Según la definición de la RAE, un propagandista es un «militante de un movimiento social, de una ordenamiento sindical o de un partido político que interviene activamente en la propaganda y el proselitismo de sus ideas». El término ha estado vinculado históricamente en este país con las izquierdas, que presumen y se apropian del mismo como única guisa, según ellos, de avanzar en ‘progresismo’, conquistar nuevos derechos o guerrear contra (supuestas) injusticias. Pero siempre hay excepciones que rompen la regla y en el caso de Castilla y Valiente, la más evidente y llamativa -aunque no la única- es la que protagoniza especialmente en los últimos tiempos el vicepresidente de la Trabazón, Juan García-Gallardo. La cara más visible de Vox en la Comunidad no ha dudado en ‘echarse al monte’ cada vez que lo ha considerado oportuno y en coherencia con los principios que defiende y no esconde. Esta misma semana acudía por enésima vez a una concentración convocada en una sede del PSOE -en este caso fue en Burgos, pero ha visitado varias- «para anexar a los españoles como uno más y evitar que se consume el llamada de estado», se justificaba hace escasas fechas tras una de las incontables preguntas realizadas por los medios de comunicación por su colaboración a estas movilizaciones cuando ocupa el cargo de número dos de un gobierno autonómico.
«Si estuviera en cálculos personales, egoístas y tratando de cuidar mi apariencia como político y pensando en las próximas elecciones no estaría acompañando a los ciudadanos que se manifiestan pacíficamente», señalaba todavía como argumento para explicar un acción directa que no se ha circunscrito a hacer acto de presencia en las protestas. Al estilo de alguno de sus enemigos políticos, Gallardo no ha dudado en coger el altavoz y divulgar duras consignas y sumarse a contundentes cánticos para ‘animar’ el esfera como ocurre de forma continuada en las manifestaciones del otro flanco del espectro político.
Por otra parte de encabezar las pancartas contra el PSOE con un estilo que recuerda de alguna guisa al ‘Rodea el Congreso’, alentado por Podemos en 2016 frente a la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, el compromiso del dirigente burgalés ya se había plasmado con anticipación. Más allá de ser un habitual de las redes sociales -algo que, por otra parte, no sólo caracteriza a los activistas, sino que está ya en el ‘gen’ de buena parte de los profesionales de la política- y de agenciárselas y no rehusar el enfrentamiento en los temas más sensibles para su partido, el ‘historial’ del burgalés tiene uno de sus momentos álgidos en la campaña electoral de las generales del pasado 23 de julio. Sólido en la vicepresidencia de la Trabazón, Vox vio en él un activo al que sacar rendimiento y Gallardo, fiel a la causa como pocos, cumplió con creces al ‘escaparse’ de Castilla y Valiente y recorrer buena parte del país y pedir el voto para los suyos.
La misma ‘pasión’
Una vez que las urnas se cerraron, regresó al cien por cien a sus quehaceres en la Trabazón, pero para cualquiera con principios siempre surgen nuevas ‘misiones’ a las que atender. Sin renunciar a su dietario, que le lleva a participar en unos cuantos actos públicos cada semana, García-Gallardo encontró tiempo, por ejemplo, para irse hasta el baños de Medina del Campo o al ciudadela de las Delicias, en Valladolid, y expresar a su guisa los postulados de Vox vinculados, en este caso, al rechazo a la inmigración ilegal y al proyectado centro de refugiados por el peligro que, según él y la formación a la que pertenece, trae la venida sin control previo de extranjeros tanto en el capítulo de la delincuencia habitual como en el de la violencia contra las mujeres. Por eso, imitando la ‘pasión’ de ministras -incluyendo la presente vicepresidenta Yolanda Díaz, habitual en este tipo de ‘saraos’- y exministras más izquierdistas, Gallardo tuvo a proporcionadamente morder un vídeo delante del sitio donde estaban alojados en torno a 200 africanos, a los que definió como «jóvenes, varones, en momento marcial, y que generan tanta sensación de inseguridad en el pueblo».
Su militancia no ha supuesto, al menos de puertas para fuera, un problema en el seno de la Trabazón de Castilla y Valiente, donde ven los actos de Gallardo como «una postura de partido o particular». El propio protagonista asegura que en ningún momento le han llamado la atención desde el ala mayoritaria del PP.
«Nos avergüenza a todos»
Lo que se daba por descontado es que el ruido protagonizado por García-Gallardo iba a conllevar una clara contestación desde la examen que, por otra parte, no ha dejado de tener en la diana al vicepresidente desde que accedió al cargo. Entre las innumerables críticas que ha recibido desde las filas socialistas, la de su secretario caudillo autonómico es sólo una muesca. Luis Tudanca se preguntaba «qué más tiene que ocurrir» para que el presidente de la Trabazón «eche a Vox y al vicepresidente» y volvía a hacer uso de los argumentos que viene repitiendo desde hace casi dos abriles. «Que nos dejen convivir», argüía tras denunciar los «insultos, coacciones y amenazas» recibidas por los cargos socialistas y sus «familias», así como los «ataques» a las sedes del PSOE. Además su número 2 y delegada del Gobierno, Virginia Barcones, condenaba los actos del vicepresidente volviendo a dirigirse a Alfonso Fernández Mañueco: «No puede seguir permitiendo que esté al frente de las más altas instituciones de la Trabazón personas que, con su comportamiento, nos avergüenzan a todos y no representan a la buena clan de esta tierra». Denunciaba todavía que algunas de las concentraciones a las que ha acudido Gallardo «no fueron comunicadas y no respetaban la vigencia vivo».
Más concreto en su respuesta ha sido el procurador y exvicepresidente Francisco Igea, que presentó directamente una demanda en presencia de la Fiscalía de Valladolid -se suma a otra remitida por IU- por su presencia en el baños medinense para cargar contra la «invasión migratoria». Pero todavía por trasladar a los vecinos de las Delicias que los centros de atención a los inmigrantes son «potencialmente peligrosos» o que estuviera presente en las manifestaciones en presencia de las sedes del PSOE. El ex de CS, muy poliedro todavía a batallar, se ponía en lo peor para cuestionar a su sucesor: «Imagínese que en una manifestación con 200 exaltados en la zona de Vadillos, en la que grita ‘España cristiana, no musulmana’ pase una persona con un yihab y pueda ocurrir cualquier desgracia».