un fusil AK-47, 600 kilómetros y 24 horas de terror

Varios disparos y los gritos desgarradores de su superiora despertaron abruptamente a Robin, de escasamente diez primaveras, que dormía en su habitación. La pequeña se levantó y se agachó cercano a la puerta para ver qué ocurría. Entonces, un imberbe armado con un fusil se dirigió a su dormitorio. Robin volvió a la cama y se cubrió la individuo con mantas; el tirador apretó el detonador y la pupila emitió un berrido y cayó al suelo.

Acto seguido, el maligno entró en la última habitación asesinando al hermano veterano. Horas más tarde, la pequeña, que había fingido su asesinato, llamaba a emergencias para pedir ayuda. La suerte quiso que el disparo saliese desviado y alcanzase a una almohada. Gracias a aquella emplazamiento las autoridades descubrieron que un peligroso maligno itinerante andaba suelto. Se llamaba Levi King.

Infancia entre armas

Nacido el 4 de septiembre de 1982 en Arkansas, nuestro protagonista vivió en una clan numerosa cuyos padres se divorciaron cuando él tenía tan solo cinco primaveras. Aquello marcaría su destino y su personalidad para siempre, porque el padre de Levi, Scott, lo llevó de la mano al mismísimo averno. No solo por persistir su hogar en condiciones de suciedad e insalubridad más absolutas, sino por iniciarlo desde muy pequeño en el consumo de licor y estupefacientes.

A los doce primaveras, Levi era ya alcohólico, a los trece consumía pastillas y metanfetaminas, y a los quince se enganchó a la hierba y la heroína. Una época en la que ya evidenció comportamientos un tanto perturbadores. Como, por ejemplo, prender fuego a la habitación de su hermana porque se había enfadado con ella.

A esto se sumaba su fascinación por las armas, además heredada del padre. Entreambos estaban obsesionados con ellas y tenían todo tipo de pistolas, espadas, cuchillos y hachas en casa. Con este historial sobre la mesa, Levi decidió darse los estudios, aunque a los diecisiete primaveras tuvo que ser internado en una institución mental oportuno a sus brotes psicóticos.

A partir de aquí, la cosa no hizo más que empeorar: uno de sus hermanos murió al dispararse accidentalmente un armamento de su padre y, a los vigésimo, le diagnosticaron trastorno bipolar. Ese mismo año, Levi fue notorio culpable de incendio provocado y robo tras asaltar la casa de un vecino y prenderle fuego. Por ello fue condenado a 14 primaveras de prisión.

Tras obtener la emancipación condicional diecisiete meses posteriormente, lo enviaron a conducirse a un centro de rehabilitación, del que escapó el 23 de septiembre de 2005, pero nadie lo denunció. Aquí Levi decidió pedir ayuda a su superiora, con quien estuvo cinco días, pero esta terminó por llevarlo de dorso con su padre a Pineville (Missouri). La convivencia con él le resultaba inútil. Tenía 23 primaveras. Sin retención, la cosa no fue a mejor con Scott.

Entreambos se enzarzaron en una resistente discusión y, el 29 de septiembre, el padre acercó a su hijo a la parada de autobús bajo la promesa de que tenía que regresar al centro de rehabilitación. Eran las siete de la mañana. En la vida la cumplió.

En vez de eso, esperó a que Scott llevase a sus hermanos pequeños al colegio, entró en la habitación del padre y se llevó varias armas. Entre ellas, un rifle de 9 mm con mira telescópica y un fusil de asalto AK-47, y mucha munición.

24 horas de matanza

Sin un plan establecido, aunque armado hasta los dientes y dispuesto a todo, Levi emprendió una cruel e inexplicable matanza que duraría veinticuatro horas. El imberbe caminó alrededor de el bosque y observó a lo allí la casa de unos vecinos, que en ese momento se marchaban. Eran Orlie McCool, de 70 primaveras, y su nuera Dawn, de 47 primaveras. Salían a hacer la transacción.

El muchacho decidió irrumpir en el domicilio para robar, pero, a los pocos minutos escuchó que regresaban y se escondió en un armario. En cuanto el anciano se aproximó, le disparó en la sien y, acto seguido, hizo lo mismo con la mujer. Cuando comprobó que estaban muertos, cogió las llaves de la camioneta de Orlie y huyó.

Durante más de trece horas, Levi condujo sin dirección desde Anderson hasta el pequeño pueblo de Pampa, en la península de Texas. Allí vio una estancia al final de un camino rural y decidió continuar la matanza. Era la casa de la clan Conrad. Tras forzar la puerta trasera, el imberbe se dirigió a la habitación principal. Allí disparó al bodorrio hasta en ocho ocasiones.

