Pink Floyd haciendo latir en Japón su corazón atómico maternal: documento histórico



Probablemente el mejor momento para activo sacado esta nueva reimpresión peculiar para coleccionistas de “Atom Heart Mother” de Pink Floyd hubiera sido 2020, con motivo de su 50 aniversario, pero aunque nos parezca ahora ya difícil de memorar, en plena pandemia todo estaba en el filo de la cortaplumas, muy especialmente el mundo de la música, que se quedó de un día para otro sin actuaciones en directo, giras ni festivales.

Por ello no debe sorprendernos que sea ahora, con la industria musical –o lo que quede de ella– más o menos de envés a la normalidad, que sea ahora, a mediados del pasado mes de diciembre cuando se ha decidido finalmente esta estampado peculiar de este controvertido disco de Pink Floyd, al que en España se llamó durante muchos primaveras “el disco de la cooperacha”. En este aspecto, vamos con retraso con respecto al mercado japonés; esta reimpresión se puso en circulación en el país oriental en 2021.

Como es habitual en este tipo de relanzamientos, encima de la remasterización de los temas originales del disco y su presentación en CD y LP contiene una serie de extras como siempre en estos casos, pensados a la medida del fan más firme de Pink Floyd, como por ejemplo el vídeo extra de tres minutos con imágenes del festival Hakone Aphrodite, en cuyo marco Pink Floyd actuaron por primera vez en Japón en agosto de 1971, un volumen de fotografías de 60 páginas y diferente memorabilia de saludos del festival, incluido un cartel, réplicas de las entradas al concierto, un folleto y un planisferio del extensión y sobre todo, un documento inusual al que solo se había tenido camino en el mercado bootleg: un Blu-ray que contiene un fragmento de unos 20 minutos aproximadamente del concierto de Pink Floyd en ese peculiar festival japonés tocando la canción que daba título al disco. Esta disco anteriormente solo estuvo acondicionado en el costoso box-set “Early Years”, editado solamente en Estados Unidos. El primer disco básicamente es la remasterización de 2011 del LP diferente, cuyo trotamundos título instrumental de seis partes y 24 minutos yo personalmente siempre lo consideré como un predecesor de “Echoes” de “Meddle”. Presenta muchos cambios de tempo y variaciones en apariencia improvisadas -algunos dirían que sin rumbo, otros dirían que de forma fascinante- antiguamente de ascender a un culminación dramático cargado de intensidad reforzado por un coro aceptablemente trabajado y una aceptablemente intercalada sección de metales. Una suite orquestal instrumental dividida en fragmentos unidos a partir de la guitarra en capas de Gilmour, excursiones vocales corales, teclados muy elaborados y varios mercancía de sonido que anuncian lo que sería una seña de identidad musical inequívoca de “Dark Side Of The Moon”. Creo que cerca de señalar como hecho secundario que conveniente a las restricciones del horario del estudio, Roger Waters y Nick Mason tocaron el bajo y la hilera durante toda la pista de 23 minutos en una sola toma.

Le siguen tres temas relativamente breves y más convencionales, pero aceptablemente elaborados: “If” de Roger Waters, más folk y evocador, “Summer ’68”, de Rick Wright, en la que la sección de singladura resulta un logro para darle fuerza, musicalidad y originalidad a un tema que está en la origen del rock sinfónico de los 70 y “Fat Old Sun”, cuarto muy característica del estilo musical de David Gilmour. Las tres canciones suenan casi como creaciones en solitario de sus compositores y la última prácticamente lo es, ya que Gilmour no sólo es el cantante sino que toca todos los instrumentos a excepción del entraña.

Concluye el trabajo con “Alan’s Psychedelic Breakfast”, una compleja y surrealista obra de 13 minutos en su mayoría instrumental, acreditada a los cuatro miembros del familia. Aunque obviamente es un producto de la era del LSD, ofrece más de un destello de ingenio verdaderamente brillante inmediato al sonido del road manager Alan Styles preparando y tomando su desayuno mientras va diciendo “Mi cabecera está en blanco” a medida que la pista se desvanece.

El audio remasterizado está aceptablemente, pero en sinceridad no supone una gran restablecimiento con respecto al disco diferente de Pink Floyd. Sin incautación, el video del show del familia en Japón es lo suficientemente bueno como para hacer desear que “Atom Heart Mother” no fuera el único de los seis temas del disco que ha sobrevivido en la película.

Haciendo un poco de historia, el disco se puso a la cesión el 2 de octubre de 1970, siendo el primer disco de Pink Floyd que no incluye a la manada ni su nombre en ninguna parte de todo el empaque del disco, exactamente igual que en el “White Album” de los Beatles y de “Led Zeppelin IV” de Led Zeppelin. “Atom Heart Mother”, tal y como me comentó en cierta ocasión mi querido y siempre añorado avezado Jordi Tardá, debe ser uno de los discos más extraños que en absoluto haya encabezado las listas del Reino Unido. 

Sí, han sabio aceptablemente ustedes, el avaricioso botellín disco de Pink Floyd, “Atom Heart Mother”, fue el primer éxito relevante del familia en las listas británicas, su primer nº1 en los charts ingleses, pero no lo fue entre la crítica musical de aquel momento, ni siquiera entre la propia manada. Roger Waters dijo de él que era “un espanto que le producía vergüenza” y David Gilmour, quizá en una de las escasísimas ocasiones en las que estuvo de acuerdo con Waters, lo calificó como “un montón de mierda”. Nick Mason y Rick Wright nunca discreparon públicamente al menos de estas opiniones.

Sin incautación, debo asegurar que para muchos de sus fans y todavía en gran medida para mí, “Atom Heart Mother” y otros trabajos de Pink Floyd de este periodo, como “Ummagumma” y “Meddle”, siempre han sido no más interesantes que los magistrales álbumes con los que se convirtieron en mitos como “Dark Side Of The Moon” o “Animals”, pero sí muy atractivos y en gran medida, muy reveladores a la hora de explicar y de proporcionar claves básicas de cómo se produjo la progreso de Pink Floyd como familia en un momento en el que creativamente hablando todo sucedía a velocidad de desvanecimiento en el mundo del rock. Son discos que reflejan muy fielmente, si se quiere de forma tal vez demasiado densa, la acumulación de ideas que bullían en la cabecera de sus creadores y como si en esos discos se derramaban de forma más o menos aparentemente anárquica, su elaboración les ayudó a enemistar con mucha más racionalidad esos discos posteriores que les convertirían en estrellas de rock absolutas.

Un documento que refleja a la perfección los cambios que se estaban produciendo en el rock en un año tan crucial como 1970, el año de las muertes de Janis Joplin y Jimi Hendrix, de la separación de los Beatles y del inicio de las dos grandes corrientes que otorgarían su marchamo a la nueva período en sus primeros primaveras, el hard rock/heavy metal y el rock sinfónico en sus diversas variantes. Sumergirse en él puede resultar una más que atractiva aventura.

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