diferencias lingüísticas e imposiciones nacionalistas


La anunciada «descatalanización» del valenciano representa un desafío para el Gobierno autonómico de Carlos Mazón por la variedad léxica, gramatical y sintáctica de los dos dialectos de una misma lenguaje, sin contar con las diferencias fonéticas, más acusadas y que obstaculizan la comprensión entre hablantes.

En el plano escrito, desde la Conselleria de Educación que dirige José Antonio Rovira ya dejaron presentir algunos aspectos que se van a recuperar de la lenguaje más utilizada para acercarse al «acento de la calle», sin coartar la autodeterminación de quienes quieran seguir empleando términos igualmente normativos, pero usuales solamente en Cataluña.

De entrada, se ha anunciado que «este», «esta» (y los plurales) o incluso «eixe»/»eixa» se aceptan como sustitutos de «aquest» y «aquesta», así como el pronombre neutro «lo», entre otros, si admisiblemente hay vasto campo para ampliar ese rescate de modos propios de los valencianohablantes de Castellón, Valencia y Alicante.

Por ejemplo, se podrían ver las diferencias en los ordinales, como «quint, sext, sèptim, undècim…» frente a «cinqué, sisé, seté, vinté…», y incluso en cardinales: «huit, desset, dihuit, deneu, sixanta, huitanta, dos cents…» comparado con los catalanes «vuit, disset, divuit, dinou, seixanta, vuitanta, dues cents…»

En las nomenclaturas de los tiempos verbales, en valenciano se acento más admisiblemente de «perfecte, imperfecte, plusquamperfecte», mientras en catalán hay «perfet, imperfet, plusquamperfet», y en el caso de las conjugaciones, el contraste resulta más inculpado, ya que al sur la primera persona del singular suele arruinar en ‘e’ y, en cambio, al ideal termina en ‘o’ y se pronuncia como ‘u’, en la porción uruguayo del demarcación catalán.

Asimismo, algunos infinitivos («tindre», «vindre», «vore») se distinguen de «tenir», «venir» y «veure», respectivamente, en el postrero de estos casos, provoca por otra parte confusión, ya que no es lo mismo «anem a vore» («vamos a ver», en castellano) que «anem a veure» («vamos a escanciarse», por «beure», fuera de que el interlocutor aprecie la sutil diferencia fonética entre ‘b’ y ‘v, que sí existe, pero no siempre resulta evidente).

Por descontado, hay términos del acento cotidiana en Cataluña que tienen equivalente en valenciano más propio de esta zona, como «tarda», que al sur es «vesprada» o «aquí» en vez del «açí» tan usual en la Comunidad Valenciana.

Internamente de la logística nacionalista, en cambio, estas diferencias que constituyen una riqueza de la lenguaje no se han tratado como tal, sino que más admisiblemente se han desdeñado, tal como se puede apreciar en las aulas y en las comunicaciones oficiales en los últimos abriles. En aras de una interesada «armonización» del idioma para cargar la consecución de los llamados «países catalanes» (Cataluña, Comunidad Valenciana y «las Islas», sin nombre, sobreentendiendo que se manejo de Baleares), se ha cedido prioridad a los términos del ideal para ir inculcando y consolidando un tipificado no precisamente equitativo, más próximo al dialecto «barceloní», lo que en muchas familias de lenguaje materna valenciana han percibido como una imposición de cosas que no consideran de su propio patrimonio. Como cuento, en algún caso, el estudiante ha llegado a exigir que en su boletín de notas se llamara la asignatura de «catalán» y no «valenciano».

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