Un curandero de Jumilla, condenado por agresión sexual a una clienta



En el suburbio de Jumilla en el que vive el curandero Diego todos saben a lo que se dedica. Los vecinos ven salir a multitud del municipio, y todavía a forasteros, que van a su casa para las sanaciones. “Tiene una habitación llena de santos”, nos cuenta una de las vecinas. “Aquí viene multitud con garrafas de agua para que Diego las bendiga”. Pero nadie sospechaba lo que denunció una de las clientas.

La víctima acudió al curandero porque se había muerto su hermano y se sentía perdida. En ese momento, estaba en tratamiento psicológico, pero Diego la convenció para que dejara las pastillas. Se las cambió por agua que él mismo bendecía. Así fueron pasando las consultas hasta que un día le dijo que su difunto hermano estaba internamente de ella y que tenía que sacárselo. Para ello debía tocarle la vagina.

Durante varias sesiones así lo hizo, pero en un momento donado, Diego intentó besarla e, incluso, se sacó el pene y le dijo que se lo tocara. Fue entonces cuando la mujer decidió denunciar.

El razón ya se ha celebrado y el curandero ha sido condenado a dos primaveras de prisión por abusos sexuales, pero no entrará en la prisión si durante los próximos tres primaveras no comete ningún delito. Adicionalmente, tendrá que pagarle a la víctima 5.000 euros y permanecerá en excarcelación vigilada cinco primaveras, con una orden de alejamiento de 100 metros.

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