La montaa rusa de Puigdemont: del circo a la irrelevancia, de la extrema derecha a un gobierno progresista en sus manos


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La primera vida belga de Carles Puigdemont comenzó el 31 de octubre de 2017 en un pequeño local de Bruselas mal equipado para una rueda de prensa multitudinaria. La segunda, cuando estaba casi olvidado, acorralado y más cerca que nunca de la extradición, comenzó este martes, 2.134 días después, de la misma manera: en otra sala llena de periodistas nacionales e internacionales, que apenas pueden creer lo que dicen. está sucediendo. Entonces era un líder regional, muy conocido tras el caos del 1 de octubre, escapando de la Justicia en el maletero de un coche de un país de la UE a otro. Ahora es eurodiputado, que tras casi seis años de baja y haber rozado la irrelevancia se ha levantado con más fuerza que nunca y tiene en sus manos el futuro del Gobierno de España.

El tramo europeo del primero Presidente y su ex asesor Toni común (el otro eurodiputado, Clara Ponsatllegó más tarde; Luis Puig no se presentó a más elecciones y Meritxell Serret regresó a España en 2021) ha sido una montaña rusa, de emociones, de actualidad y relevancia, de política y de medios de comunicación. Los primeros meses de ella fueron un circo. Así es como el Boletin informativo diario que envía Político y eso es con lo que se despiertan cada mañana decenas de miles de políticos, diplomáticos y funcionarios.

Era un circo, pero con muchos espectadores. Él Espectáculo Llamó la atención de los medios de comunicación y de la estupefacta opinión pública del continente. Y durante un tiempo dio un gran escaparate al independentismo y su causa, porque en Bruselas no se hablaba de otra cosa. Pero al mismo tiempo se produjeron dos fenómenos. Los fugitivos llegaron con una causa tóxica a Bruselas, el nacionalismo, y con compañeros de viaje poco recomendables. Los únicos que simpatizaron abiertamente fueron personajes como Nigel Farageel holandés Geert Wildersel legado de Mateo Salvini. A excepción de otros partidarios de la independencia, algunos diputados nórdicos de extrema derecha y partidos euroescépticos y eurófobos, nadie se puso de su lado en los primeros pasos. En aquel acto inaugural sólo participó el líder de la extrema derecha xenófoba flamenca, tom van grieken.

OPINIÓN

Además, la capital comunitaria ofrece un escaparate único, por la cantidad de corresponsales e instituciones, pero al mismo tiempo la competencia es feroz, ya que hay cientos de causas, desde verdaderos exiliados y perseguidos hasta víctimas de genocidio, que Ellos pelean Para esa atención el independentismo tampoco dio con el tono. Frustrados porque se les cerraron las puertas de todas las instituciones (y así permanecieron durante años), arremetieron contra el presidente de la Comisión, Jean-Claude Junckero su vicepresidente Frans Timmermanns cuando subrayaron que España era un Estado de derecho y que había que respetar las leyes y la Constitución. Trajeron a decenas de miles de personas para manifestarse, pero tocaron las teclas equivocadas.

Sin embargo, tres elementos cambiaron temporalmente la balanza. El primero, la mala gestión del Gobierno español, incapaz de explicar lo que estaba pasando, sin medios ni portavoces cualificados. Se concentraron en obtener el apoyo de los gobiernos y las instituciones europeas, algo que, salvo algunos obstáculos, nunca estuvo realmente en duda, y consideraron que la opinión pública era irrelevante. Un error catastrófico. Y cuando quisieron reaccionar, lo hicieron aún peor, burlándose de los periodistas con arrogancia, arrogancia y agresividad. Las cicatrices aún son visibles.

El segundo factor fue el judicial. Que los tribunales de Bélgica primero, Alemania o Suiza negaran repetidamente la entrega de los fugitivos fue un revés terrible. La opinión internacional y muchos gobiernos y eurofuncionarios empezaron a pensar que algo más estaba pasando cuando un tribunal tras otro se destacaba o ponía obstáculos.

El tercer factor, el decisivo, fue el paso de Puigdemont y Comn, y luego de Ponsat, de fugitivos y reclamados a eurodiputados. La batalla política, jurídica e institucional de los últimos cinco años ha salpicado a todos, y especialmente al Parlamento Europeo, una y otra vez. Poner el tema nuevamente en las portadas cada pocos meses. No hay precedentes de algo así. Sé de reclamaciones, de tramitación de solicitudes de levantamiento de inmunidad, pero nada parecido a lo que se ha visto con Puigdemont, por los métodos, la repercusión, las peleas internas en España, la ferocidad y, sobre todo, los constantes cambios de postura. y opinión, dependiendo de si era interesante ser contundente en vísperas de las elecciones o más conciliador cuando el apoyo al nacionalismo se hacía esencial para la supervivencia. Esta falta de coherencia, como la de que la oposición dijera al mismo tiempo que España era un Estado de Derecho y que no lo era, para atacar a Pedro Sánchez, creó graves fisuras.

El movimiento independentista catalán se ha convertido en un fenómeno recurrente y endémico, pero que parecía destinado a una desaparición gradual. Su importancia a nivel parlamentario o europeo es nula y ni siquiera lograron ser aceptados en algún grupo político. Su actividad parlamentaria, en términos estrictamente comunitarios, no tiene relevancia. Sólo han actuado y hecho ruido en temas propios, salvo quizás el caso del espionaje. Pegaso. La imagen de España, poco colaboradora en la comisión de investigación, dejó en Bruselas la impresión de que efectivamente los líderes independentistas habían sido espiados ilegalmente y de que nadie dio nunca explicaciones convincentes.

En los últimos meses, el fenómeno Puigdemont fue mínimo. Apenas convocó y cuando lo hizo sólo acudieron fieles y medios de comunicación catalanes. No tuvo pegada, interviene. No hubo portadas, ni entrevistas, casi ni siquiera en la prensa belga, siempre solidaria con el caso flamenco. Se aburría e incluso irritaba. Era parte del paisaje, para bien o para mal. Todos en las instituciones sabían de su existencia, pero la mayoría ya le había perdido la pista. Hasta ahora, que ha vuelto a resucitar. A Europa le fascina el hecho de que un fugitivo tenga las llaves del gobierno. Debido a que la vicepresidenta segunda de un Gobierno que juró llevar a Puigdemont a juicio, le visita en Bruselas para negociar. Todos alucinan con la posibilidad de que logre una amnistía para sentarse a negociar y están deseando ver el desenlace de una farsa que nunca han entendido muy bien y que tampoco se tomaron muy en serio.

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