Cierra Rock Palace, santuario del rock underground en Madrid


Entre «la depre, los ansiedad y el cansancio físico», Andreu Muntaner ‘Lobo’ atiende a torrevieja news today mientras costal los equipos de sonido de los locales de análisis de Rock Palace, la sala de conciertos de la calle Vara del Rey (entre Atocha y Delicias) que yuxtapuesto a unos amigos ha regentado durante ocho primaveras hasta este viernes, cuando abrirá sus puertas por última vez. A los muy rockeros les habrá sonado el nombre, ya que fue cantante de Los Trogloditas durante una lapso. Y hace ya casi un cuarto de siglo, se convirtió en un piadoso más de este santuario del rock underground que, según nos cuenta, no ha podido exceder el «agujero financiero» que dejó la pandemia. Una triste comunicación para la espectáculo madrileña, que ha conocido advenir por su tablas a pie de pista a innumerables figuras nacionales e internacionales del índole, como John Spencer Blues Explosion, Glucifer, Turbonegro, El Vez, Betunizer, Nave Nodriza, Bisnaga, Futuro Terror, Los Chicos, Cuello o Motociclón.

El palacio del rock de Madrid, era, no obstante, un espacio franco para otros estilos y otros calibres de artistas. Por ejemplo, por su estudio de impresión se pasaban de vez en cuando gigantes del flamenco como Tomatito o Enrique Morente y su hija Suerte, y en sus locales de análisis practicaban Javier Vargas, La Frontera, Los Toreros Muertos o Los Enemigos. «No es que nos hayan subido el inquilinato repentinamente ni nadie de eso. Intentamos negociar con el dueño del restringido para exceder el socavón, pero no se llegó a ningún acuerdo», explica Muntaner. «Y ahora, por muy perfectamente que nos fuera, se hace irrealizable rellenar ese agujero de la pandemia. Hemos intentado traspasar el restringido pero no aparece nadie interesado, y nos quedan dos días. Ojalá surja determinado… Pero si no, no tenemos ni idea de qué va a ser de este espacio cuando nos vayamos. No sabemos qué quiere hacer el dueño».

El equipo que ahora se ve obligado a tirar la toalla es el tercero que ha estado al frente desde la comprensión de la sala, allá por el mañana 1995. «Nosotros se la cogimos a la familia que lo llevó desde 2011 hasta 2015, que incluso tuvo que dejarlo por problemas económicos. Yo primero fui cliente con Los Trogloditas, luego cogimos el estudio de impresión, y luego el palacio firme. Lo nuestro fue una cosa de fans que no querían dejar vencer a la sala», lamenta Muntaner, que sucedió a otro colectivo de empresarios melómanos con cariño underground, responsables de clubes muy reconocidos como La Buena y Aparcamiento Sónico.

Ellos, a su vez, habían cogido el informante de los fundadores, Norah Findlay y Ricky, que aguantaron al pie del cañón durante más de tres lustros. Componente de bandas de punk-rock como los Pleasure Fuckers, mítica costado con Kike Turmix a la habitante, o de Sin City Fix y los Flystones, Norah convirtió al Rock Palace en una remisión obligada del rock y el punk en Madrid, tomando como remisión negocios similares existentes en ciudades como Nueva York o Los Ángeles.

Cuando Rock Palace acoja la última excursión de confraternización rocanrolera el próximo viernes, Muntaner volverá a dedicarse en monopolio a la música pero en sus planes -ni en los de sus socios- no está ponerse al frente de ningún otro esquema de sala de conciertos. «Hemos saledizo asaz escaldados, y luego de esto cada uno volverá a lo suyo», dice entre risas con el poco buen humor que le queda luego de la capitulación. «Al menos hemos cumplido lo que prometimos al arribar: que estaríamos todo el tiempo que pudiéramos. Pero desgraciadamente hemos llegado al tope».


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