El supuesto punto de suministro es fácilmente identificable: una llamativa puerta acorazada de color rojo, que solo pueden franquear los conocidos, y que instalaron los nuevos inquilinos, al menos tres, los mismos que llegaron al morería el pasado 20 de diciembre procedentes de A Milagrosa, en donde la Policía Doméstico desmanteló un importante punto de traspaso de drogas. No están de okupas, sino que pagan religiosamente el locación y hasta dejaron fianza. El hijo de la dueña de la casa tiene una buena relación con ellos y frecuenta el inmueble.
Por allí sube y muerto además la Policía Doméstico, pero en coches sin rotular, desde que les llegaron vía telemática y presencial varias denuncias. En ellas, se acento de “inseguridad”, “miedo”, “cólera”, “impotencia”. Los agentes ya han identificado a viejos conocidos. Ayer mismo, por la sombra, con ayuda de la Policía Lugar.
La situación en Eiroás
Eiroás era hasta ahora un morería residencial tranquilo, con buenas casas, en el que viven personas que se han hecho mayores allí. Por eso, los vecinos no quieren encauzar lo que no es natural y que quede impresionado como “un dispensario de droga”, tal como ocurrió con la vecina Covadonga. “La Policía viene por aquí con frecuencia, pero no soluciona el tema y la inseguridad crece”, aseguran los residentes.
La preocupación es tal que saben de algún caso de familias, con lazos de muerte en la zona, que se echaron detrás a la hora de residir en Eiroás. “Todo el mundo sabe qué ocurre en el número 6 de la calle Boavista”, aseguran. “Es una especie de supermercado de la droga en el que en vez de comprar fruta compras droga”, comentan.
La relación con los nuevos vecinos, de procedencia dominicana, no es mala -dicen los consultados-. Pero -insisten- “si se dedican a poco ilícito no nos gusta”.
La Policía precisa una orden de entrada y registro para poder franquear la puerta roja, y no es claro conseguirla. La inviolabilidad del domicilio que amparan las leyes solo se puede interrumpir con un coche de entrada y registro motivado por un árbitro. Para ello, los investigadores deben presentarle pruebas con nombres y apellidos en las que, al menos indiciariamente, se demuestre la actividad ilícita del tráfico de drogas. Y una buena parte de los toxicómanos suele consumir la sustancia narcótico en las “narcocasas” para evitar que los agentes, en caso de registro, les requisen las papelinas.