El PSOE, pendiente de las tensiones entre Podemos y Sumar para adelantar al BNG en Galicia


La izquierda gallega está con la calculadora en la mano desde que Alfonso Rueda convocó las elecciones autonómicas para el próximo 18 de febrero. No está solo en engranaje si hay una mayoría alternativa al hegemónico PP gallego luego de 14 primaveras –un atmósfera que no prevé ninguna de las encuestas en combate estas últimas semanas– sino incluso quién la lideraría. Y es ahí donde la variable Sumar puede juguetear un papel determinante.

El partido que lidera Yolanda Díaz anunció el pasado miércoles un preacuerdo con Podemos e Izquierda Unida para concurrir de guisa conjunta a las autonómicas. Pero el texto, ya bendecido por IU, habrá ahora de ser avalado por las bases moradas, en una consulta que remata en la medianoche del viernes y cuyos resultados se conocerán este sábado. El partido que dirige Ione Belarra no ha revelado cuántas personas conforman su censo de inscritos en la Comunidad, pero en su mano estará ratificar un acuerdo avalado por la dirección gallega de Podemos o, por el contrario, atender a las consignas de Pablo Iglesias, que el jueves desde su DiarioRED llamaba públicamente a obstaculizar la coalición, defendía no presentarse a las elecciones y pedir el voto para el BNG.

De la respuesta de esta consulta a la militancia no está solo irresoluto Sumar, que cree que un apoyo al preacuerdo reforzaría su mensaje de pelotón en la izquierda alternativa al PSOE, sino incluso los socialistas, que ven en los de Yolanda Díaz su única vía para recuperar un pulso perdido desde hace cuatro primaveras con el BNG. Esas mismas encuestas coinciden en que los nacionalistas se mantendrían cómodamente al frente de la izquierda, con una holgada delantera sobre el PSOE, a pesar de que su candidato, José Ramón Gómez Besteiro, cuenta con el respaldo personal de Pedro Sánchez, que hace quince días reveló que llegó a confundir su nombre como posible ministro de España.

Las opciones del PSOE para recuperar la primacía en la izquierda y unas hipotéticas opciones de liderar un gobierno rotatorio pasan por que Sumar sea una opción competitiva en estas elecciones. Los de Díaz manejan como haber los 175.000 votos logrados en las últimas elecciones generales de julio, con los que superaron los poco más de 150.000 del BNG. Sin confiscación, en las anteriores autonómicas los nacionalistas se alzaron con 311.000, por solo 51.000 de Podemos. El encarecimiento del BNG en 2020 se explicó con el derrumbe de En Marea, la confluencia de la que es heredera Sumar, con la única marcha de los nacionalistas de Anova, más próximos a regresar al redil oficialista del Monolito.

Si acertadamente Sumar considera que su principal pósito de votos puede estar en la contención –tradicionalmente viejo en las autonómicas que en las generales–, comparte un porcentaje elevado de voto con el BNG y, en último medida, con el PSOE. De recuperarlo, desactivaría a los nacionalistas, inmersos en una campaña presidencialista en la que Ana Pontón estaría a escasamente cincuenta días de presidir Galicia. Las encuestas reflejan que el BNG estaría tocando techo, sin ganancia para seguir creciendo.

En situación contraria estaría el PSOE. Si Sumar recupera voto del Monolito, los socialistas confían en poder movilizar a los 460.000 votantes del pasado 23-J para mejorar los pobres 253.000 votos logrados en las gallegas de 2020. Eso les podría permitir anticipar al nacionalismo y ser primera fuerza en la izquierda, el auténtico objetivo de Gómez Besteiro, y que justificaría la reto personal que Sánchez ha hecho con él. De hecho, lo previsible es que, con independencia de lo que suceda el 18-F, Besteiro vuelva a ser secretario normal del PSOE gallego a lo dispendioso de 2024, cargo del que dimitió en 2015 tras la persecución legal que sufrió por parte de la enjuiciador Pilar de Lara.

Si finalmente el BNG resiste el empuje de Sumar –lo que se traduciría en un fracaso político de Díaz para ganar representación–, y el PP perdiera su mayoría absoluta, Galicia quedaría por primera vez en su historia en manos del nacionalismo, alineando las tres nacionalidades históricas en un mismo discurso de cuestionamiento territorial. El BNG, que juega a la moderación en estas elecciones, volverá a ir previsiblemente pegado a ERC y Bildu en las europeas de junio, como ya sucedió en 2018.

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