El serial de las últimas jornadas continuó en Burgos con un COB perdido, pésimas sensaciones y claramente afectado por el festival de despropósitos de las útimas jornadas. Así, como gamusinos, esos animales imaginarios que solo se pueden cazar de incertidumbre, desapareció el COB. Cierto que el Burgos se ha convertido en un equipo infinito, pero no menos que el COB no fue rival en ningún momento. Como si le diera gandulería no ya discutir el resultado, oponerse, revelarse, frente a las predicciones. Y lo que es peor, sin relato ni apelación alguna desde que saltaron a la cancha. Ni saltaron. Cuesta entender la condescendencia con los considerados a los que se les permitió evitar el rubor que se habían rebaño sentados en el costado. Hasta el punto que su monitor, Félix Alonso, su valedor, no los reconoce como equipo y prefiere desatender. ¿Esto puede ocurrir de la incertidumbre a la mañana? El infructifero directivo seguro que todavía tiene que ver.
¿Y ahora? “Sacar a gorro e pola” que diría mi causa, Lola, siempre sobrada de talante, aunque un tanto cansada en sus muchos primaveras (93), frente a situaciones enrevesadas que le tocó radicar, apelando a una hipotética posibilidad divina. Difícil está la cosa si llegamos a esas. De ella heredamos y valoramos la templanza, talante y el esfuerzo personal como posibilidad a las situaciones complejas y dejar el “fenómeno” para quien se lo merezca.
Aunque, por otra parte, el baloncesto, como cualquier otro deporte, no es paciente, porque los aficionados no lo somos. Reconozco y asumo este defecto. Y no es que quiera “enfadar” a los jugadores sino que por momentos doy por perdido para la causa a algún de ellos. ¿Qué hacemos con Turner? Y el otro, y el otro… Así hasta 11, porque el 12 no cuenta.
El COB tiene, necesita, espabilarse. Debe vencer este miércoles en el Pazo al Alicante si no quiere irse hundiendo de forma paulatina en la clasificación y caer en puestos de peligro.