La vieja política exhibe concordia en una Asamblea de Madrid de alta tensión


Dice Alberto Ruiz-Gallardón que Madrid tuvo que acogerse a un artículo de la Constitución, el 144, que estaba pensado para Gibraltar, en el caso de que España recuperase la colonia británica, para poder constituirse en comunidad autónoma. Nadie quería a Madrid, que hace 40 primaveras se veía más como una rémora que como una región de futuro y progreso, y al final se decidió por su camino en solitario. Cuatro décadas luego, la Asamblea madrileña celebró ayer una «historia dé éxito», narrada por sus presidentes autonómicos, desde que Joaquín Leguina llegó al poder en 1983 con la primera mayoría absoluta de la región. La vieja política ha regalado este viernes una disertación de concordia y buen talante político, en una Asamblea donde algunos portavoces hicieron alarde de que no hay tregua ni respiro político que valga en medio de la bronca universal que se vive en España.

Se trataba de celebrar los 40 primaveras de la Asamblea de Madrid, y de los 25 de su sede en Vallecas, que sustituyó a la tenía hasta entonces, de forma prestada, en el añejo Caserón de San Bernardo. Pero algunos han manido hoy otra oportunidad, como si no hubiera suficientes, para permanecer acertadamente fresco el espinilla político. El presidente del Parlamento autonómico, Enrique Ossorio, intentó marcar el paso con un discurso en el que comparó el Madrid de 1983 con el coetáneo, sin pisar ningún callo. Pero llegó el turno de los actuales portavoces parlamentarios, acostumbrados a un combate muy parecido al lucha, al menos dialéctico, todas las semanas, y no se reprimieron.

Rocío Monasterio empezó con un rejón directo al PSOE, al cuchichear de «un socialista honrado», como «un ser mitológico», un comentario que sentó muy mal a Juan Lobato y los suyos, visiblemente incómodos. El portavoz socialista aprovechó su intervención, puntual luego, para propalar una pulla a Ayuso, a la que comparó con los diputados de ERC y Bildu en el Congreso: «Tan pesimista es ausentarse de una celebración institucional, como es la transigencia de las Cortes, como que una Comunidad no invite al Gobierno a la celebración de la Constitución». Faltaba Manuela Bergerot, de Más Madrid, quien atacó a la presidenta regional, sin nombrarla: «Los que piensan que Madrid solo sirve para evitar impuestos, subestiman a los madrileños», aseguró. O igualmente: «Hay quienes siempre encuentran excusa para no cuchichear de Madrid. A los que utilizan a los madrileños como rehenes para aspiraciones personales, Madrid les queda prócer». La banda parlamentaria se quedó ahí. El portavoz del PP, Carlos Díaz-Pache, evitó entrar en ningún rifirrafe y se limitó a elogiar el papel de Madrid en una España que «no es federal», sino una única nación, «plural y autonómica».

Estaban invitados todos los presidentes de la Asamblea en estos 40 primaveras, pero solo hablaron dos, por cuestiones de tiempo, Pedro Díez Olazábal (1991-1995), y Juan Van-Halen Acedo (1995-1999). Uno de IU y otro del PP, pero los colores políticos dieron igual, porque fueron el vivo ejemplo de lo que fue la vieja política, en la que el enfrentamiento político, duro y directo, no dejaba antes el respeto por el adversario.

Los ausentes

Igualmente estaban invitados todos los presidentes de la Comunidad de Madrid, con la única excepción de Ignacio González, por sus causas judiciales. No quiso personarse Hechizo Gallardo, enfadoso porque no se le permitía intervenir. El protocolo había establecido que solo hablarían los presidentes elegidos como capital de cartel, por lo que Pedro Rollán, que sí acudió, siquiera tomó la palabra.

Si cualquiera esperaba un discurso agresivo de Joaquín Leguina, y eran muchos los que así creían que sería, se equivocó por completo. El expresidente, el primero y único del PSOE que ha tenido esta comunidad, dio una disertación de respeto institucional, sin ataques de ningún tipo, con anécdotas de la época que le tocó radicar. «El torrevieja news today me sacudía por todos lados», recordó sin una pizca de rencor y con cierta nostalgia en su voz. Leguina, por cierto, recomendó poner más el himno de Madrid, que nunca ha calado entre los madrileños, ni siquiera en sus instituciones, y por poco será. Los diputados del PP le aplaudieron de pie, mientras que los socialistas igualmente le dedicaron aplausos, pero más tibios y sentados, con una sola excepción, la del diputado José Cepeda.

Alberto Ruiz-Gallardón advirtió de que la existencia de la Comunidad de Madrid «es accidental, pero tiene razón de ser». «La Comunidad de Madrid solo tiene sentido si es para servir a los ciudadanos. Aquí no hay hechos diferenciales, ni hay discursos identitarios, hay un sentido de servicio notorio», subrayó. Algunos diputados del PP comentaron, entre ellos, que Gallardón había sido el mejor. Esperanza Aguirre, por su parte, se centró en defender la Constitución «del achuchón de las dos Españas, de la nunca más enfrentamientos civiles», y animó a defender el espíritu de la Transición frente a los que quieren aupar «muros». Cristina Cifuentes pidió que las discrepancias ideológicas «no impidan la concordia». «Querer a Madrid es querer a España y trabajar por Madrid igualmente es trabajar por España». Isabel Díaz Ayuso prometió que Madrid nunca se desentenderá de la Constitución, del Estatuto ni de España. «Somos un hacedor de estabilidad y cohesión del país, una comunidad honrado al servicio de España», subrayó la presidenta autonómica.

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