El agua que no tenemos


Es evidente que estamos en un entorno mediterráneo, como también lo es el hecho de que estamos notando intensamente los efectos del cambio climático. También sabemos que Cataluña sufre episodios cíclicos de sequía; el último en 2008, que abrió un serio debate sobre la política hídrica y, en particular, sobre las infraestructuras que deben garantizar el suministro en momentos delicados. Lamentablemente, a pesar de estos antecedentes, el diagnóstico y la identificación de soluciones técnicas, Estamos condenados a severas restricciones, en gran medida al hecho de que no hemos hecho los deberes.

En política del agua se pueden llevar a cabo tres acciones: gestionarla mejor, ahorrarla y aportar nuevos recursos. No son líneas excluyentes, sino complementarias. Son tan importantes que es necesario actuar en los tres ámbitos. En el capítulo de una mejor gestión hay que reconocer que, en términos generales, los deberes están hechos. Cataluña tiene un consumo de agua urbano e industrial más que razonable, por lo que hay poco margen de mejora. Tenemos un consumo agrícola que hace esfuerzos y que, para ganar eficiencia, requiere importantes inversiones para mejorar las infraestructuras de riego, que sólo puede acometer la Administración.

Y en el ámbito de la provisión de nuevos recursos (desalación y agua regenerada) se requieren inversiones públicas. Aquí es donde ha fracasado el gobierno de la Generalitat. Mientras los ciudadanos, los industriales y los agricultores cumplen con nuestros deberes, la Administración ha descuidado los suyos propios. No inversión en nuevas plantas desaladoras, como la ampliación de la actual planta de Tordera, o la insuficiente inversión para el uso de agua regenerada para usos agrícolas o, simplemente, para la recuperación de acuíferos de caudal ecológico, es un error imperdonable de un gobierno que agrava una sequía que sabíamos que vendrá.

Durante demasiados años el gobierno Confió en que vendrían las lluvias, ahorrando así costosas inversiones para garantizar los recursos hídricos. Y ahora nos damos cuenta de que no hay agua más cara que la que no tenemos.

Mark Twain tenía razón cuando dijo que el guïsqui era para beber y el agua para pelear. En este sentido, no nos entretendremos en la lucha infructuosa con el gobierno, sino que Intentaremos sumar para paliar los efectos de la sequía. Una actitud de responsabilidad ante un asunto tan grave como el que nos ocupa. La misma responsabilidad que nos empuja a denunciar demasiados años de parálisis de las inversiones por parte del gobierno.

Ramon Espadaler es secretario general de Units per Avançar

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