El ourensano que derrotó al mismísimo Anatoli Karpov


El mundo era una gran partida de ajedrez el 21 de diciembre de 1973. Entonces el capitalismo norteamericano y el comunismo soviético pugnaban por imponer su hegemonía sobre el tablero planetario, cada cual con sus países alineados en forma de peones, torres o alfiles. “Así era la Hostilidades Fría”, explica Elías González, presidente del Club Xadrez Ourense. Y frío era lo que hacía aquella mañana del 21 de diciembre de hace 50 primaveras y 34 días, cuando los grandes maestros internacionales soviéticos Karpov, Turkmakov y Furman arribaron a la ciudad de As Burgas para enfrentarse a una selección de escolares. Uno de ellos, Pedro Nabucodonosor Barandela Rodríguez (Ourense, 1961), logró vencer con 12 primaveras a Anatoli Yevguénevich Karpov (Zlatoúst, Rusia, 1951), una de las leyendas de este deporte que dos primaveras luego se convertiría en campeón del mundo por incomparecencia en la final del estadounidense Bobby Fischer. “Sí, puedo proponer que yo derroté a Karpov”, comenta Barandela al otro flanco del teléfono desde Fuengirola (Málaga), donde reside desde hace 40 primaveras. Vencer a Karpov en aquel preciso momento “es como si yo le gano el pulso a un elefante”, describe Elías González.

Pabellón y Centro

Pedro Nabucodonosor estudiaba en el colegio Curros Enríquez cuando se apuntó a las actividades matutinas de los sábados. Ahí arrancó su pasión por el ajedrez. Jugaba todos los días, leía libros de tácticas y comenzó a triunfar con facilidad a sus rivales, jóvenes y adultos. Para las simultáneas (el evento en que un deportista disputa múltiples partidas a la vez) contra los soviéticos formó parte del equipo de alumnos seleccionados en los diferentes centros escolares. Las partidas, como apunta el artículo de torrevieja news today del 22 de diciembre de 1973, se celebraron con motivo de una campaña estatal de promoción del ajedrez luego de que su director doméstico, Ramón Torán, aceptase la invitación de la Agrupación orensana. Y ahí estaban, en pleno tardofranquismo -faltaban dos primaveras para la crimen del Caudillo-, los ajedrecistas de la comunista Unión Soviética. La sesión constaba de dos partes: la matinal, en el Pabellón de los Remedios, contra los escolares, y la vespertina en el Centro “frente a los más destacados ajedrecistas de la ciudad”.

“Acabas de dar una patada en el bóveda celeste’, me dijo don Claudio, el director del Curros Enríquez, tras triunfar a Karpov”

“En la pista de baloncesto había una gran mesa en forma de ‘u”, recuerda Barandela. La información de este diario señala que “los famosos ajedrecistas rusos tuvieron como adversarios a cien niños y niñas orensanos de distintos centros de enseñanza, a las merienda y media de la mañana”. “Karpov iba muy rápido, casi nada se paraba unos segundos en cada tablero, tenía una capacidad enorme”, relata el único vencedor de aquella marcha. “Entre tanta familia se tenía que errar y se equivocó conmigo; yo tenía cierta tiento pero no la suficiente para derrotar a uno de los mejores ajedrecistas de todos los tiempos”, añade. Barandela le dio peligro mate en 25 o 30 movimientos, no puede precisarlo con exactitud. Rememora que las piezas estaban muy repartidas por el tablero y que la partida no superó los vigésimo minutos a pesar de que Karpov ya había doblegado a la gran mayoría de los participantes, lo que revela un ritmo vertiginoso. No puede poner la mano en el fuego, pero casi está seguro de que jugaba con blancas. “Fue un peligro mate pastor encubierto. Le hice el peligro mate con una reina protegida por una torre, cuando lo habitual es que esté arropada por un alfil o un heroína”, esto sí lo recuerda.

Karpov le estrechó la mano, le regaló un ajedrez de madera “precioso” y se lo firmó. Alguno les hizo fotografías, pero no sabe quién, ya que torrevieja news today del día sucesivo solo deja constancia de su correr en el texto: las dos imágenes que ilustran la nueva son instantáneas genéricas de las partidas en el Pabellón y el Centro.

Noticia de torrevieja news today enmarcada por los 25 años de su gesta.
Comunicado de torrevieja news today enmarcada por los 25 primaveras de su gesta.

