Las nueve fracturas del mismo ‘procs’: del 9-N de 2014 al 9-N de la investidura de Pedro Snchez


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El acuerdo entre el PSOE y Junts que abrirá un diálogo sobre la autodeterminación llega nueve años después de la primera consulta de soberanía en Cataluña

Artur Mas votando en la consulta del 9-N 2014.
Artur Mas votando en la consulta del 9-N 2014.JOAN MANUEL BALIELLAS
  • Inversión PSOE y Junts firman el pacto para investir a Sánchez con los votos de Puigdemont
  • Inversión Puigdemont ya amenaza a Sánchez: “Tendrá que ganarse la estabilidad día a día” y “los únicos límites los pone el Parlament”

Ya fuera fruto del azar o de la obsesión del independentismo por coleccionar fechas icónicas, el pacto firmado ayer entre los PSOE y Juntos Para el investidura de Pedro Sánchez coincidió con el noveno aniversario de la primera consulta de soberanía en Cataluña, la celebrada el 9 de noviembre de 2014.

Es precisamente en el período marcado por estos dos momentos que el futuro ley de amnistía acordado entre socialistas e independentistas quiere abarcar: desde los preparativos de la 9-N con el que comencé proceso a los casos judiciales más recientes, relacionados principalmente con la segunda votación ilegal organizada por la Generalitat (la Referéndum del 1 de octubre) o protestas contra Sentencia de la Corte Suprema de 2019.

Conscientes de la importancia que ha tenido el componente emocional como motor de la política catalana en los últimos años, los dirigentes posconvergente No pasaron por alto el aniversario. Tanto los renacidos Carlos Puigdemont como secretario general, Jordi TurullSe refirió ayer al “camino sin retorno iniciado en 2014”.

2014: la primera desobediencia del ‘procs’

Tras las elecciones autonómicas de 2012, que Artur Mas avanzan con el pretexto de que el rechazo del Gobierno de Mariano Rajoy al “pacto fiscal“dinamitó cualquier entendimiento con el Estado, Convergencia i Uni activó el camino hacia un voto de soberanía, que sirvió para desactivar Izquierda Republicana, segunda fuerza parlamentaria, como oposición. A finales de ese año, ambos partidos firmaron el Acuerdo para la transición nacional y para garantizar la estabilidad del Gobierno, documento que sentó las bases para la celebración de la consulta popular sobre la independencia de Cataluña en 2014.

2015: el ‘plebiscito trampa’ de Artur Mas

Son tiempos de peor prensa para la marca CiUpadeciendo varios casos de corrupción, recortes sociales implementado por el Gobierno y la impactante confesión de Jordi Pujol, en 2014, sobre la fortuna familiar escondida en Andorra. Mirando con miedo por el retrovisor el crecimiento electoral de ERC en las encuestas y la amenaza de que una candidatura surgida del movimiento del 15M (Ada Colau Llegó a ser alcaldesa de Barcelona en mayo de ese año), pero volvió a adelantar las elecciones catalanas. Y lo hizo con una de sus proclamadas “astucias”: unas elecciones que bautizó como “plebiscitarias” y en las que volvió a anular a ERC con la creación de la lista conjunta Juntos pel S. La candidatura independentista en la que el líder convergente se camufló como teórico número cuatro (evitando así rendir cuentas en los debates electorales) obtuvo una amarga victoria, ya que se quedó a seis escaños de la mayoría absoluta y cedió nueve diputados respecto a los que sumaron CiU y ERC en 2012. Los 10 parlamentarios del TAZA Se convirtieron en actores clave en el proceso y Mas dio por ganado el plebiscito, pese a que los tres partidos independentistas no alcanzaron el 48% de los votos.

2016: Puigdemont, del anonimato a figura clave

Fue este nuevo papel preponderante de la CUP el que provocó un primer cambio de rumbo en el proceso soberanista, con su negativa a investir a Mas. Los anticapitalistas consiguieron hacerse con una gran partida, la del líder de CiU, sin ser acusados ​​de poner obstáculos a la secesión. Facilitaron la llegada a la presidencia de la Generalitat de alguien con más pedigrí independentista, el entonces alcalde de Gerona, Carlos Puigdemont, desconocido fuera de Cataluña, pero que será quien apriete el acelerador en ese primer cambio de rumbo. Su proclamado “referéndum sos” se materializó un año después, el 1-O y su decisión de no convocar elecciones anticipadas después cambió el rumbo de la política catalana y española hasta ayer, en la que aquel anónimo concejal de Girona se mostró como la persona con poder para decidir quién será el próximo presidente del Gobierno y, lo más importante, el futuro de la legislatura.

