jardín botánico, bosque y la pista


De nuestro Jardín Posio Recibí de mi amigo Miguel Abad una de las primeras colaboraciones que tuvo el blog, allá por 2009. Quizás por identificarme con casi todos sus recuerdos lo dejé pasar; si hay alguna incursión, para presentaros al gran Espina: aquel heladero que instaló el carrito Ibense en la pista y tuvo una paciencia admirable con nosotros; o cuando encontré una fotografía de los antiguos baños y caseta de vigilancia que aproveché para contar algún recuerdo. Y una ocasión más que no me queda más remedio que reconocer como insuficiente.

Hoy, recuperando una antigua entrada, volveré a pasear por el Jardín, centrándome en los que sin duda fueron sus orígenes.

El paseo de las palmeras, hoy destruido por ese terrible insecto invasor llamado picudo.
El paseo de las palmeras, hoy destruido por ese terrible insecto invasor llamado picudo.

Allá por el siglo XIV, extramuros de la ciudad, acogiendo a viajeros procedentes de Castilla y Portugal, ya existía una pequeña capilla dedicada a Santa María conocida como A. Nuestra Señora de Posio. Entonces el entorno era un terreno comunal que los vecinos aprovechaban para llevar a pastar su ganado; Como su nombre indica (Posío = campo baldío), no era una tierra productiva y contrastaba con la gran cantidad de viñedos que en las orillas del Barbaña daban de “bebida” a los ourensanos.

A la espera de que la ciudad se desarrollara hacia aquellos lugares, transcurrieron varios siglos, en los que el o los ermitaños, con la ayuda de la caridad de los ourensanos, daban cobijo a los viajeros, enfermos y necesitados. Sólo se cita una ocasión en la que la zona no fue utilizada con fines piadosos o recreativos.: Fue en diciembre de 1471, cuando el Conde de Benavente acampó allí sus tropas con el fin de preparar el asedio del obispo en la catedral. En ese terreno se decidió a mediados del siglo XIX (aprox. 1853) construir el que hoy es uno de nuestros mejores parques recreativos.

En 1575 se construyó la fuente de León cerca del Posío. Sus aguas procedían de un afloramiento ubicado donde hoy se encuentra el patio central. Con el tiempo pasó a llamarse Fuente del Picho y acabó prestando sus servicios en el Ourense Gurugú (Marcelo Macías, cerca del cruce con la Avenida de Portugal).

Todo fue fruto del impulso que la creación del Instituto Provincial en 1846 dio a la formación de los ourenses, unido a la excepcional crisis económica que se padeció a mediados del siglo XIX. Por aquellos años fue nombrado catedrático de nuestro Instituto el profesor Higinio Aragoncillo del Villar (Villaluenga, Zaragoza, 1823 – Málaga, 1875), quien a su llegada comenzó a trabajar “con pasión” para poner en marcha un jardín botánico en el que investigar. Casi a título personal adquirió semillas del Jardín Botánico de Madrid. Fue en diciembre de 1856, cuando dirigía el Instituto Don Leoncio Perejón, cuando se creó la Junta Agrícola de Ourense, con el objetivo de mejorar las plantaciones y perfeccionar las técnicas productivas. Aragoncillo supo conquistar a la facultad y obtuvo una dotación de mil reales con cargo a los fondos del Instituto. Acto seguido, el gobernador Pablo de Uría se mostró muy sensible a las necesidades de los agricultores de Ourense y acordó colaborar con otros mil reales, iniciando así la construcción de un Jardín Botánico en lo que hoy es la parte baja de Posío. En apenas dos años llegó a ser uno de los mejores de España, y aunque Aragoncillo nos dejó en el 58, su labor fue continuada por los profesores del Instituto con Pompeyo Beltrán al frente.

Foto circa 1904, en la que se puede observar los alrededores del Posío, con el puente desaparecido al inicio de Marcelo Macías, y el semillero de Aragoncillo.
Foto circa 1904, en la que se puede observar los alrededores del Posío, con el puente desaparecido al inicio de Marcelo Macías, y el semillero de Aragoncillo.

La generosidad de varios ourenses (Valencia y Mares) unida a la decisión de las autoridades locales años después (1897) harían posible que se construyera en la zona el nuevo y tan necesario Instituto.

Se compone de tres zonas bien diferenciadas. El de abajo fue el primero; El botánico se instaló allí y en un principio el acceso estuvo restringido para proteger las especies que allí se cultivaban. Actualmente el lago atrae la atención de los visitantes, y el aviario, aunque vacío, permanece como un recordatorio del pasado. En más de una ocasión, el maestro Pacheco decidió convertirlo en hogar de osos polares o chimpancés… en el frío Día de los Inocentes. Tiene dos habitantes perpetuos: nuestro ilustrísimo bardo, don Valentín Lamas Carvajal, y le acompaña otro ilustre, Xabier Prado Lameiro (Probablemente las dos estatuas que más diferentes ubicaciones han tenido en la ciudad.. Además de sus “paseos” por el Jardín, Prado Lameiro visitó otras zonas de la ciudad). El paseo central ha sido escenario de juramentos y entregas de banderas, partidos épicos de baloncesto y hockey, sin olvidar las espectaculares puestas en escena que se realizaron con motivo de las Fiestas del Miño, ¡y cómo no! aquellas tardes de primavera-verano amenizadas por la Banda Municipal o la Banda del Regimiento, en “feroz” competencia. La tercera zona se conoce como bosque; Los novios se refugiaron en él como siempre, alrededor de la fuente que venía de Oseira. Tal fue la relación de los matrimonios ourenses con el Jardín, que dicen “que a finales del siglo XIX, cuando llegó el otoño, finalizó la temporada de veladas musicales en el Posío y la Alameda; Con eso y la previsible llegada de las lluvias, la pareja solía decidir pedir entrar a la casa de su amada, allí estarían abrigados, aunque debían guardar exquisitas maneras. Habría tiempo…

Mi agradecimiento al bisnieto de Aragoncillo, Matías Ruiz Aragoncillo, que me facilitó la fotografía y los interesantes datos que os aporto. Aprovecho para solicitar vuestra colaboración en la búsqueda de datos sobre este personaje, se me ha resistido.

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