Se dice que nadie muere mientras se le recuerda. Marisa, como la conocían sus familiares, amigos y conocidos, nunca será olvidada, porque fue una persona notablemente respetada, querida y admirada en Ourense.
Desde muy pequeña demostró ser una trabajadora y luchadora incansable. Primero trabajó en el negocio de su padre. Poco después creó el suyo propio. Al casarse con Manuel Cuña Movilla con quien tuvo tres hijos, la amplió y revalorizó aún más.
Marisa estaba dotada de un don de gentes tan extraordinario que conquistó a sus numerosos clientes detrás del mostrador de sus tiendas con su simpatía y amabilidad. Amable, coqueta, impecable en su apariencia, sonrisa siempre en los labios, alegre y cariñosa con su familia, se dedicó en cuerpo y alma a su trabajo.
Marisa era una auténtica empresaria con las capacidades que da la inteligencia para serlo.
Amaba la vida, como si cada día se revelara como una fiesta especial que debía celebrarse. Y ella lo hizo de esa manera.
Siempre apoyada por su familia, cuando enviudó del hombre de su vida, sus hijos, que la adoraban, redoblaron sus cuidados y cariño, si era posible.
Pero de nada sirve todo el amor, el máximo cuidado y la máxima protección si el corazón, algo tan preciso y precioso, se queja, se cansa, duele y se niega a continuar con su misión. El esfuerzo que se pueda hacer para darle el coraje necesario para continuar su camino no puede resistir esa decisión, y el corazón, que está a cargo, comienza a ganar la batalla. Y así, durante un período de relativa ansiedad, que parece siglos, los latidos que marcan las horas se detuvieron el 28 de octubre de 2023.
Ese día fue para Marisa, persona profundamente religiosa y entusiasta viajera del mundo, emprender el último viaje con una última parada en un lugar más luminoso, más tranquilo y más feliz, en el que siempre creyó.
Desde aquí nuestro más sentido pésame a sus hijos, Luis Manuel, Fernando Oscar, Benito Javier y resto de la familia. Que descanse en paz.