Todo sea por el Falcon


Te levantas temprano y empiezas a leer a primera hora, incluso antes del amanecer, la lista de los que en España están en contra de la ley de amnistía, y llega la hora de almorzar. ¿Y qué encuentras cuando te sientas a la mesa? Así que tus amigos con los que compartes ese momento reparador de alma y cuerpo que es el esmorsaret, sigan comentando lo que ya dijeron en el encuentro anterior. Insisten en que no, no es posible que quienes cometieron el crimen sean quienes redacten el ley que los exime de toda culpa.

Que se salgan con la suya los que repetidamente pusieron patas arriba a Cataluña porque la aritmética parlamentaria los ha convertido en siete peldaños, los mismos que la escalera de aluminio del Halcón que necesita Sánchez para volver a ello. Por sus propios méritos, convencido como está de la buena opinión que tiene de sí mismo, a la que une perspicacia, astucia, clarividencia, sagacidad, agudeza, conocimiento, sabiduría, intuición. Virtudes que está convencido son innatas en él, un don de la naturaleza añadido a su figura aflautada. Y los suyos, que saben el valor que Sánchez da a los halagos, aumentan la lista de cualidades con las que halagar su oído cada vez más necesitado de elogios y bromas.

Y mientras crecen las reivindicaciones y protestas de cientos de miles de manifestantes, que se han concentrado simultáneamente en todas y cada una de las capitales de provincia de España, los elogios de quienes alzan la voz intentando contrarrestar el clamor de aquellos ciudadanos que no entienden que hay tanta audacia, desparpajo, ambición, cinismo, desvergüenza, delito, descaro, audacia, perfidia, ignominia, deshonra y vileza de quien a pesar de sus propias palabras, y en vista de que el resultado de la elecciones generales del 23 de julio Le permití hacer un Sudoku imposible hasta entonces. Y lo ha hecho.

Como Pascual, fiel servidor de los cómics de Pulgarcito, Félix Bolaños, un ministro que verá ampliadas sus competencias en el nuevo Gobierno sanchista, se desvive por convencernos de que Pedro Sánchez tiene razón. Que la ley de amnistía -que al final sólo lleva la firma del portavoz socialista Patxi López (otro Pascual) en el check-in en el Congreso de los Diputados– mejorará la convivencia cuando hasta el más aburrido sabrá hacer la lectura pertinente y dirá que es la conveniencia (la de Sánchez) y no la convivencia la verdadera razón de la sinrazón de esa ley.

En la sesión de investidura del miércoles 15, el candidato Pedro Sánchez Le parecía difícil hablar de la amnistía, cuando era, sin duda, el tema capital más importante de la sesión. Finalmente lo hizo para justificar su concesión a todos los implicados en el proceso del 1 de octubre de 2017. Antes de intentar justificarse diciendo que lo hacía por el bien de España, buena parte de su discurso estuvo dedicado a atacar la presidente del PP, Alberto Núñez Feijóoa quien ni siquiera felicitó porque ese mismo día era la fiesta de San Alberto Magno.

No sólo no lo felicitó, sino que lo atacó sin control, dejando clara su vocación frontista que nos aleja de cualquier posible –y además necesario– acuerdo de Estado entre los dos partidos mayoritarios. Los reproches mutuos, que fueron continuos, auguran una legislatura de lo más complicada y enfadada. Una legislatura cuya duración será una incógnita permanente si nos atenemos a lo dicho por Gabriel Rufián y Miriam Nogueras. Los portavoces de ERC y Junts han coincidido en dejar muy claro desde las gradas y pasillos que tienen a Sánchez donde más les duele y que en cuanto no cumpla, ya no tendrá su apoyo.

Por cierto, habiendo hecho tantos anuncios, por innumerables e irrealizables que sean, el candidato Pedro Sánchez Pérez-Castejón Nos sorprendió al no incluir en su ristra de promesas una muy concreta, que él y nadie más que él, iba a ser quien terminara las obras del nuevo Mestalla.

Respecto a la amnistía, tantas veces negada por Pedro Sánchez, Félix Bolaños, Carmen Calvo, Salvador Illa, Miquel Iceta -este también, a gritos- entre otros ministros y altos cargos del PSOE, que clamaron diciendo que “ni siquiera amnistía ni siquiera a tu tía” valdría la pena recordarlo Winston Churchil cuando en 1938 defendió en el Parlamento británico la posición contraria a Chamberlain, partidaria de complacer a Hitler cediendo el sudeste de Checoslovaquia a la Alemania nazi, porque creía que así evitaría la guerra. “Este no es más que el primer sorbo, el primer sabor de una copa amarga que se nos ofrecerá año tras año, a menos que, mediante una recuperación suprema de la salud moral y el vigor marcial, nos levantemos de nuevo y tomemos nuestra posición a favor de la libertad, como en los viejos tiempos (…) Te dieron a elegir entre la deshonra y la guerra… elegiste la deshonra, y ahora tendrás la guerra.

Un buen comprensivo extraerá las lecciones relevantes de lo que sucede cuando te rindes y concedes todo lo que has dado. Sánchez echando mano de nuestra chequera, que ayer le permitió reengancharse como presidente del Gobierno de España, pero sin garantía alguna de que todos sus onerosos y disparatados traspasos sean suficientes para saciar la insaciable glotonería separatista de esa turba separatista que ha dicho, no sin desgana, que “ho tornarem a fer”. Para más desvergüenza, Carles Puigdemont i Casamajor (siempre es recomendable saber el apellido de la madre y más si le gusta la fruta) ya ha reclamado la custodia policial desde España. Y Sánchez, acto seguido, dijo que sí, hay que atender su petición. Faltaría más. Bueno, eso es todo por el Halcón.

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