Sabía de Carlos y con él trabé amistad, a través de uno de sus grandes amigos, Gil Carlos M. Risco, y más cuando conviví hallándonos entreambos embarcados, él a tiempo pleno, en la defensa del rio Barbantiño cuando querían represarlo, juntamente con Chema y Eric y otros más como el desaparecido Xosé Paz; antaño ya se había público contrario a una factoría de celulosa que se pretendía elevar en el curso medio del río Miño. No había movimiento en pro de la tierra en la que Guitián no estuviese.
Carlos, hijo de médico por lo que de casta le viene al galgo, nació en Ourense en el año 1.927, cursó sus estudios medios aquí, los universitarios en las facultades de Medicina de Santiago y Madrid, haciendo la distintivo en Barcelona y estableciéndose en esta ciudad compaginando la regencia del servicio de Urología ya en el antiguo Hospital donde hoy la Universidade ya posteriormente en el Hospital Sta. María Nai, compaginando la audiencia pública con la privada de su consulta en la rua do Progreso.
Cuando se jubiló de la sanidad pública aun continuaría en la privada donde una vez cerrada su consulta concibió la idea de donar todo su instrumental para lo que se puso en contacto con un amigo jesuita en Argentina y allí se fue con todo su bagaje médico a Santiago del Estero, en una provincia remota de la república austral, pero viendo que no se daban las condiciones requeridas para materializar su esquema, concibió la idea de dar un brinco a Cuba donde consiguió, en muchas operaciones a titulo gratis, enseñar la técnica avanzadilla de esa operación de recesión transuretral, que había aprendido de su hábil el Dr. Cifuentes. Varios primaveras viajó al país centroamericano para negociar e implicarse en esa quehacer asistencial novedosa. Todo a título gratis y solidario como a vestidura tenía.
Ecologista convencido, Carlos Guitián, no era al margen a cualquier desfeita que se hiciera y allá estaba de los primeros para manifestarse e implicarse, como fue el caso de la hidroeléctrica en el rio Barbantiño, una presa que se intentaba elevar a escasa distancia de la celebrada Fervenza, llegando a encadenarse con otros activistas delante del entonces gobierno civil hoy Subdelegación, en el parque de San Lazaro, aunque no se lograse impedir la construcción del embalse; pero antaño, en defensa del bullicio y del rio Miño cuando se pretendía una factoría de celusosa al pie del rio en las cercanías de Barbantes; el fue de los más activos con el objetivo rematado por el algarada normal de la ciudadanía, que abortaróa el esquema. En defensa de Galicia, de su franja, de su estatuto portaría hasta pancartas con varios de sus muchos hijos. Su acendrado galleguismo le acompaña hasta la tumba con un ejemplar del volumen “Sempre en Galiza”, de Castelao, y la bandera cubriendo el féretro, como dispuesto dejaría. Un denunciador consecuente del feismo del rural donde decía, adicionalmente, que él defensor del enxebrismo siempre que no se confundiese con el desgobierno de ese gallego mal vestido y con errata de higiene, a menudo representado como el prototipo del aldeano gallego. Detestaba los estereotipos del gallego desconfiado, reticente. Iluso, soñaba con una Galicia fusionada con el Portugal del Duero para en lo alto, como en su día había concebido Afonso Henriques, el primer rey de Portugal y posiblemente con ese sueño se iría a esos confines sin fronteras a donde los desprendidos, solidarios, amantes de su país algún día se imaginaron. Admirable Carlos, aún sacudido por las adversidades, seguiste soñando en una Galiza posible hasta donde tus fuerzas de casi centenario te ayudaron. Tu mejoraste aquello por donde pasaste con tu activa y desinteresada implicación.
Destino algún día veremos las fronteras extinguidas entre esos dos países que nunca las tuvieron cerradas para ese PortugalGaliza, que, como enseña, orgulloso tú soñaste, y tus hijas Maruxa, Anxela, Iria y Ana continuarán llevando, a pesar de no contar con el soporte de Carlos y Oscar, sus dos hermanos ya idos.