Así actuaba la ‘asaltaviejas’ que sembró el pánico en el Penedès


Remedios Sánchez asesinó con sus propias manos a tres ancianas en verano del 2006 en Barcelona y lo intentó con otras cinco. La mujer, una cocinera gallega que tenía auge de elaborar las mejores croquetas del Eixample, sembró el pánico entre las abuelas más vulnerables a las que los Mossos d’Esquadra les llegaron a pedir, antiguamente de detener a la criminal, que no se fiaran de nadie. Que desconfiaran y se resistieran a rasgar la puerta a desconocidas.

La conocida como ‘mataviejas’ no es la protagonista de esta historia, pero hasta el momento de su detención, los mossos de la pelotón de investigación de El Vendrell, sobre todo los veteranos, creyeron ver en la delincuente tras la que iban a una nueva ‘asaltaviejas’ que si proporcionadamente trataba de evitar el uso de la violencia, no tuvo inconveniente en hacer daño al menos en una de las ocasiones. La mujer sembró el pánico en varias localidades del Baix Penedès, en Cunit, Segur de Calafell y el Vendrell.

Detenida por robar a ancianas

Detenida por robar a ancianas

La historia, adelantada este miércoles en el software Tot es Mou de TV3, es espeluznante y pone los pelos de punta la absoluta frialdad y crueldad con la que la delincuente asaltaba a mujeres vulnerables que no podían defenderse.

La pelotón de investigación de los Mossos d’Esquadra de El Vendrell lograron detener a su sospechosa, marroquina de 40 abriles, en Cunit el pasado 1 de noviembre e imputarle ocho hurtos, un robo con violencia, dos estafas y dos robos con fuerza. La policía municipal de Cunit además participó en la detención, tras admitir los avisos consecutivos de dos robos en domicilios de las calles Joaquim Mir y Pere Romeu. No tenían dudas de que había de ser la sospechosa.

Las víctimas no eran elegidas al azar. Al contrario. Habría un trabajo previo de compilar información y datos para confirmar que se trataba de mujeres vulnerables, que vivían solas, con problemas de movilidad y algunas incluso ciegas. Un trabajo previo para el que los Mossos sospechan que había otros colaboradores de la asaltante y a los que ahora tratan de identificar los policías.

El mandón David Torroella, responsables de la pelotón de investigación, detalla a este diario la complejidad que supuso  dar con la mujer. Pese a no tener dudas de que se trataba de ella, porque adicionalmente tenía más de un centenar de referencias policiales por hecho similares y tres órdenes de búsqueda y captura, y otra de ingreso inmediato en prisión, adicionalmente de época para un prudencia por acusaciones anteriores, la mujer cambiaba asiduamente de domicilio. Una de las víctimas tenía 93 abriles.

En algunas ocasiones las abordaba por la calle y les contaba siempre la misma historia. “Hola, soy la hija de Carmen. ¿No te acuerdas de mí? ¿Cómo es posible? Si mujer, que poca memoria tienes”. Con formas exquisitas y mucha ternura, simulando estar grávida, la víctima acababa dudando. Y le pedía entrar en la casa porque decía estar mareada en ese momento y necesitaba un vaso de agua.

Una de las víctimas con problemas de movilidad que la mantenían postrada en la cama, le llegó a suplicar que no la robara. En su caso, la ladrona accedió al inmueble escalando por el exógeno, ya que se trataba de un primer asfalto. El hijo de la mujer había instalado una cámara de vigilancia en la habitación de su religiosa, para cuando él estuviera carente controlar a la religiosa y comunicarse con ella. Ya en la vivienda, la asaltante empezó a escudriñar por cajones, debajo del colchón, mientras la mujer le suplicaba, desde la cama, que por valimiento no se le llevara cero, que su situación económica era precaria y que tuviera compasión. Pero de cero sirvieron las súplicas. Siquiera a otra de las víctimas que se arrodilló frente a la ladrona para rogarle que no se le llevara la dependencia con una medalla, de escaso valencia crematístico, pero sí todo el sentimental. Se la llevó e incluso ya detenida, frente a el árbitro, el magistrado que había escuchado en explicación a la víctima lagrimear todavía por aquella medalla, le pidió a la sospechosa que le dijera dónde había revendido aquella alcoba para tratar de devolverla a la mujer. Pero se negó en claro a dar detalles. A esa víctima la llegó a pegar cuando tras las súplicas trató de acercarse a la mujer para recuperar la medalla.

Cuando los Mossos la detuvieron por fin, la mujer llevaba encima algunas de las piezas robadas. No fue complicado relacionar los crímenes, a pesar de las dificultades de las víctimas en participar en las ruedas de gratitud. La sospechosa tenía la costumbre de dejar piezas del robo previo en la sucesivo casa a la que accedía. Por ejemplo, en una robó una cartera y en el sucesivo domicilio la dejó vacía.

Tras la detención, la mujer empezó a lagrimear. ¿Se arrepentía? “Lo dudo. Pero creemos que lloraba por la detención y porque sabía que esta vez ingresaría un tiempo en prisión, no porque le dieran pena ninguna de las víctimas a las que no tuvo inconveniente en saquear pese a las súplicas y la vulnerabilidad”, contó el mandón.

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