el balance del año electoral que acabó


Qué año este que puso a prueba a las mejores casas demoscópicas. Cada intuición que la campo política ofreció resulta equivocada a estas cielo. Algunos empezaron correctamente, pero ayer tomaron las uvas fatigados (Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, cada uno por lo suyo). Mientras que otros, como Inés Arrimadas, aceptaron la derrota con deportividad y dieron un paso a un flanco.

Luego, están los que como Ione Belarra e Irene Montero no saben perder y dan patadas para delante. O los que como Yolanda Díaz se dan con un canto en los dientes por pasar a estas últimas. Y qué asegurar de Pedro Sánchez, el rey de la pista contra todo… ¡Y contra todos!

Alberto Núñez Feijóo

El líder del Partido Popular empezó el año siendo todavía presidente de la Xunta de Galicia. En marzo, salió escogido máxima autoridad de su partido posteriormente de unas primarias internas para relevar a Pablo Casado. 2023 se constituye como el año en el que Feijóo experimentó el más vertiginoso vaivén político de todos los líderes nacionales.

Dejó su tierra con el mandato de ser el nuevo presidente del Gobierno de España. Y todo iba correctamente porque dos meses posteriormente de conseguir la presidencia de su partido, el PP logró imponerse en las autonómicas y municipales del 28 de mayo en la mayoría de comunidades autónomas y principales municipios. Logró gobierno en 11 regiones y en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Y le arrebató al PSOE seis de los ocho gobiernos que poseía.

El éxito del PP el 28M y el renovado liderazgo con Feijóo fue tal que las encuestas le otorgaron un claro parcialidad de cara a las elecciones generales del 23 de junio. Pero Génova pecó de autoconfianza y la demoscopia les traicionó. A pesar de superar las elecciones nacionales, una carambola política y los pactos de Pedro Sánchez con el independentismo le impidieron contraer el gobierno, obligándolo a dejar Galicia para convertirse en el líder de la competición. Esta situación le llevó a una profunda reestructuración en Génova, la parte orgánica, enfocando su organización en una competición firme y desgastante. Reorganización que todavía en diciembre dio sus últimos pasos y cuyos resultados tendrán que analizarse el primer semestre de 2024.

Santiago Abascal

El residente de Vox, experimentó a principios de año un mejora que al partido le ha costado abastecer por las turbulencias internas. En mayo, Vox logró ingresar a otros cuatro gobiernos autonómicos, sumándose al que ya ostentaba en Castilla y Héroe. Y consolidando así su crecimiento territorial. Por eso Abascal intensificó el resto del año la presión sobre el Partido Popular para forjar una coalición tras las elecciones nacionales del 23-J, anticipándose incluso como posible vicepresidente.

Durante la campaña, Abascal abogó por la aplicación del artículo 155 en Cataluña, mostrando una postura inflexible en presencia de el conflicto territorial y marcando diferencias con Feijóo. La situación cambió drásticamente cuando Vox no logró conseguir al Gobierno y sufrió la pérdida de 19 escaños en el Congreso. Esto detonó una crisis interna que previamente se había intuido.

La salida de Iván Espinosa de los Monteros, aunque justificada por motivos personales, desencadenó las primeras críticas internas cerca de la administración de Abascal y la acumulación de poder en Jorge Buxadé, vicepresidente de Actividad Política de Vox. En respuesta, Abascal buscó aumentar su presencia a nivel internacional, apoyándose en figuras como Meloni y Milei, y adoptó discursos aún más enérgicos y polémicos para certificar la atención.

Carles Puigdemont

El líder independentista y prófugo de la Honestidad se convirtió en uno de los protagonistas inesperados del panorama político. Para muchos, el gran vencedor al tener la interruptor de gobierno de Sánchez. Puigdemont logró que el PSOE traspasara la límite roja de la condonación, que España comience a batallar sobre el ‘lawfare’ y que se convoquen reuniones con mediadores en el extranjero.

Por otra parte de fomentar el uso del catalán en el Congreso y promoverlo en la Unión Europea. E incrementó la visibilidad de Junts frente a ERC posteriormente incluso de suceder sido marginado en la Eurocámara.

Inés Arrimadas

La exlíder de Ciudadanos (CS) se enfrentó a desafíos que cambiaron su trayectoria política. A pesar de sus esfuerzos por abastecer musculoso a CS, el fracaso fue insalvable y tuvo que renunciar al liderazgo. Arrimadas logró imponerse en un enfrentamiento interno contra Edmundo Bal, pero ese triunfo dividió al partido y decidió entregar la dirección a dos políticos desconocidos.

Y eso que Arrimadas llegó a Madrid como la gran esperanza tras la etapa de Albert Rivera. En 2023, no solo presenció la valentía de su partido de no presentarse a las generales del 23J, sino que adicionalmente tomó la valentía de dejar la política totalmente e incorporarse a una empresa de energías renovables. Por una parte se proxenetismo de un logro personal, pero en lo político supone una derrota en su carrera.