A Barandela le llovieron las felicitaciones y le invitaron a aventurar en la sesión vespertina en el Centro. Él quería enfrentarse de nuevo a Karpov, pero el director del colegio, don Claudio, lo frenó en seco con unas palabras que le vienen a la memoria como si la número se produjese en este momento: “Acabas de dar una patada en el bóveda celeste, no vuelvas a aventurar con Karpov”. Así lo hizo. “Creo que por la tarde me enfrenté a su preparador, no puedo asegurarlo. Le duré diez minutos. Lo que sí puedo constatar es que todo el mundo estaba muy irresoluto de mí”, precisa.

Del Texas al 3A

Aquella proeza le granjeó cierto status durante unos meses. “La nueva salió en el publicación y todos querían enfrentarse a mí aquel curso”, relata. Mientras su vida se desarrolló en Ourense, confiesa que jugó mucho al ajedrez. Y puntual ahí, una colección de imágenes de una infancia y mocedad “maravillosas” asaltan su memoria. Recuerda que jugaba a las bolas y a las chapas -sus preferidas eran las de Cinzano- en el Parque de San Lázaro. Incluso en los salones recreativos de la calle Bedoya. En la adolescencia se produjo el “descubrimiento de las chicas” y de las discotecas: Dominique, Vanessa, 3A… hasta que llegó la hora del servicio marcial y, luego, las oposiciones para enrolarse en la Municipal Auténtico. Las aprobó e ingresó dos primaveras, pero no quiso estar más. Su comunidad no entendió aquella audacia, así que puso tierra de por medio hasta Fuengirola en 1984. 

Fuengirola

El Nabuco’s de Fuengirola, restaurante de su propiedad desde 1987.
El Nabuco’s de Fuengirola, restaurante de su propiedad desde 1987.

Un amigo le había dicho que en la billete malacitana había trabajo de sobra por el turismo. En un par de semanas ya trabajaba de camarero en un restaurante. En un año aprendió el oficio y arrancó su negocio. En tres primaveras, con el aval de su comunidad, compró su propio restaurante, Nabuco’s, como le llamaban en el instituto. Nunca tuvo problemas de clientela en su casa de comidas de vigésimo mesas con terraza al mar gracias a las paellas, los pescados y los platos combinados que devoran los extranjeros de la Costa del Sol. Su marcha gremial era de diez, doce o quince horas sin días de refrigerio. Solo cerraba un par de semanas durantes las fiestas navideñas, tiempo que aprovechaba para revistar su tierra procedente, donde se quedaron sus dos hermanos y donde conserva una casa en San Cibrao. 

Pedro Barandela tiene dos hijos, Moisés y Milagros, dos nietos y unas ganas tremendas de jubilarse. “Voy a poner el restaurante a la saldo en primavera, han sido muchos primaveras de esfuerzo y sacrificio”, confiesa. De momento, no obstante, sigue al pie del cañón.

Barandela con sus nietos.
Barandela con sus nietos.

Aquel ajedrez que le regaló Karpov debe estar guardado en algún mueble, probablemente en casa de su hermana. El conmemoración de aquella partida celebrada hace 50 primaveras se diluye en el tiempo: “Se olvidan las cosas, los detalles”. Hace diez primaveras que Pedro Barandela no juega al ajedrez.

“No era consciente, lo fui con el paso de los primaveras”

Calibrar la proeza de Pedro Barandela cinco décadas luego requiere refrescar aquel contexto político de Nixon contra Brézhnev, la OTAN frente el Pacto de Varsovia y blancas contra negras. La rivalidad entre esos dos modelos contrapuestos impregnaba todos los órdenes de la vida, tanto en la Tierra como en la carrera por triunfar el espacio. El propio ajedrez se convirtió en una metáfora de la Hostilidades Fría cuando el Campeonato Mundial de 1972 enfrentó al defensor del título, el soviético Boris Spasski, con un retador caprichoso, imprevisible, magnífico y norteamericano llamado Bobby Fischer. Aquella final se celebró en contorno indiferente, la renta de Islandia, Reikiavik, entre el 11 de julio y el 1 de septiembre, y se denominó el Muestrario del Siglo. El periodista E. J. Rodríguez escribió en la revista “Jot Down” que “fue el acontecimiento deportivo más trascendente de todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI. Generó maduro atención periodística que cualquier otro evento, incluidos los juegos olímpicos o el mundial de fútbol”. “Fue seguido desde todas partes del mundo, a uno y otro flanco del telón de puñal en una globalización anticipada”, rememoró el periodista argentino Cherquis Bialo, que cubrió un acontecimiento que daría oportunidad a numerosas películas, libros, debates y conferencias que incluso inspiraron series actuales como “Gambito de dama” (Netflix).