Luego recorrió el pasillo e hizo lo mismo en los dormitorios de los niños, Robin y Zach, a quienes disparó varias veces. Una vez terminada la exterminamiento, Levi abrió la congelador, pilló poco de engullir y huyó en la camioneta de Orlie. Su nuevo destino: El Paso hasta Ciudad Juárez, México.

Mientras tanto, Robin, la hija pequeña de los Conrad, permaneció hasta las siete de la mañana tirada en el suelo. Estaba viva. La bala en sinceridad había tocado la almohada, pero ella se hizo la muerta logrando engañar al tirador. Con el alba emergiendo en el horizonte, la pequeña llamó a emergencias y contó lo ocurrido.

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Mónica G. Álvarez

“Tengo miedo . . . Espero que mi mamá no esté muerta. Quiero a mi mami. Quiero a mi mamá”, relató Robin al final de aquella estremecedora emplazamiento al 911. A los pocos minutos, varias patrullas de policía llegaron hasta la estancia y observaron la terrorífica carnicería. Precintaron la casa y recogieron todas las pruebas posibles, incluidos quince casquillos de bala.

Por otro flanco, a cientos de kilómetros de allí, otra clan lloraba la asesinato de otras dos personas: los habían acribillado a balazos. Pero, en ese momento, las autoridades todavía no habían vinculado estas masacres al ser diferentes estados. Gracias a un vecino de Orlie McCool, que testificó ocurrir trillado a un imberbe muy parecido a un residente regional, Scott King, pudieron descubrir que se trataba del padre del tirador.

La oficina del Sheriff comprobó que a Scott le faltaban armas y munición de su casa y que su hijo además estaba desaparecido. Blanco y en botella. Por otra parte, al comprobar los historial del muchacho se percataron de su historial violento. Entonces, emitieron una orden de búsqueda y captura contra él.

La confesión

Lo que las autoridades no podían imaginar es que, el 30 de septiembre, menos de 36 horas posteriormente de iniciar la investigación, Levi trataría de regresar a los Estados Unidos. Se desconoce el motivo. El imberbe, al volante del coche de Orlie, trató de cruzar el paso fronterizo cuando la policía le dio el stop: Levi estaba visiblemente nervioso e inquieto. 

Tras registrar el coche y descubrir varias armas, averiguaron lo venidero: el automóvil estaba registrado a nombre de otra persona y sus huellas dactilares habían saltado en el sistema. Se trataba de un fugitivo.

El 6 de octubre, Levi declaró frente a los detectives del Sheriff del condado de McDonald, en Missouri, para replicar por las muertes de Orlie y Dawn. El imberbe les contó lo ocurrido y fue enviado a prisión. Pero no mencionó la exterminamiento de Texas. Quince días posteriormente, Levi finalmente confesó estas últimas muertes tras contárselo a un compañero de celda.

El 18 de abril de 2008, el Tribunal del Condado de Pulaski inició el sumario contra Levi King por los asesinatos de Orlie y Dawn. Cuando el dibujado subió al estrado se declaró culpable y dijo: “No le voy a echar la tropiezo a ausencia, yo lo hice, soy culpable, soy responsable”. Fue condenado a dos cadenas perpetuas sin posibilidad de emancipación condicional.

Ocho meses más tarde, el maligno se enfrentó a un nuevo sumario. Esta vez por las muertes de la clan Conrad. Durante la traza celebrada en el tribunal del condado de Lubbock, en Texas, el afirmación de la única superviviente, la pequeña Robin, encogió el corazón de los presentes.

La pupila explicó pormenorizadamente los hechos y cómo se libró de la asesinato, pero además dio una aviso de vida perdonando al maligno de sus padres y de su hermano aquel día. El maligno fue incapaz de mirar a la adolescente y permaneció con la individuo gacha todo ese tiempo.

“No sé por qué dije lo que dije. Tal vez sólo quería que él supiera que no iba a dejar que él arruinara mi vida, que no iba a dejar que me quitara lo mejor de mí”, aseguró Robin primaveras más tarde. “Quería que supiera que mi vida seguiría siendo buena, sin importar las cosas horribles que nos hubiera hecho a mí y a mi clan”, explicó.

El 6 de octubre de 2009, Levi King recibió tres cadenas perpetuas sin posibilidad de emancipación condicional. Un voto discrepante del comité impidió que fuese condenado a la pena hacienda. Tras la condena, Robin rehízo su vida como pudo, aunque todavía tiene que deliberar con pesadillas, con los gritos de su superiora, con el miedo… Y con una tropiezo cayendo como una placa sobre su espalda: “¿Debería ocurrir ido a despertar a Zach?”.

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