«¡Vaya higos, vaya uvas… Qué melocotón!»


“Qué higo, qué uva… Qué melocotón”. En una esquina de la calle de Alcalá, en el límite entre los distritos de Ciudad Lineal y San Blas, un matrimonio de mediana edad grita a la venta de mercancías muy pequeñas, que se limitan únicamente a esos tres productos. No es mucho, pero los comerciantes hacen lo mejor que pueden. “Frutas buenas y baratas”, insisten. Los peatones pasan, como si no fuera su problema. En media hora, sólo un grupo de personas mayores, cliente habitual de este tipo de mercadillos, se reúne alrededor de las cuatro cajas de fruta que los vendedores ambulantes tienen preparadas. Su negocio acaba cuando un coche de la Policía Municipal aparece en la calle de los Hermanos García Noblejas y acaba con la competencia desleal en una calle madrileña repleta de pequeños fruteros.

El reloj marca las 12 cuando un grupo de no más de cinco personas mayores hacen cola mientras los ilegales sirven el pedido de uno de ellos sin guantes. En realidad es la mujer la que se encarga de meter las frutas en la bolsa y pesar su contenido en una báscula digital colgante. Mientras tanto, el marido charla con los clientes, clasifica las cajas vacías y hace de vigilante. Camina de un lado a otro de la acera, por si los uniformados aparecen por la esquina. Fuentes de la Policía Municipal del distrito de San Blas-Canillejas reconocen que, patrullando por este punto de la calle de Alcalá, frente al número 418, “en ocasiones han detectado este tipo de venta”; algo que confirmaron vecinos de esta zona cercana al centro comercial Alcalá Norte.

La pareja de vendedores suele aparecer al mediodía, en días alternos. “No están todos los días, pero vienen mucho”, aclara el verdulero de un comercio cercano. Cuestionado por su ‘lugar de trabajo’ sin licencia, el ilegal asegura que no comercia en otro punto de la calle de Alcalá: «Aquí sólo me pongo yo, pero si pides te lo llevo a casa si está cerca” Calle abajo, ya en Ciudad Lineal, la Comisaría Distrital Integral “no ha detectado esta situación, al menos de momento”, precisan las mismas fuentes policiales.

Los únicos tres productos que hay en el mercado son higos, melocotones y uvas. Este último, a 2,25 euros el kilo, por debajo del valor de mercado: por supuesto, el negocio no conlleva gastos de alquiler, licencias ni pagos a Hacienda. Los higos y melocotones, en cambio, están a 3,50 euros el kilo, a precios similares a los que se pagan en fruterías y supermercados.

Las cajas con el ‘género’, colocadas unas sobre otras en el suelo, están resguardadas por contenedores de basura y por la terraza de una cafetería cercana. Pero no hay que dejarse engañar por la posición ni por la ilegalidad de la actividad, porque “los higos son un manjar, los he probado”, afirma una de las compradoras, que dice frecuentar el lugar. “Son de Ávila, muy buenos”, responde el comerciante. Un frutero al final de la acera, sin embargo, duda del origen de las frutas que el matrimonio reparte entre los mayores, con el peligro que pueden entrañar para la salud. “Quién sabe de dónde los sacaron… No te puedes fiar de lo que venden en la calle”, critica el dueño de una frutería.

Los ‘tenderos’ permanecen en la esquina el mayor tiempo posible, hasta que aparecen los agentes. “Se marchan rápidamente cuando llega la policía”, afirma otro verdulero, lo que no impide que en ocasiones sean cazados. “Cuando los pillan, les incautan la mercancía, que suele ser poca cantidad, y les presentan una denuncia por infringir la ordenanza de venta ambulante”, explican desde la Policía Municipal. La Ordenanza municipal que regula la venta ambulante incluye como ‘grave’ “instalar puestos o realizar la actividad sin autorización municipal”, lo que conlleva multas de entre 150 y 1.202 euros.

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