‘Mañanas de abril y mayo’, un Calderón de cine


Calificación: Mañanas de abril y mayo. Autor: Pedro Calderón de la Barca. Versión: Carolina África. DIRECCIÓN: Laila Ripoll. Artistas: Jorge Yumar, Guillermo Calero, José Ramón Iglesias, Sandra Landín, Juan Carlos Pertusa, Alba Recondo, Nieves Soria, Ana Varela. Escenografía: Arturo Martín Burgos. Vestuario: Almudena Rodríguez Huertas. Iluminación: Luis Perdiguero. Escena del vídeo: Emilio Valenzuela. Espacio musical y sonoro: Mariano Marín. Escenario: Teatro Rojas.

Mañanas de abril y mayo Se trata de una de las comedias típicas del autor barroco español más clásico, don Pedro Calderón de la Barca y Hena (1600-1681). Los enredos y confusiones tejen un ovillo a partir de una trama no muy compleja. Don Juan aparece repentinamente en casa de Don Pedro y lo hace enmascarado para no ser reconocido, porque tiempo atrás creía haber matado, por celos, a un caballero que conoció al salir de la casa de Doña Ana, su amante. . Huido tras el caso, decide regresar a Madrid, porque en su mente se mezclan los ingredientes del amor y la duda sobre la fidelidad de Doña Ana; Por eso pide refugio en casa de su amigo Pedro, al lado de la de Doña Ana. Pero como este enredo es poco para una comedia, don Pedro se pasea esas mañanas de abril y mayo, junto a otros caballeros, cortejando por el Parque. de la ciudad. Calderón nos presenta un cuadro típico de las costumbres primaverales de su época en el pueblo y corte con los encuentros entre damas y galanes, juegos, engaños, cantos y escenas llenas de colorido. Así la comedia se convierte en una glosa de la canción popular que dice: “Mañanas floridas, / de abril y mayo, / despierta mi niña, / ya no duerme tanto”. Otros enamoramientos y engaños vienen a complicar las cosas, como los que hay entre Don Hipólito y Doña Clara, o el hecho de que Doña Ana y Doña Clara visten igual para engañar a Hipólito que nunca sabe si está con uno u otro. Al final resultará que no hubo muerte y todo está arreglado y cada oveja con su pareja. Lo que resulta evidente en esta comedia de entretenimiento es que la tendencia barroca del estilo calderoniano, que aparece manifiestamente hiperbólico en los elogios a las damas, se contrapone con la gracia y exquisitez de escenas más populares que dan a la obra ese aire de documento. de aduanas. Y evidentemente, el apoyo calderoniano por excelencia es el uso de ese lenguaje con continuos juegos retóricos tan característicos y tan reconocibles.

Con este contenido inicial, Carolina África hace una versión que, manteniendo la originalidad del texto y los enredos esenciales, matiza cuestiones argumentales, reduce personajes, peina la obra, aclara el asunto y permite que lo teatral y divertido prevalezca sobre los juegos conceptuales que en los textos de Calderón. Siempre abundan. La versión humaniza las emociones barrocas y las acerca, si no al mundo actual tal como es, al menos a la comprensión del espectador moderno, que puede hacer suyas muchas de ellas.

Con Calderón en la retina y con la versión hecha por África, Laila Ripoll profundiza en la comedia con ese aire cinematográfico, de revista y hasta vodevil, donde el color, la vitalidad dinámica, una cierta sensualidad, las emociones, con los celos y el amor en primer plano, la gracia, la broma, la picardía de algunos, el engaño sin Prevalecen la malicia, el juego y la alegría lúdica de la primavera. Con todo, se consigue un espectáculo divertido y por momentos hilarante, que relaja, entretiene y distrae y hace sonreír al público y entender esos diálogos en un lenguaje un tanto retorcido, que ya se siente viejo, aunque se entienda bien. El resultado es un Calderón en technicolor, muy del siglo XXI, con esencia barroca y algunos guiños sociológicos a lo que vivimos hoy.

Si esta obra de Calderón ya nos muestra menos trascendente y más desenfadada con enredos donde los protagonistas son los celos, el engaño, los desencuentros amorosos y el hedonismo de la vida más bucólica del Madrid del siglo XVII, en la propuesta de Laila Ripoll todo se despliega para transmitir al espectador la gracia, frescura y comedia de esta pieza. No es que Calderón sea frivolizado, pero se muestra irreflexivo y demasiado casual.

El teatro es esencialmente interpretación y en esta faceta el elenco de “Mañanas de abril y mayo” ha estado excelente en su conjunto. Destacado, por su capacidad para conquistar al público con su visión cómica, ha sido Juan Ramón Iglesias en el papel de Don Hipólito. Asimismo, quizás haya que destacar el papel de las cuatro actrices, que si no eclipsa, sí desdibuja un poco el trabajo de sus compañeros masculinos, salvo Iglesias.

La escenografía quizás restringe demasiado la obra, ya que obliga a los actores a subir y bajar constantemente en una especie de escenario excesivamente estrecho con un estilo pastel pseudo-romántico. Los trajes, especialmente los femeninos, añaden brillo al espectáculo con sus colores deslumbrantes; Es a su vez decisivo para la caracterización de los personajes. El peluquero también realza y completa con éxito las figuras.

El uso de la música es significativo, ya que los números musicales dotan a la obra de variedad y comedia y cumplen la función de evitar que el público se harte de tanta maraña. La música añade encanto y gracia a este montaje. Lo mismo podría decirse de la escena del vídeo, ya que la obra está casi concebida como una película por parte de la directora, como ella misma declara en el programa de mano.

Mañanas de abril y mayo ha resultado ser un auténtico Calderón del cine, cuyos enredos ficcionales bien podrían ser una alegoría de los enredos mucho menos graciosos en los que nos encontramos inmersos en la realidad que nos toca vivir en el presente.

El público del Teatro Rojas agradeció el divertido espectáculo con sus risas durante la función y con un caluroso aplauso al final de la función.

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