Obituario | Isabel Álvarez Díaz, cofrade nazarena de Valdeorras



Mama de una numerosa progenie, que cumpliría los 100 en junio, se fue extinguiendo, en su Valdeorras querida, Isabel Álvarez, una casi institución barquense yuxtapuesto a su marido, el ya desaparecido Julio Gurriarán Canalejas, quien, por otra parte de médico ejerciente, de ésos que no a heroína sino a pie recorrían las aldeas de la montaña donde se les solicitase a cualquier hora, tuvo una intensa vida política como corregidor de O Barco por muchas legislaturas, diputado y senador igualmente, impulsor del enrevesado deportivo y docente barquense, en un adiestramiento de aptitud alternando la alcaldía con la medicina.

A la clan Gurriarán-Alvarez la acreditan, por otra parte, una progenie de ocho hijos entre los que Julio, compañero y amigo, solícito como lo era su padre, con él coincidí, el cual diligente no solo nos abrió el salón del concello sino que intervino como introductor de una conferencia cuando de defensa del medioambiente andábamos.

Isabel era esa persona de tan popular en O Barco que cuando salía le costaba regresar a casa por su sociabilidad y empatía con sus convecinos. Decía que la fortuna tenía, entre otras, de que sus hijos todos vivos, y que esto ya la compensaba sobradamente. Aún en sus postreros días se la vería muy activa y atenta a que todo saliese aceptablemente en la cena general de Nochebuena y Nochevieja en la que reunida toda su numerosa progenie.

Durante los funerales en la iglesia de San Mauro, donde la imagen del Disciplinante se cuidador, el celebrante hizo un sentido y conmovedor trayecto por la vida fecunda de esta barquense, devota del Cristo, por otra parte de cofrade, que tuvo el póstumo homenaje de una gran concurrencia y la de que todas las que pasaron para ayudar en las caseras faenas y en la crianza de sus hijos, estuviesen en sus funerales.

Las creyentes como Isabel, que por otra parte se distinguen por su afabilidad y atención a los desposeídos, merecen tener ese sitio reservado a tenor de lo que en vida con creces practicaron. Podríamos sostener aquello tan manido de “que la tierra te sea leve”… pero a veces es la piedra, más que la tierra o el flato, la que podría acogernos.

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