Elvira entró en la residencia hace 14 abriles y lo hizo por voluntad propia, pese a que sus familiares pensaban que estaba bromeando cuando se lo comunicó. “Una tinieblas hubo una luz en mi inicio que me dijo ‘ahora Elvira, no esperes a que te lleven, vete tú”, explica. El primer día llegó presumiendo con sus tacones y cuando su colega se ofreció a cogerla del padrino para ayudarla a subir las escaleras, le espetó un “ni se te ocurra y así me presenté, como si fuese una fiesta”, cuenta la Meryl Streep de la residencia, que es como ella se define a sí misma.
Desde entonces, su día a día la mantiene muy activa. Se despierta a las 6 de la mañana para oír las noticiario, ya que es una apasionada tanto de la política como de la historia, de hecho, puede nombrar de carrerilla a los siete padres de la Constitución. “A la muchedumbre bisoño y de mediana vida le cuentas ahora cómo fue hace 40 abriles salir de una dictadura y te das cuenta de que no tienen ni idea”, explica con resignación.
Tras cuarenta y cinco minutos en la cama donde está muy irresoluto de todo lo que sucede en el mundo, aunque en estos momentos sobre todo le interesa todo lo que está sucediendo en Lazada, se levanta a las 6.45 horas para ducharse y arreglarse y devaluación directamente a la lavandería a hacer tareas. Está haciendo distintas labores hasta las 9.30 horas, que es cuando va a desayunar, aunque inmediatamente a posteriori se basura los dientes y vuelve a la lavandería. “Hasta la hora de ingerir estoy aquí cogiendo ropa, doblándola o zurciendo”, explica.
A las 13.30 horas se va a ingerir y tras ello sube a la habitación a “hacer lo que llamo el trabajo para mí, esos jerséis y calcetines que me encargan. Ahora estoy entre hebra todo el día porque viene el invierno y la muchedumbre quiere estar preparada, es lo que hago hasta el mes de mayo”, asegura Elvira.
Asiduamente, mientras zurce aprovecha para ver los guiones de series de los abriles 70 que no pudo presenciar en la época porque trabajaba, aunque asegura que la serie que siempre se negó a ver fue “Cuéntame cómo pasó” porque “qué me van a contar a mí si lo viví todo”.
Los viernes son un día exclusivo para ella, ya que rompe su rutina diaria para ir a Allariz a ayudar a los enfermos de alzhéimer. “Al venir allí es como si me pegasen un chute, cobro vida y paz”, explica Elvira, quien añade que “quien no conoce el alzhéimer no está en este mundo”.
Es tanta la placer que le genera ayudar a los demás que quiere hacer un nuevo voluntariado en un centro de estudios de inmigrantes con el objetivo de “enseñarles el idioma y nuestras costumbres”. “Estos inmigrantes están trabajando, pero si ellos van cogiendo el idioma más pronto tienen más facilidades, entonces sería cuestión de estar allí tres o cuatro horas durante la tarde”, manifiesta.
Cuerpo donado
Elvira tiene el cuerpo donado a la Universidad de Santiago de Compostela. “Así ellos estudian sobre un cuerpo y no viendo un muñeco lo que les permite memorizar mejor”, explica. “¿Te imaginas allí a cuatro tíos fuertes tocando mi cuerpo?”, añade en tono de broma.
Esta valor se truncó con el covid, ya que la llamaron para explicarle que no podían ir a reunir cuerpos porque no podían trabajar si estaban infectados. Desde entonces, claridad cada seis meses para ver si la situación se ha revertido.
En la última señal, le pidieron que contactase de nuevo con ellos cuando pasen estas Navidades. “Estoy esperando a que pase Año Nuevo para retornar a citar porque la última vez que lo hice me dijeron: ‘Con ese chorro de voz me parece que está usted acullá’. Me alarga la vida cada seis meses”, cuenta.
Tiene tan planificado ese momento que ya ha buscado un locorregional para que el día que le llegue el final se junte su círculo de amigos y disfruten de varias botellas de cava, una bebida por la que siente verdadera devoción. “Allá donde esté yo los veré y les diré ‘ahí está mi muchedumbre”, asegura Elvira.
En esta vírgula, Elvira afirma que “puedo dialogar con toda tranquilidad y tanto sobre la crimen porque tuve una inmensa vida”.