el año del regreso de Besteiro y del adiós de Baltar y la legislatura


Un regreso esperado y un adiós con el que nadie contaba. En el plano político, el año que termina en Galicia ha sido prolijo en parte, que podrían sintetizarse en el retorno a la primera ringlera del exlíder del PSdeG, José Ramón Gómez Besteiro, ahora además candidato socialista a la Xunta en las autonómicas del 18F; en el fin de la dinastía de los Baltar en Orense tras los discretos resultados de las municipales de mayo y sus problemas judiciales; y el fin de una sesión rematada a final de año con un Alfonso Rueda consolidado en las encuestas para encarar el desafío de revalidar la finca mayoría absoluta para el PP en las elecciones de febrero.

Desde que a finales de 2022 se archivara la última causa irresoluto contra Besteiro, el PSdeG estaba manejando los tiempos para el regreso de su exsecretario universal. La abyección estaba coordinada con Ferraz y Moncloa. Y en abril se alzó el telón: se le nombraba delegado del Gobierno, en una reestructuración del gobierno de Pedro Sánchez que llevaba a José Miñones al Servicio de Sanidad. No era solo una rehabilitación política para Besteiro, sino el eclosión de una operación planificada para devolverle la visibilidad perdida y prepararlo para lo que acabó siendo: candidato socialista a la Xunta.

La hoja de ruta se vio alterada en mayo con el adelanto de las elecciones generales, y Besteiro encontró refugio como inicio de inventario por Lugo al Congreso de los Diputados. No le fue especialmente acertadamente el 23J, perdiendo uno de los dos diputados por la provincia en beneficio de un PP que exhibió su poderío en la circunscripción. Pero la reválida de Sánchez le permitió seguir acumulando visibilidad, ahora como presidente de la comisión de transportes del Congreso, convertido en una suerte de delegado del Gobierno oficioso, que anuncia obras e inversiones estatales por la Comunidad en pesquisa del foco perdido.

El adiós de Baltar

El otro hito político del año fueron las municipales de mayo, una cita en la que casi todos resultaron vencedores, con almohadilla en las distintas expectativas. El PP se alivió con la recuperación de la alcaldía de Ferrol —éxito personal de José Manuel Rey Varela— y, sobre todo, la Diputación de Pontevedra, asestando un duro shock a Abel Noble y Carmela Silva. Pero su promoción se quedó corto en Lugo, Santiago, La Coruña y —sobre todo— Orense, donde la ‘pillada’ a Manuel Baltar a 215 km/h por la autovía generó el suficiente ruido como para ocultar los controvertidos audios de Gonzalo Pérez Jácome conocidos en campaña, donde se escuchaban prácticas presuntamente corruptas.

El mal resultado del PP en Orense —sin alcaldías de fuste en la provincia, incólume Ribadavia o San Cibrao—, sumado al desgaste de Baltar, llevó a su salida del PP y de la Diputación, en manos de Luis Pequeño, el corregidor de Pereiro de Aguiar, que se postula además como previsible líder provincial del partido. Un fin de ciclo con el que nadie contaba, y que ponía fin a tres décadas de poder político de los Baltar en Orense.

El 28M sonrió a un PSOE que se veía arrollado por la ola popular en las encuestas, pero a la que resistió, manteniendo las diputaciones y las ciudades de Lugo y La Coruña, encima del inexpugnable feudo vigués. A la tino de la suerte que corrió el partido en el resto de España, el PSdeG se dio por satisfecho, aunque una de sus pérdidas fuera la alcaldía de Santiago de Compostela, que entregó a un BNG con al punto que seis concejales de los 25 de la corporación. Fue la toma de la caudal gallega el gran triunfo de los nacionalistas, más por el hundimiento del PSOE de Sánchez Bugallo que por méritos propios, pero les valió para recuperar una alcaldía urbana, poco que les era externo —con la excepción hecha de Pontevedra— desde hacía vigésimo primaveras.

Desde entonces, el Liga ha utilizado la visibilidad de Compostela para proyectar no solo la imagen de su regidora, Goretti Sanmartín, sino la de su portavoz doméstico y candidata, Ana Pontón. Los deslices institucionales de Sanmartín fueron la tónica en las primeras semanas, con desaires a la Catedral y una dietario ideológica muy marcada, que le hizo admitir críticas incluso del PSOE que la hizo alcaldesa, y que se negó a formar parte del gobierno regional. Es el mismo PSOE que ahora ha poliedro oxígeno a Sanmartín garantizándole apoyo para sus presupuestos municipales.

Optimismo en el PP

Fue este 2023 además el año de las elecciones generales de la frustración para Alberto Núñez Feijóo, pero del optimismo para un PPdeG que alcanzaba sus segundos mejores resultados desde 2009, con 700.000 votos y una inyección de confianza para las autonómicas, a la dorso de la punta. Alfonso Rueda las convocó el 21 de diciembre tras aprobar unos Presupuestos con mucha carga política, fruto de un año en el que su figura ha terminado de consolidarse entre la opinión pública con un sello personal propio, empezando a despuntar como voz autorizada del PP en la política doméstico. Es, igualmente, ese PPdeG que despidió rumbo a Madrid a los últimos colaboradores de Feijóo, como Pedro Puy o Francisco Conde, cerrando definitivamente una etapa dorada en el partido a nivel regional.

El 23J fue además un baño de efectividad para el BNG, que aspiraba a agrupación propio en el Congreso y se tuvo que conformar con permanecer su solitario diputado, y ver cómo Sumar lo adelantaba con más escaños y papeletas en la Comunidad. El PSdeG superaba los 460.000 votos y sueña con devolver no solo el ‘sorpasso’ autonómico al BNG, sino liderar un gobierno independiente al PP, proscenio que todavía no augura ninguna investigación.

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