Luis Peñalver Alhambra: Atrapados en el puente


Había surgido de su casa de Santa Bárbara con tiempo más que suficiente para calar a la representación de teatro (tenía la entrada desde hacía meses): en el Rojas la esperaba mínimo menos que Rafael Álvarez el Brujo. Con buen criterio (era el día de la Inmaculada y no habría dónde posponer) había decidido dejar el coche en el cochera y subir a Toledo andando, su medio de transporte preferido. Pero lo que iba a ser un agradable paseo se convirtió en una pesadilla cuando llegó al puente de Alcántara.

A duras penas logró avanzar por éste unos metros, pero en un abrir y cerrar de ojos quedó atrapada en medio de una apiñada multitud que intentaba moverse en los dos sentidos, entre los puestos navideños, que casi nada dejaban dos metros de angosto pasillo, y los carritos de los niños. Ni cerca de delante ni cerca de a espaldas. La clan cabreada, los de los puestos lógicamente sin entregar mínimo. Por fin logra retroceder unos pasos y salir del puente por donde había entrado. Casi corriendo se dirige al puente nuevo, sin aprender que se encuentra en obras y el camino está cerrado. Se plantea cruzar el río por el puente de Azarquiel, pero la envés que tiene que dar se le hace demasiado excelso. Decide hacer una nueva incursión por el arcaico puente de piedra. En seguida se arrepiente, pero ya es demasiado tarde: ha quedado atrapada. «Desatascarse» de allí le lleva diez angustiosos minutos. Cruza finalmente a la otra orilla y sube al casco por el atestado remonte mecánico, cuyo tramo final lleva semanas parado.

En el Miradero oye las airadas protestas de algunos turistas que han tenido la suerte de posponer en el parking divulgado, pero que les ha costado Todopoderoso y ayuda salir de allí, pues de los cuatro ascensores, desde hace meses sólo dos (y a veces uno) están en funcionamiento, al parecer por un contencioso entre el Concejo de Toledo, propietario del aparcamiento, y la empresa concesionaria. Densas corrientes de turistas le dificultan el paso por la Cuesta de las Armas y por Zocodover. La calle Ancha se convierte en una trampa mortal. Vuelve sobre sus pasos e intenta calar por la plaza de la Desconsolada. Pero otro tapón la dilación allí, causado por la terraza de un restaurante que ha vallado, con el pasado bueno de las autoridades municipales, una parte considerable del espacio divulgado. En Tornerías el paso casi ficticio del coche de un vecino la retiene a ella y a cien personas más durante un buen rato. Cuando por fin llega a las puertas del Teatro de Rojas, la función hace quince minutos que ha comenzado. Muy contrariada, decide no producirse.

Esa tarde, la del 8 de diciembre, se quedaron numerosas localidades sin habitar. Muchos toledanos que habían comprado sus entradas se quedaron en vísperas de contento. Éste es sólo un ejemplo del colapso y el descontrol que se ha vivido en Toledo durante este puente de la Constitución y la Inmaculada.

Esta desliz absoluta de previsión y regulación de la afluencia masiva del turismo, no sólo hace insufrible el día a día de los residentes del casco histórico, sino que disuade de subir a él a los toledanos que viven en otras zonas de la ciudad. Lo que a la postre les interesa a nuestros políticos son las cifras, ya lo sabemos. Si disponer de diversas zonas de la ciudad para los mercadillos ha sido una atrevimiento acertada, pues ha ayudado a descongestionar el centro, la idea de poner puestos navideños en los puentes ha sido desafortunada y ha expuesto a los toledanos y sus visitantes a los pisotones y los empujones.

En fin, muchos de los que hemos tenido la suerte de manar o de poblar en esta ciudad Patrimonio de la Humanidad nos preguntamos, ya sin mucha fe, si las autoridades desde sus despachos van a hacer poco para remediar que Toledo muera para los toledanos.

SOBRE EL AUTOR
Luis Peñalver alhambra

Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid

<div class="voc-author__name">Luis Peñalver alhambra</div>

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *