El silencio era impresionante, parecíamos zombies



Aquel 11 de marzo de 2004 Francisco Arboleda cogió el tren de Cercanías en Alcalá de Henares para ir a trabajar a Madrid.Lo hacía a diario. Y por costumbre, siempre elegía el mismo coche, el mismo asiento. A la pico de la calle Téllez notó que el tren se detenía. De pronto escuchó un llamada seco: “Y entonces hizo una parada el tren. Escuché dos o tres explosiones. Y cuando me di cuenta estaba en el suelo, no había ni puerta ni ventana”.

Cuando abrió los luceros sólo veía un enorme boquete en el coche. Y sin pensar mucho saltó a las vías. Aún aturdido por la onda expansiva nos cuenta que incluso volvió al coche a por las quevedos, sin ser consciente de lo que acababa de ocurrir. “Pensé que era un contratiempo, que se había aparecido la catenaria, pero al salir ya vi varios boquetes en los vagones delanteros igualmente”.

“Parecía una lucha”

“Parecía una lucha eso. Era espantoso, había un silencio sepulcral. Nadie hablaba, nos mirábamos, parecíamos como zombis. El silencio fue impresionante” repite, “pero lo que nunca olvidaré es ese olor a carne quemada”.

Al mirar a su en torno a vio a decenas de heridos tendidos en las vías.Y sin pensarlo dos veces contiguo a otros pasajeros que, como él, podían caminar, se lanzó a sacar a parentela de los vagones y atender a los heridos hasta que llegó la Policía Municipal y los equipos de emergencias. “Usamos las puertas del tren como camillas, trasladábamos a los heridos hasta el pabellón de la calle Téllez, donde se había instalado un hospital de campaña”, asegura.

“No paraban de sonar móviles”

“Lo más duro, recuerda, es que de esas mochilas, de esos bolsos desparramados en el tren no paraban de sonar los móviles. Incluso memoria a los vecinos de esa calle, cómo desde las ventanas tiraban toallas, agua, mantas, para ayudar a los heridos”.

Francisco tuvo suerte. Fue trasladado al Hospital Gregorio Marañón pero sólo tenía daños auditivos leves.

Francisco se unió a la Asociación 11 M Afectados por el Terrorismo, “una tabla de salvación para muchas víctimas”. De pronto hace dos abriles han aparecido nuevas secuelas físicas “un pitido constante que tengo en los oídos las 24 horas, constantemente. El médico me ha dicho que puede ser a consecuencia de los atentados”. Las heridas psicológicas, dice, “esas no se cierran”. “Yo solo quiero que esto no se olvide y sobre todo que no se olvide a las víctimas”

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