mujeres del Medio Rural (Afammer), cuyo Día Internacional se celebra este domingo. «Lo comencé en 1982, en esos últimos toques de la transición española donde la sociedad se iba estructurando y comenzamos a crear movimientos asociativos. Tuve una visión y era hablar de una mujer rural de los pueblos de España, algo que en aquel momento era la más absoluta invisibilidad y también hubo una estigmatización. Los pueblos no tenían agua corriente, los caminos estaban mal asfaltados, las gallinas picoteaban… Siempre digo que lo fundé con tres mujeres y una gallina y todo ha ido creciendo con esfuerzo. Siempre fui un presidente altruista desde el voluntariado social. Ese es el papel que he tenido a lo largo de mi vida, mi compromiso de llevar la voz de las mujeres rurales a las más altas instituciones internacionales”, afirma.

—¿En qué se diferencia el Afammer del pollo actual?

—Ha habido un paso de gigante, porque en primer lugar hemos roto la invisibilidad de las mujeres rurales a lo largo de la historia. Los hemos puesto en la agenda política, en la agenda social y en la agenda mediática. Ahora hemos puesto de moda ser mujer del pueblo. Y también hemos podido crear el 54% del autoempleo que se crea en los pueblos de España y que el 67% de las casas de turismo rural están lideradas por mujeres. Hoy ya hablamos de este relevo generacional de feminización del campo, porque cada día son más las mujeres que se convierten en propietarias de explotaciones agrícolas. Hoy en día, el 33% son universitarias rurales, frente al 18% de los universitarios rurales. Ha sido gracias a Afammer y al cambio de mentalidad que hemos construido a lo largo de estos años. Hoy las mujeres rurales construyen su propia historia y les hemos hecho querer estar presentes en la vida política, social y económica de sus pueblos.

—En cualquier caso, ¿podemos decir que ese abandono de las mujeres rurales ha cesado o sigue siendo algo preocupante?

—Una de las grandes demandas que hacemos hoy es que tenemos que llegar a un gran pacto global entre lo rural y lo urbano, porque todavía dos de cada tres personas que abandonan el mundo rural son mujeres al no tener un proyecto de empleo, que es algo que todavía no ocurre en las zonas rurales. Somos el segundo país de la Unión Europea con mayor paro femenino en los pueblos de España y esa es la primera reivindicación de nuestro manifiesto. Este pacto supone la promoción del empleo, que es el primer pilar de la igualdad. Hay libertad y justicia social cuando hay empleo. Y en segundo lugar, no se pueden estar pagando los mismos impuestos viviendo en el mundo rural que en el entorno urbano. Después de una pandemia y una crisis económica en las zonas rurales, hemos reducido el transporte público, los servicios sanitarios y educativos y eso es un lastre para vivir en el mundo rural.

—¿Sigue siendo la formación laboral y el autoempleo la gran asignatura pendiente en los pueblos?

—Llevamos 41 años liderando la formación a la carta para mujeres del medio rural, llevándola hasta el último rincón de cualquier pueblo de España, dando a las mujeres la posibilidad de crear cooperativas, de tener un cliente autónomo, pero también de ser contratadas por ayuntamientos. o por ejemplo en empresas de atención geriátrica para personas mayores. La diversidad de actividades formativas que ofrece Afammer es amplia. Ahora ahora mismo Hay una asignatura pendiente: las habilidades digitales. En Madrid hemos podido recibir un programa muy extenso e importante donde hemos formado a 4.000 mujeres en habilidades digitales que ayudan a abrir su propia vida y seguridad jurídica. Quienes no las reciban serán los analfabetos del siglo XXI. Sin embargo, en otras comunidades autónomas no hemos recibido absolutamente nada para la formación de mujeres rurales en habilidades digitales. Creo que le están dando esta faceta a las empresas de formación, pero les puedo asegurar que no llegan a las mujeres rurales de pueblos pequeños como lo hacemos nosotras. Además lo que hacen luego es llamarnos para que puedan brindar capacitación a nuestros afiliados, entonces ahí tendría que ocurrir un cambio.

—Pero la competencia digital, además de ser una brecha, debe ser la solución, ¿no?

—Efectivamente todavía tenemos zonas de sombra digital, pero es una de nuestras demandas porque es una oportunidad para las mujeres. Llegará un momento en el que incluso para solicitar una consulta médica tendrás que hacerlo utilizando la tecnología. Por lo tanto, Lo que fue una dificultad puede ser la gran oportunidad.

El costo de no conciliar

—Otro tema importante es la conciliación de la vida familiar y profesional de las mujeres rurales…

—Según los informes del Consejo Económico y Social de España, la conciliación en la vida de las mujeres rurales es una utopía. El coste de la falta de conciliación asciende a 38.500 millones de euros. Este es un tema pendiente y en él también exigimos un impulso en la implementación de servicios públicos, guarderías o centros para niños, porque hoy lamentablemente las mujeres abandonan sus trabajos porque tienen que cuidar a sus hijos y las que no lo hacen, lo abandonan. sus trabajos porque su tía o su abuela tienen los niños.

—Otro problema grave que también afecta al mundo rural es la violencia de género. ¿Cómo ve y afronta Afammer este flagelo?

—Lo he dicho mil veces: El silencio en las zonas rurales contra la violencia de género es abrumador. Las mujeres todavía no se atreven a denunciar, los servicios públicos están lejos, cada día hay menos cuarteles de la Guardia Civil. Son los guardias civiles los que nos ayudan a proteger a las mujeres, y para ello hemos firmado un convenio con la Guardia Civil. También contamos con una oficina de atención integral a mujeres víctimas de violencia de género a nivel nacional. Pero lamentablemente, de las 50 mujeres asesinadas en lo que va de año, 15 eran de pueblos pequeños y ocho de ellas nunca lo habían denunciado. Esa es la realidad. Por eso, vuelvo a repetir, por activa y por pasiva, y muy alto y claro, que tenemos que proteger con una atención integral y más cercana a las mujeres que sufren violencia de género en el medio rural.

¿Durante su carrera, Afammer ha tenido suficiente apoyo institucional?

—Somos la organización pionera en el movimiento de mujeres rurales en España, un referente nacional e internacional, con 195.000 mujeres socias que apoyan el gran proyecto de Afammer. Pero Creo que deberíamos tener un reconocimiento económico mucho mayor. que el que tenemos. Estoy feliz, pero tenemos que tener un poquito más.

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