Sacamos la fuerza del corazón, todo con tal de ayudar a los migrantes



En la pequeña isla de El Hierro pasaron de percibir uno o dos cayucos alguna vez a tener que atender hasta nueve embarcaciones en un solo día. Es la isla más meridional y la más alejada del continente africano mirando desde Marruecos, pero en camino recta desde Mauritania en torno a el septentrión, es el primer punto que encuentra.

Desde que la ruta migratoria cambió su rumbo a mediados del año pasado, comenzaron a venir embarcaciones a la isla. A todos les pilló por sorpresa y ha sido gracias al trabajo incansable de los voluntarios que han podido atenderles de modo digna. Cruz Roja a su presentación en el estación con las primeras atenciones médicas y posteriormente organizaciones como Protección Civil que prestan apoyo en el CATE de la isla, el Centro de Atención Temporal donde los migrantes pasan entre 24 y 72 horas hasta que son trasladados a otra isla. Ahí es donde la policía les hace la datos personales y donde Francis y su equipo trabajan casi 24 horas al día.

“Nuestro trabajo consiste un poco de todo, desde ayudar a la policía cuando hay muchas llegadas en poco tiempo, hasta colaborar con los sanitarios. En ocasiones nos hemos gastado atendiendo a heridos con un médico al teléfono porque no damos abasto”.

Pero por otra parte de lo considerado “urgente” para Francis el trabajo más gratificante es escucharles, conocer sus historias y permitir que se desahoguen y encuentren un apoyo ético tras un alucinación tan duro.

En estos últimos meses de presión migratoria en la isla han vivido momentos muy duros. Francis recuerda una patera que llegó de aurora con solo 13 personas, “venían en tan mal estado que cuando los vimos desmontar de la patera nos quedamos sin palabras. Se hizo un silencio que recordaré toda mi vida”, confiesa con angustia.

“Cuando se acercan a tierra llegan eufóricos porque saben que ya están salvados, pero cuando descenso la adrenalina empiezan los problemas”. Uno de los más comunes es el conocido como “pie de patera”, es un un cuadro clínico desarrollado a partir de heridas en los pies que se infectan por estar en contacto con aguas fecales estancadas en el fondo de estas embarcaciones. Les impide caminar y alguno ha llegado a fenecer en tierra a causa de las heridas provocadas.

Francis tiene su trabajo y su comunidad pero desde hace unos abriles, la ayuda a los migrantes forma todavía parte de su vida porque asegura que “no podemos mirar a otro banda cuando la verdad nos pone frente estas personas que vienen en una situación tan precaria”.

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