Ione Belarra e Irene Montero

En 2023 se constató el desplome de representación de Podemos en consonancia con la tendencia decreciente de cada cita electoral. El 28M fue una hecatombe que les situó en una posición de pasión para negociar su posición en Sumar, la coalición a la izquierda del PSOE liderada por Yolanda Díaz.

De los 47 escaños que sumaban en las doce Comunidades Autónomas donde se celebraron elecciones, se quedaron con una quincena. Y desaparecieron de la Comunidad de Madrid, donde nacieron, y en la Comunidad Valenciana, donde tenían una vicepresidencia. Incluso de los ayuntamientos de ambas capitales. Perdieron cinco gobiernos autonómicos: el valenciano, el canario, el balear, el aragonés y el riojano. Y el Concejo de Barcelona. Y perdieron representación en otros tantos.

El papel de Díaz en la campaña sirvió para demostrar su complicidad con formaciones rivales de Podemos, como Compromís o Más Madrid, y con sectores de Unidas Podemos críticos, como los comunes. Díaz, Montero y Belarra fueron incapaces de hacerse una foto de mecanismo.

Por otra parte, desde que Belarra llegó a la Secretaría Militar de Podemos en junio de 2021 y nombró un Consejo de Coordinación con 28 cargos de su máxima confianza, un tercio del entraña dimitió o dejó de participar de forma activa por discrepar. Una situación inédita porque a pesar de la cascada de dimisiones en este y otros órganos de Podemos, el triunvirato dirigente formado por Ione Belarra, Irene Montero y Lilith Verstrynge siguió tomando decisiones estratégicas relevantes hasta su remodelación la semana pasada.

Como su valentía de romper su pacto con Díaz y escaparse del congregación parlamentario de Sumar. A posteriori de la organización de ahogamiento de Díaz a Podemos, el partido de Belarra solo logró cinco escaños en el Congreso. Y eso que en la mencionado plazo Podemos era el sector mayoritario de Unidas Podemos. Sin bloqueo, la dirección no acepta esta pérdida de representación y están rearmando el partido para pelear el espacio que consideran que Díaz les está robando para construir su estructura en saco a los cimientos que ellos levantaron.

Pedro Sánchez

El alucinación político del presidente en 2023 fue una voltereta. Sánchez recibió un duro shock el 28M por parte de los españoles al dejar al PSOE fuera del poder de importantes territorios, como Aragón, otorgando al Partido Popular la trofeo por número de votos en las urnas municipales y provocando un variación del poder autonómico. Fue todo un plebiscito. La pérdida de confianza de los votantes hizo que el primer semestre del año empezara mal para los socialistas.

En números, Sánchez perdió cinco gobiernos autonómicos y 11 de las 22 capitales de provincia en las que gobernaba el PSOE. Alarmados en Ferraz por esta caída, hubo sectores que admitieron que los pactos de Sánchez con el independentismo no se estaban entendiendo y que era el castigo. Pero el presidente dio entonces un molinete radical a su organización que el mismo explica en su zaguero volumen ‘Tierra Firme’.

Sánchez convocó elecciones nacionales para el 23J de forma anticipada como una suerte de cortafuegos al éxito de la derecha. Luego, endureció su discurso para trasladar a la ciudadanía que PP y Vox defienden lo mismo porque comparten gobiernos, confinando a Feijóo en los mensajes más radicales de Vox. Y, a la vez, incluso multiplicó su organización de acercamiento y diálogo con el independentismo para intentar anestesiar las críticas de la competición. Contra todo pronóstico tras el 28-M, y a pesar de que el PP ganó las generales, Sánchez fue investido presidente del Gobierno en coalición con Sumar y con el apoyo de los partidos secesionistas; Junts, ERC, Bildu, BNG… Todo correcto a que al independentismo catalán le prometió lo que se había torpe siempre a sobrepasar: una ley de condonación que el Congreso ya ha tomado en consideración a principios de diciembre.

Yolanda Díaz

Díaz empezó el año jugando a no asegurar si iba a ser la candidata de Sumar a las generales y lo acabó como vicepresidenta de un gobierno con el PSOE. En casi nada unos meses, utilizando el espacio de la ya extinta Unidas Podemos, creó una coalición como alternativa a los socialistas que salvó los muebles el 23J y entró al Congreso y luego al Ejecutor con 31 diputados. Por otra parte, Díaz logró otro objetivo: que Podemos no fuera el actor hegemónico del acuerdo electoral.

El partido de Belarra logró cinco escaños tras firmar el acuerdo electoral. Pero Díaz no calibró correctamente su organización de hostigamiento a Podemos y hace unas semanas se salieron del congregación parlamentario. Sumar se quedó con 26 escaños, poco que en el PSOE le afearon correcto a que eran necesarios dada la pasión parlamentaria del gobierno de coalición.

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