Un baile a la vida, biografía de un emigr…


La brisa casi imperceptible del revoloteo de una palomilla se deja percatar cuando Alejandro Calderón Morales (2000 Cali, Colombia) acento. Sus luceros, adornados con dos simpáticos lunares en los párpados inferiores, asemejan a dos lepidópteros que con un tercero tatuado en el pecho forman un triángulo vigilante, y él, como el mismísimo insecto, no pierde detalle de la vida que se mueve a su cerca de y en todas las direcciones.

“Llegué en el 2005, con cinco abriles y conmemoración un diciembre muy anodino”, comienza su breve acontecimientos en España. Del Valle del Cauca recuerda el colorido en las horas de luz, y una pronta preliminares idealizada que contrasta con sus primeros abriles en el alfoz de A Carballeira, donde actualmente vuelve a residir. “El principio fue cruel”, confiesa, y relata escuetamente una infancia de burlas e insultos a causa de su acento o el color de su piel. “La masa no era lo que es ahora”, puntualiza. Minutos a posteriori dirá de los ourensanos que son uno de sus tres amores por la ciudad. 

Alejandro Calderón, colombiano en Ourense
Alejandro Calderón, colombiano en Ourense

Sin más conexiones que una abuela que había llegado décadas ayer por una amiga, reconoce que recaló en esta parte del mundo “un poco de resurtida”. Y resulta simpático escucharle aprobar todavía que de aquí no debería marcharse nunca. “Siempre que salgo de Ourense, me rompo una parte del cuerpo”. Carcajada mediante, ya cuenta una pierna y un valedor lesionados de ocasiones en las que se aventuró a cruzar la frontera. “La moraleja es que no debería irme de Ourense, por vitalidad, más que ausencia”, concluye hilarante.

De su comunidad, formada por mamá, abuela, y hermano destaca la unión con la primera. “Somos una piñita de dos”, apostilla. Otro pilar es su perra Mora “mi hija, básicamente”, confiesa, con la que practica senderismo, una de sus grandes aficiones. Destaca los alrededores de Ourense y sus senderos ecológicos como una de las mejores cosas que tiene la ciudad, y liberal, comparte el secreto de sus lugares perfectos, ya sean los vestigios arqueológicos del Castillo de San Antón, las vistas desde los caminos de Bárbadás o los márgenes del río Miño con destino a Outariz, Oira o Untes.

Alejandro Calderón, colombiano en Ourense
Alejandro Calderón, colombiano en Ourense

La escuela de la vida le ha dejado su devoción por el bailoteo y su afán por relativizar los dramas y tomarse la vida con humor. Desde un desgobierno paterno que denomina “tradición latinoamericana”, a “traumas varios de la infancia”, episodios que sobrevuela con una vistazo melancólica enmarcada entre pestañas -peinadas y húmedas-, que recuerdan a patitas de palomilla. Si tiene que cantar canta, sin miedo a dejar mal a su orquestina, y si tiene que posar posa, coqueto y hasta opinando sobre su imagen en cámara. “Un contrapicado muy tik tok”, Alejandro reciente, sensible, simpático y social participa, se desternilla, y regala tiempo presente conocedro de que en breve se repliega a sus actividades en la naturaleza en soledad.

Alejandro Calderón, colombiano en Ourense
Alejandro Calderón, colombiano en Ourense

Bailarín y coreógrafo

Bailarín y coreógrafo en una orquestina convocatoria ‘Horizon The Show’, acento con la propiedad que le confieren sus veintitrés abriles, de una postura profesional que tenía clara desde peque y que reconoce no le proporciona gran estabilidad económica. “Tenían razón”, admite en relación a los consejos familiares que le auguraban un futuro sindical incierto. Ese clan bailón del que aprendió la salsa y los ritmos latinos viendo danzar a sus mayores. Abriles a posteriori se formaría en Coppelia, la Escuela de Danza de Nati Fleta sita en Curros Enríquez.

En una formación de preguntas variopintas Alejandro se revela como un híbrido latino gallego que no sabe aceptablemente qué país nominar. “¡Colombia… no… España!”, confesiones que parecen contradicciones como la del pulpo como comida gallega que adora, “aunque ya no la puedo yantar porque soy vegano”, apunta.

Respecto a Ourense “cambiaría al equipo de gobierno”, afirma cantarín, y al que fue peque marginado por su deje andino le sale un acento gallego. Se sabe el nombre del corregidor, no así el del prelado. Y todavía conoce el del patrón, aunque -paradojas de la vida para el miembro de una orquesta-, desconoce las celebraciones mayores. “¿Fiestas de San Martiño todavía?, ¿Tomás de Aquino, ¿San Bartolomé…?”, continúa el relato y se pregunta jocoso si es hombre, mujer o santo.

Sueña Calderón “poder ser bailarín de alguna fortuna”, y menta a la Rosalía “tra tra”, C. Tangana o Ana Mena como alguno de sus ídolos nacionales. Proyecta Ale-Alejandro una codicia serena con el movimiento de sus caderas y su nombre resuena como esa conocida canción de Lady Gaga.

Alejandro Calderón, colombiano en Ourense

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