El padre del terrorista


Estuve el 19 de agosto de 2017 en Ripoll investigando quiénes fueron los autores de los atentados de La Rambla y Cambrils. Eran jóvenes sin trabajo reclutados por el imán de la ciudad, que a los ojos de su familia ejercía una buena influencia sobre sus hijos.

La tensión en el municipio era evidente. La casa del Imam Abdelbaki Es Satty era una pequeña habitación que compartía con un hombre que trabajaba vendiendo frutas, que apenas hablaba español, y con el que intentamos comunicarnos sin éxito a través de Google Translator. No sabía quién era realmente su compañero de cuarto, con quien parecía no tener ninguna amistad. En la mezquita se vieron abrumados. Habían expulsado al imán porque se había tomado unos meses de vacaciones –que después supimos que aprovechó para preparar el atentado–, pero tampoco sabían que había reclutado a algunos jóvenes. Nadie jamás sospechó nada. O al menos eso es lo que dijeron.


leer también

Toni Muñoz

Horizontal

Las familias de los terroristas habían guardado un prudente silencio durante todo el día hasta que, inesperadamente, salieron a la calle por la tarde para condenar los actos que habían cometido sus hijos. Los padres y madres levantaron una pancarta con el lema “No en mi nombre”. Los familiares condenaron la masacre mientras internamente lamentaban la muerte de sus hijos.

Entre esa multitud y tensión, se supo que había terroristas asesinados, detenidos y uno prófugo, el autor del atentado, Younes Aboyaaqoub. Hablé con el padre de Younes. Me dijo que pensaba que el imán era un buen mentor para sus hijos y que por eso nunca sospechó que estuvieran haciendo algo malo. Supuso que estar en la mezquita les ayudaría a no extraviarse. Cuando terminamos nuestra pequeña charla, me preguntó si sabía algo sobre Houssaines. Tenía otro hijo, Houssaines Abouyaaqoub, que también formaba parte de la célula y del que no sabía nada.

Recuerdo que tenía una lista con los nombres de los terroristas arrestados y asesinados. Houssaines estaba entre los muertos. Miré mi teléfono y, por unos segundos, dudé si decirle la verdad, incluso me pregunté si era la mejor persona para darle esa información. Finalmente pensé que tarde o temprano lo descubriría. “Está muerto”, dije. Cerró los párpados asumiendo una noticia que ya esperaba y se giró buscando el consuelo de un familiar. A pocos metros, su esposa atendía a la prensa e imploraba a su hijo Younes que dejara de correr. “Quiero que se entregue. Prefiero que vaya a la cárcel antes de que acabe muerto”.

Younes Aboyaqqoub andaba suelto y la policía lo buscaba por toda Cataluña. El joven moriría baleado dos días después en Subirats por dos mossos d’esquadra de la comisaría de Vilafranca que le sorprendieron merodeando por unos viñedos. Esos mossos sufrieron estrés postraumático. El hermano de Younes fue asesinado, junto a otros tres compañeros, cuando intentaban provocar una masacre en el paseo marítimo de Cambrils. Un agente los abatió a todos y fue nombrado héroe de Cambrils. Sin embargo, lejos de la grandilocuencia de la etiqueta, al mosso se le ha concedido la incapacidad permanente debido a las profundas consecuencias psicológicas que le provocó el heroísmo. La Generalitat le concedió la máxima distinción del organismo en marzo de 2022 tras años reclamándola. Nadie escapó al dolor del ataque del Barcelona. Ni los familiares de los 16 muertos y 130 heridos, ni los policías ni las familias de los terroristas.

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *