Las nueve olas de la fertilidad de A Lanzada


Miles de historias, fábulas y leyendas se han transmitido de boca en boca durante generaciones hasta tejer la profunda tradición milenaria de Galicia. A Lanzada, que se extiende entre O Grove y Sanxenxo, no es sólo una de las playas más emblemáticas y visitadas de la costa atlántica europea, sino también uno de los símbolos de magia y espiritualidad que acompañan los fundamentos de las crónicas gallegas.

Los restos arqueológicos revelan que el extremo sur de la Comarca del Salnés Estuvo poblada antes de la llegada de los romanos.. Su conexión con el mar convirtió A Lanzada en destino de colonias del sur peninsular que buscaban nuevos recursos. Las excavaciones realizadas en los últimos años han confirmado indicios de poblamiento que se remontan a la Edad del Hierro, así como evidencias de actividad minera, conservera, residencial y religiosa. Quizás también fuera esta la época en la que los habitantes de la comarca ya celebraban una de las liturgias más antiguas que han sobrevivido al paso del tiempo para nutrir las fiestas patronales del verano gallego: el rito de la fertilidad de las nueve olas.

Cuenta la leyenda que las mujeres que quieren concebir un hijo tienen que recostarse en la llamada ‘cuna de la Virgen’, una piedra con forma de brizo en la que, según cuentan, apareció la figura de la virgen tras ser robada. Después de compartir sus oraciones y rezos, las mujeres descienden por un sendero desde el acantilado que bordea la ermita hasta una pequeña playa con forma de panza en el litoral de Noalla. Allí, a medianoche del día de San Juan o del último sábado de agosto, esperar la llegada de nueve olas que se cubran el abdomen y que respondan a su petición para poder tener un hijo.

Investigadores y expertos no se ponen de acuerdo sobre el origen de este rito, debido a la ausencia de testimonios escritos hasta principios del siglo XX. La mayoría coincide en que puede tratarse de una ceremonia pagana que se adaptó al cristianismo. Sobre este punto existen diversas interpretaciones, desde las que apuntan a antiguos cultos en honor a la figura de la diosa Venus, hasta otras que mencionan el asentamiento celta en el territorio. Marco Virgilio García, catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Santiago, detecta la existencia de “distintas versiones” del ritual que aparecen “en buena parte de los territorios con tradición celta«. A esto se suma el valor simbólico del número nueve, que tiene paralelos »en muchas culturas« debido a su »relación etimológica« con el término ‘nuevo’. Por otro lado, el profesor destaca que la »transmisión en el tiempo« puede dar lugar a diferencias en función de las características y tradiciones locales del lugar donde se celebra. En cualquier caso, García constata la »gran antigüedad« del ritual por su presencia en lugares tan diferentes, aunque admite que no es posible precisar su origen en el tiempo.

La ceremonia sostiene que aquellas mujeres que la realicen podrán tener un hijo. Es imposible concretar los resultados de esta afirmación, pero lo cierto es que el rito de la fertilidad en A Lanzada despierta un gran interés y acoge cada año a decenas de mujeres de distintos puntos de España. «Principalmente podemos encontrar mujeres de 25 o 30 años a mujeres entre 40 y 45 años«, explica a este medio Ernesto, tesorero de la Comisión de Fiestas de Nuestra Señora de A Lanzada.

volver a la playa

Ernesto recuerda varios casos en los que el ritual de fertilidad les dio a sus padres la posesión que tanto anhelaban. «Hace dos años vino una pareja. Nos dijeron que durante muchos años intentaron dejarla embarazada. Como no pudieron, adoptaron una niña. Vinieron a A Lanzada, hicieron el ritual y al año siguiente volvieron para ‘presentar’ el niño a la Virgen». En otra ocasión fue “una familia de las Islas Canarias” la que tuvo gemelos después de hacer la ceremonia. “Durante muchos años venían a las fiestas a traer a las niñas, que habían nacido del rito y de la fe”, cuenta Ernesto, quien añade que es habitual que las parejas regresen a A Lanzada en forma de agradecimiento.

De hecho, el propio Ernesto reconoce que él mismo celebró la mística de la ceremonia. “De allí vino mi hijo de 15 años. Mi esposa y yo llevábamos tres años intentándolo por todos los medios y no había manera. Ya tuve una hija de una relación anterior. Se hicieron todas las pruebas y nos dijeron que todo estaba correcto, pero no había manera. Hizo el ritual en agosto y quedó embarazada en noviembre”.

En la última edición, celebrada el pasado fin de semana, el comité de fiestas colocó en la playa tres focos dirigidos al público para salvaguardar la intimidad de las mujeres que se adentraban en el mar. Ellos, a su vez, esperan también ese nacimiento, diferente, de la fe, que les permita realizar su deseo de traer al mundo una nueva criatura.

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