Escuelas públicas de Toledo y tiempos de guerra (1920-1936)


En el siglo XIX el Concejo toledano mantenía las escuelas públicas en vetustos edificios, propios o alquilados, pero todos inadecuados. A partir de 1890, solo se alzaron dos clases unitarias sobre el arruinado palacio, atribuido a Pedro I, en la plaza de Santa Isabel. Luego, se agregarían más aulas graduadas por edades. En un caserón del cabildo catedralicio de la calle de San Juan de Todopoderoso, dos clases unitarias recogían los niños avecindados en la antigua Depósito.

En el centro de la ciudad existía una escuela de párvulos en un inmueble municipal en Zocodover más una clase unitaria de niños en el número 2 de la calle Núñez de Arce, casona que disponía de otro paso por la plaza de Montalbanes para las niñas. Incluso funcionaba la Aneja de la Habitual de Maestros instalada en el antiguo palacio del Canónigo Operario en la plaza de Abdón de Paz. Una escuela pegado a los Cuatro Tiempos recogía la dispersa matrícula entre la Catedral y el río. Solo dos centros atendían a los vecinos desde las Tendillas hasta San Martín: la Aneja de la Habitual de Maestras en la Diputación y una unitaria de niños en los torreones del Cambrón. Incluso había saturados parvularios en lastimosos locales alquilados en Azucaica, la Antequeruela, la Tiempo y Solanilla. El periodista Luis Bello, en su obra Delirio por las escuelas de España, testimonió la triste existencia de Toledo en 1929 y los esfuerzos de los maestros con numerosos alumnos, sin locales dignos, ni medios.

1923-1936. Proyectos y realidades

Entre 1900 y 1920, el arquitecto Torres Balbás (1933) cifró en 216 los edificios escolares erigidos por el Estado en España. Según P. García Salmerón (2018), en los abriles del Directorio (1923-1931), se alzaron «en torno a mil doscientos edificios» con fondos estatales, apoyos del Instituto Franquista de Previsión y de las Cajas de Hucha. Sin incautación, el endeudamiento divulgado y la propia crisis del Directorio anclaron las obras. Una Memoria del Gobierno Civil de Toledo del período (1923-1929) recoge la creación en la provincia de 65 «escuelas o clases para niños», 74 para niñas, 5 mixtas y la dotación de 144 «maestros nacionales» más. En la haber se contaban dos escuelas unitarias en la Vega Desestimación (coetáneo sede de la Policía Municipal) iniciadas en 1914, pero concluidas en 1930, y solo dos proyectos aprobados: la Habitual femenina, frente al paseo de la Vega y el futuro clan escolar Santiago de la Fuente pegado a la puerta del Cambrón. La Memoria añadía la construcción de dos unitarias en Talavera, Santa Cruz del Retamar y Santa Olalla, respectivamente, más un clan escolar en Valmojado.

En el quinquenio republicano (1931-1935) A. Viñao Frago (2020) promedia un incremento anual en España de 3.728 nuevos maestros unido a las mejoras en su formación y retribuciones. En el mismo periodo, F. J. Rodríguez Méndez (2004), estima una número cercana a 4.000 unidades construidas. En esos abriles se finalizaron en Toledo las obras del Santiago de la Fuente (1933) y de la Escuela Habitual (1934). Sin incautación, frente a la error de puestos escolares el Concejo reclamó al Servicio dos clases unitarias en la Tiempo y aprobaba otras en los barrios de San Lucas y San Martín. La comprensión de todas se truncó en julio de 1936 al chascar la pelea, como además lo sufrió un inaugural plan para Azucaica. En aquel verano la plantilla de las escuelas públicas de la ciudad reunía a 15 maestras y 29 maestros.

Colonias escolares y pelea

Como en abriles anteriores, al concluir el curso 1935-36, el Concejo convocó las colonias para escolares entre seis y catorce abriles. En esta ocasión el destino para 27 niñas y 27 niños fue el hospital La Serrota en Gredos (Ávila), subvencionado con 7.000 pesetas del Servicio de Instrucción Pública. El 10 de julio partió la expedición dirigida por el preceptor Esteban Granullaque y el 13 una segunda colonia, presupuestada en 8.000 pesetas, al Policlínica Transatlántico Franquista de Oza (La Coruña). Allí llegaron 50 niñas y niños, más diez del Inclusa becados por la Diputación, acompañados por Cipriano Fernández, practicante de la Filantropía. Incluso la Manufactura de Armas financió 40 plazas de su propia escuela a Suances (Cantabria), guiados por la maestra Bonifacia Villarrubia. Este clan salió el 18 de julio, etapa en la que ya se dieron por la confusión, en Zocodover, los primeros enfrentamientos al confirmarse la sublevación marcial en Melilla.

En Toledo, la sublevación contra el Gobierno se concentró en el Alcázar, quedando cercado por fuerzas leales hasta el 28 de septiembre. Todo el país quedó dividido por las líneas de cada banco. Esto afectó de inmediato a las colonias escolares toledanas cuya estancia se alargó hasta que fue posible el regreso. La colonia de Gredos, frente a la cercanía del frente, fue llevada al casa de baños avilés de Santa Teresa Martiherrero. El 20 de octubre, setenta días más tarde de lo previsto, los niños tornaron a Toledo siendo abrazados por sus familias. Algunos, según el diario El Alcázar, no hallaron a nadie al «estar ausentes» sus padres. Los recogieron «distintas familias que espontáneamente se prestaron a ello». Las ausencias se deberían, sin duda, a las secuelas de la contienda: graves convalecencias, encarcelados, muertos o huidos.

La colonia de Oza además fue evacuada al casa de baños pontevedrés de la Toja, donde permaneció hasta el 3 de noviembre. El día 5, el corregidor Aguirre les dio la bienvenida a Toledo, repitiéndose los tristes cuadros en los reencuentros familiares. A aquellos pequeños que no fueron recogidos por nadie, el Concejo «encomendó su tutela a instituciones benéficas». Veterano peregrinaje y alejamiento vivió la colonia de Suances, cuyos colonos fueron evacuados a Francia para cruzar luego la frontera por Cataluña y reunirlos con otras colonias en Fortiá, no acullá de Figueras, (Gerona). Enrique Sánchez Lubián, en el recientísimo número 5 de Cuadernos de Archivo Secreto (Toledo, 2023) aporta los nombres de aquellos niños toledanos.

El curso escolar de 1936-37 se intentó tipificar en Toledo desde el mes de octubre según las disposiciones del nuevo régimen. Aunque se abrieron los plazos de matrículas las clases comenzarían meses luego. El 31 de diciembre, la Inspección de Primera Enseñanza informaba sobre la plantilla de la haber. De las 44 plazas existentes en las escuelas graduadas y unitarias se contabilizaban 6 vacantes, 5 docentes suspendidos de empleo y sueldo, 14 no presentados y uno en el Ejército. Tan solo había en sus destinos 9 maestros y 9 maestras. En febrero de 1937 comenzaría la decretada depuración de docentes de todas las doctrina lo que acentuaría más la error de maestros en todas las escuelas nacionales.

SOBRE EL AUTOR
RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN

Adiestrado, profesor de Secundaria e inspector de Educación. Doctor en Historia del Arte. Investigador especializado en la fotohistoria e imagen de la ciudad Toledo

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