El crimen sin resolver en un prostíbulo de Cataluña lleva hasta los asesinos del cliente que se enamoró de una prostituta en Francia hace dos décadas


Llevaban dos décadas huidos. Tío y sobrino, de origen rumano, tras matar a un pipiolo de 29 primaveras en Francia en 2003. La víctima se había enamorado de una giro y quería que dejase de desempeñar. Ella y una amiga. Para frenar sus planes, los dos familiares, proxenetas, lo secuestraron, le propinaron una paliza mortal y lo trasladaron en su coche, un Citröen blanco, para darse el occiso en una zona boscosa de la ciudad de Grondeville y huir. A posteriori se establecieron en Cataluña, donde han residido los últimos 20 primaveras con identidades falsas de origen croata. Durante la primera época, siguieron vinculados al mundo de la prostitución, donde ejercían, en ocasiones, como controladores de acercamiento de algún lupanar. Más tarde, abandonaron su actividad delictiva para tratar de advenir desapercibidos, y es que, en partida, un curia galo les impuso 26 y 30 primaveras de calabozo por el crimen. Querían evitar a toda costa ingresar en prisión. Pero, la investigación de la dispositivo de homicidios de los Mossos d’Esquadra, que arrancó hace un año y medio, ha permitido la detención de uno y otro individuos, que ahora ya cumplen condena en su país.

Las pesquisas arrancaron al retomar un antiguo crimen sin resolver -todavía lo está-, que se había perpetrado en un prostíbulo de Cataluña. Y es que esta dispositivo, al mando del subinspector Manel Novoa, asume los casos que están en vía muerta, cuando los investigadores se han quedado sin hilos de los que tirar. Fue así como, al repasar quiénes estaban en el regional la tenebrosidad del suceso, comprobaron que uno ellos, el regulador de acercamiento, era uno de los fugitivos; aunque entonces aún no lo sabían, por la multitud de identidades falsas que empleaba.

Descartaron la billete de uno y otro en ese crimen, pero sí comprobaron que contaba con circunstancias. En Cataluña, por la violación de una giro en 2004 -desapareció y luego la localizaron en Rumanía, pero no quiso denunciar-, y por conducción temeraria cuatro primaveras más tarde. Por aquel entonces, al no conocer su identidad auténtico, no supieron que sobre ellos pesaba una orden de sondeo y captura. Fue durante los últimos meses, con el cotejo de sus huellas dactilares y, a través de los mecanismos de cooperación internacional, como las autoridades rumanas detallaron a la Policía catalana que el tío tenía circunstancias por falsificar su identidad. Incluso por un supuesto homicidio imprudente, en 1995, tras atropellar a una persona -la sospecha es que no fue fortuito, pero no se pudo demostrar-. Contaba con ficha policial además en Bélgica por robos con violencia. Y entonces Francia desveló su identidad auténtico: el sujeto y su sobrino estaban condenados por secuestro y homicidio.

El tío aún escondía en su casa de Segur de Calafell el coche en el que trasladaron el occiso del pipiolo en 2003. Habían cambiado las placas de matrícula

Los investigadores localizaron entonces a los dos asesinos. El sobrino, que en la plazo del crimen tenía 19 primaveras, se había establecido en El Prat de Llobregat (Barcelona). Se había casado con una catalana, con la que tuvo hijos -aún menores- que no tenía ni idea de su pasado delictivo. Para ganarse la vida, en la hogaño trabajaba como conserje en un hotel de boato de la renta catalana, y había trabajado ya en otros alojamientos. Cuando, tras vigilancias y seguimientos, los agentes lo detuvieron, les dijo: «Por fin podré amodorrarse tranquilo una tenebrosidad«. Estaba sentido.

No así su tío, que se había establecido en Segur de Calafell (Tarragona). Un hombre conflictivo, muy violento, al que algunos de sus vecinos habían denunciado por golpe, según detallan fuentes policiales. El individuo, que además se había casado y tenía hijos pequeños, grababa los alrededores de su casa, con una cámara que controlaba desde el móvil. Incluso su mujer, que no sabía mínimo del homicidio, pero sí de parte de su pasado delictivo, delante el temor a posibles represalias. El individuo se movía sólo en velocípedo -tenía cinco diferentes- y salía siempre con la cara tapada. Proporcionadamente con una capucha, o además con pasamontañas.

Su arresto lo efectuó el rama de élite del Cuerpo, el GEI, por su peligrosidad. Y es que siempre salía con un arsenal blanca en el faltriquera. Durante el registro de la vivienda, los investigadores se encontraron con una sorpresa: bajo una lienzo, más o menos de la que había colocado pequeños objetos para detectar si determinado la movía -botellas de agua, y plásticos, entre otros-, estaba el coche en el que habían traslado el occiso del pipiolo al que tío y sobrino mataron en 2003 -y que estaba a nombre del último-. El mismo coche que los Mossos pararon ese año en un control. Pero ahora ya no tenía placas de matrícula de Bélgica, como entonces, sino españolas.

El coche donde trasladaron el occiso

Rastreando la pista del transporte fue como el Cuerpo catalán descubrió, no solo que lo habían parado tras la comisión del crimen -sin saberlo entonces-, sino que se había vendido y revendido en varias ocasiones entre los familiares. Y es que la relación entre tío y sobrino se deterioró hasta tal punto que en 2010 se cruzaron denuncias por amenazas, por una supuesta deuda entre uno y otro, pero además emplearon documentación falsa para formalizarlas: las identidades bajo las que aquí se escondían, de origen croata.

El sobrino no quería conocer mínimo de su pasado delictivo y estaba sentido. Para poder trabajar en los establecimientos hoteleros se identificada, adicionalmente, con un carné de conducir castellano. Tras advenir a disposición de la Audiencia Doméstico el pasado agosto, fueron extraditados a Francia, donde cumplen condena por asesinar al pipiolo.

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