La estructura estaba compuesta por diferentes escalones. En el primero de ellos se encontraban los dos cabecillas de la facción que, según las autoridades policiales, uno operaba desde Madrid y el otro, desde fuera. Por debajo de ellos estaban los carteristas, que se hacían con los documentos de identidad y captaban a personas toxicómanas con perfiles físicos similares a los titulares de la documentación. Luego estaban estos que, a cambio de fortuna o estupefacientes, funcionaban como usurpadores. Las maquillaban y disfrazaban y las llevaban a entidades bancarias para que pidieran créditos. En el posterior escalón blanqueaban las ganancias, convirtiendo todo el fortuna en legítimo. Así operaban, logrando hacer estafas masivas.
Enterrados en parques públicos, la Policía ha opuesto el alijo de las tarjetas robadas. Los agentes han destacado el valía de esas tarjetas bancarias, que variaba según el espacio donde habían sido sustraídas, ya que suponían que podían disponer de longevo solvencia en zonas acomodadas de Madrid.
Incluso han informado de que los estafadores valoraban más las documentaciones de mujeres porque la caracterización era mas comprensible. Encima, eran mejor pagadas las documentaciones de mujeres ya que era más comprensible agenciárselas usurpadoras y caracterizarlas para encontrar un parecido con las víctimas.
Así llegaron a estafar casi tres millones de euros. La Policía Doméstico ha detenido a 53 miembros de la facción y seis de ellos, los principales responsables, ya se encuentran en prisión. Se les acusa de los delitos de, usurpación, hurto, estafa y pertenencia a estructura criminal.
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