Veo en sus caras que no se han arrepentido



Los exjefes de la bandada terrorista ETA Javier García Gaztelu, sobrenombre ‘Txapote‘, e Irantzu Gallastegi, sobrenombre ‘Amaia‘ se han sentado de nuevo en el banquillo este miércoles por el homicidio del concejal del PP, Manuel Zamarreño, en 1998. Se han incapaz a determinar en presencia de el tribunal de la Audiencia Doméstico que les juzga. Este atentado todavía provocó heridas a un escolta de la Ertzaintza. La Fiscalía pide 120 abriles de prisión para el terrorista como autor material del homicidio. La hija de Zamarreño ha acudido al sumario. Ha explicado que “lo más duro de todo el sumario” ha sido “ver esas caras y esas miradas de que no se han afligido de lo que hicieron”.

La Fiscalía relata que cuando los dos eran parte del comando Donosti recibieron la instrucción de matar a miembros del PP, para lo que se fijaron en el concejal Manuel Zamarreño. A las merienda de la mañana del 25 de junio de 1998, los terroristas accionaron el artefacto explosivo que ubicaron en un motocicleta al suceder cercano a Zamarreño y al agente de la Ertzaintza que le escoltaba.

Los mercadería de la arranque causaron la homicidio del regidor, así como diferentes heridas al agente y a otro hombre que estaba en la zona, por otra parte de daños materiales en vehículos e inmuebles. La Fiscalía todavía solicita que los acusados paguen indemnizaciones a las víctimas por más de 1.600.000 euros.

“No voy a determinar, no voy a participar, no voy a contestar“, ha dicho ‘Txapote’ en vascongado, negándose a replicar a las preguntas tanto de la Fiscalía como de las acusaciones y su propia defensa. Por su parte, ‘Amaia’ ha actuado igual y ha dicho que guardaría silencio.

El testificación del escolta

La primera sesión de la apariencia verbal ha servido para escuchar el testificación del que era escolta de Zamarreño en el momento del ataque. El agente de la Ertzaintza ha explicado que aquel día había quedado con el entonces concejal para acompañarle a una reunión del partido en San Sebastián. “Bajamos una escalera, me adelanté yo para salir por un trozo sin visibilidad y él me seguía por detrás. Me ralenticé para que me rebasara y, al ver que no me rebasaba, vi que estaba cruzando la encintado de enfrente donde estaba el kiosko donde iba a comprar el pan. Yo le seguí, le acompañé y no fue al kiosko”, ha contado.

Zamarreño “avanzó y se giró en dirección a la panadería”, ha continuado. “Le dejé que comprara el pan y le esperé en la plazoleta. Él compró el pan y, cuando salió, le dejé que me rebasara. Yo iba cuatro metros detrás de él y no avanzamos ni diez metros. Cuando llegamos al portal de esa calle es cuando se produjo la arranque“, ha detallado.

“Me faltaban trozos de musculatura en el pecho”

Durante esos primeros segundos, el escolta se quedó “ciego, inconsciente” y sufrió una “rotura de tímpanos”. Cuando se pudo reponer, se palpó y vio que “tenía lesiones por todo el cuerpo” por omisión de la metralla. “Cuando pude apoyarme en un coche me metía las manos y me faltaban trozos de musculatura en el pecho. Notaba cómo me caía la matanza por todo el cuerpo”, cuenta.

Adecuado a esto, el escolta necesitó ser “operado del ojo” y se tuvo que someter a una reconstrucción de la oreja. Esta arranque, tal y como detalla el funcionario que elaboró el primer atestado, fue provocada “con una carga de explosivo” de entre dos y tres kilos, que fue “colocado en un motocicleta”.

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