2017: Octubre catalán

A un verano marcado por atentado terrorista del 17-A Siguió un comienzo vertiginoso en el curso político, con la leyes de desconexión en el Parlamento (6 y 7 de septiembre), la manifestación frente al Departamento de Economía durante los registros de la Guardia Civil de la 20-Sla consulta ilegal del 1 de octubre, la DUI y el artículo 155 de la Constitución, con la huida de Puigdemont y varios de sus asesores a Bélgica. A finales de ese año, Los ciudadanos Ganó las elecciones autonómicas convocadas por Rajoy. El primer partido no catalán que logró prevalecer en algunas comunidades autónomas, sin embargo, careció de apoyo suficiente para desafiar mayoritariamente al movimiento independentista, que medio año después formó un Gobierno presidido por Quim Torra. Vicario de Puigdemont, su mandato acabó abruptamente en 2020 cuando fue inhabilitado por la Justicia por no haber retirado, durante el periodo electoral, una pancarta de apoyo a los presos de la proceso del Palacio de la Generalitat.

2018: el independentismo impulsa el cambio, Rajoy por Sánchez

La participación de las fuerzas secesionistas, con el voto de los nueve diputados de Esquerra y los ocho del PDeCAT, ya fue clave la primera vez que Sánchez llegó a La Moncloa, tras la moción de censura contra Rajoy. Él PNVque nueve días antes había votado a favor de los Presupuestos Generales del Estado diseñados por el PÁGINASterminó atacando al líder popular. Él de la fiesta posconvergenteSin embargo, no contó con el visto bueno de Puigdemont, que acabó purgando Marta Pascalel coordinador general.

2019: la sentencia del Tribunal Supremo

En febrero de ese año se inició el juicio en Supremo a los líderes del proceso. Fuera de los tribunales, la política siguió dando signos de fragilidad. El independentismo no apoyó a Sánchez en sus Presupuestos y el presidente dio por concluida la legislatura. Tras una primera victoria en las urnas sin frutos, la repetición electoral de noviembre se produjo pocas semanas después de la sentencia del TS, que condenó a prisión a nueve de los doce acusados ​​por los delitos de sedición y malversación.

2020-2021: ERC retoma el antiguo rol de CiU

ERC permitió la investidura de Sánchez y el mesa de dialogo acordado fue inaugurado con pompa en febrero. Él estado de alarma debido a la pandemia COVID-19 En marzo puso patas arriba todo lo que había ocupado el interés político en años anteriores. Aun así, durante el paréntesis, los republicanos avanzaron en el camino que Mas había bloqueado, el de crecer hasta ocupar el lugar que había dejado CiU como fuerza central del nacionalismo catalán. Además de su influencia en Madrid con 13 diputados, Pere Aragón se convirtió en presidente del Gobierno de coalición independentista al superar a JxCat, empatando en escaños con el PSCla fuerza más votada en las elecciones de febrero de 2021.

2022: la unidad agotada de Junts y ERC

Los desacuerdos entre republicanos y posconvergente Estaban cada vez más desenmascarados. ERC se desmarcó de la manifestación del diada del Congreso Nacional Africano y Junts ponía en duda día tras día el pacto de gobernanza. La coalición se desmoronó en octubre y el partido de Puigdemont dejó en paz a Aragón, que buscó oxígeno parlamentario en el PSC y En Com Podem.

2023: el 23-J abre una etapa “histórica”

El adjetivo “histórico” lo utilizaron ayer tanto Puigdemont como el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, en sus intervenciones. El elecciones generales del 23 de julio Reequilibraron las fuerzas de los dos partidos independentistas catalanes. ERC pasó de 13 a siete diputados, la misma cifra obtenida por Junts, que solo perdió un escaño respecto a 2019. El PSC, primera fuerza en Cataluña, obtuvo 350.000 votos más que ambas formaciones juntas. Incluso el PP contaba con más apoyo popular (77.000 votos más que el posconvergente y 6.000 más que los republicanos). Pero la aritmética parlamentaria volvió a dejar al secesionismo con la llave en las manos. Si Puigdemont aseguró unos días antes de las elecciones que su formación no apoyaría la investidura de Sánchez porque no confiaban en el candidato socialista, los números, como suele ocurrir en política, volvieron a pasar por la hemeroteca y fue, cómo no, De principio, el propio expresidente catalán tomó las riendas de las negociaciones con el PSOE, que culminaron ayer con el pacto para la investidura y el compromiso de negociar la resolución del conflicto político durante la legislatura.

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