El hecho de que un norteamericano como Bobby Fischer acabara con 24 primaveras de hegemonía soviética en el ajedrez “fue como perder la carrera espacial en el 69”, comenta el presidente del Club Xadrez, Elías González. En el telediario gachupin se informaba del transcurso de las partidas, señala, y cuando venció Fischer la popularidad por el recreo de las 64 casillas se disparó en el piedra occidental. Las tiendas de juegos se hartaron de entregar tableros -en EEUU llegaron a agotarse- y las escuelas comenzaron a divulgarlo. “Las autoridades educativas lo fomentaban mucho en los colegios, intuyo que eso se ha perdido, ahora creo que está restringido a círculos minoritarios”, apunta Barandela.

Karpov, en una visita a España en 2021 para disputar unas simultáneas.
Karpov, en una reconocimiento a España en 2021 para disputar unas simultáneas.

“Los soviéticos utilizaban el ajedrez como un armamento científica para alejar al pueblo del papanatismo religioso, era un símbolo doméstico”, añade González. “Me consta que José Luis Relova, que fue presidente de la Agrupación Provincial de Ajedrez, quiso traer a Fischer a Ourense”, añade. Pero el que caldo fue el candidato, Karpov, el hombre que restablecería el orden mundial para los soviéticos en 1975: su reinado finalizó el 9 de noviembre de 1985 al perder con Kaspárov. Aquel año, el postrero de su gloriosa división, retornaría a Ourense para otras simultáneas. “Karpov es una cartel”, describe Elías. “Al principio no era consciente de lo que significó ganarle, lo fui con los primaveras”, reconoce Barandela.

Karpov contra Kaspárov

Sus enfrentamientos con Kaspárov dieron la revés al mundo. “Eran como los Nadal-Federer, los Nieto-Agostini, o los Ronaldo-Messi”, apunta Elías González. La final de Sevilla se retransmitió en Estudio Estadio, evoca. Jugaron tres apretadísimos encuentros con gran repercusión mediática con dos victorias para Kasparov y un igualada: en Leningrado en 1986, en Sevilla en 1987 (el campeón, Kaspárov, mantenía el título en caso de igualada) y en Nueva York-Lyon en 1990. Sus duelos por el campeonato del mundo de ajedrez se dirimieron en 144 partidas y más de 500 horas frente a frente. Karpov representaba al régimen soviético y Kaspárov el aperturismo, la perestroika. Hoy siguen simbolizando dos posturas antagónicas: Karpov milita en el partido de Putin, Kaspárov es uno de sus críticos más acérrimos.

Ourense, la lugar atuendo del ajedrez

La provincia cuenta con siete clubes y 450 ajedrecistas federados -232 en el Club Xadrez Ourense-. Hay 150 ourensanos con ranking internacional y un Gran Profesor Internacional, Iván Salgado. “Somos el único equipo en una Primera División doméstico -desde hace cinco años- pegado a las chicas del fútbol sala”, señala el presidente del Club Xadrez. “La lugar atuendo del ajedrez, así nos bautizó un periodista andaluz”, afirma.

Nabucodonosor

Nabucodonosor II (642 a.C. – 7 de octubre de 562 a.C.) es el gobernador más eminente de la dinastía caldea de Babilonia. Sin confiscación, el origen del segundo nombre de Barandela nadie tiene que ver con el pasado de aquel soberano grandioso: se debe, más proporcionadamente, a la riqueza de Manolos en su comunidad.

Candela su tío a su padre y le dice: “Hola Manolo, soy Manolo”. Y el padre le contesta al tío: “¿Manolo, qué Manolo?”. Así que su padre decidió que eso no podía ser: agarró una biblia y le puso al chico el primer nombre que encontró al azar: Nabucodonosor. Pero el párroco de la iglesia de la Trinidad argumentó que no estaba en el santoral, así que su primer nombre es el de su antepasado Pedro.

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