Sin bar, ni cafetería, ni lugares donde reunirse, cada mañana los vecinos toman café a las puertas de la tienda de ultramarinos que acaba de destapar Patricia en su pueblo originario. Hace 20 abriles se mudó contiguo a sus padres a Mallorca y hace dos abriles decidió retornar para reinventarse con la primera
Patricia y su marido han montado este negocio en su propia casa. “Adentro de la tienda tenemos el entrada a nuestra vivienda, la entrada es lo que ayer era el dormitorio”, explican.
Un ayer y un luego en su vida y igualmente en la de sus vecinos. Preguntando por la calle, aseguran que “hacía desatiendo”, ya que tienen todo lo que necesitan: “Ayer no había cero, ni ultramarinos, ni botica, ni cero de cero”. Aquellos que tenían coche podían comprar, pero muchos otros dependían de los camiones que llevaban fruta, pescado y otros alimentos, un día a la semana.
Ahora este negocio va mucho más allá . “Se ha convertido en un centro social”, celebra la propietaria. Un hito para un pueblo en el que mucha familia maduro vive sola y ahora “van a tener un ratito de sentirse a complacencia y acompañados”, señala Patricia.
Una calidez que añoraban en este municipio de la España vaciada y que esperan amparar todos los días del año.