“No nos sentíamos cómodos con lo que estaba pasando con la ruta, se estaba convirtiendo en un botellón y perdiendo su esencia corriente y patrimonial”. Así lo explicó Elena Álvarez García, presidenta de la asociación As Covas de Seadur y dueña de la primera cova del trayecto. “Desde muy pequeña mi viejo me cogía y nos llevaba a todos los nietos a comer una hojalata de mejillones a la cova, la gentío charlaba, se contaban cosas, te ibas a la bodega del vecino. El camiño das covas era donde todo el mundo se encontraba”.
Nueva orientación
La nueva orientación de la celebración de este evento fue documento en la gran décimo de familiares de los propios dueños de las covas, destacando la implicación de los más jóvenes. “Hemos metido a nuestros hijos en esta aventura. En mi bodega participan mi hija con sus seis amigas, en la bodega de un vecino han venido sus sobrinos; al final hay que cuidar que esto tenga un futuro y no se pierda y son nuestros hijos los que lo aseguran”, explicó Elena.
Tal y como relató la presidenta de la asociación, el camino hasta conservarse al entendimiento entre sus miembros, “no fue practicable”, pero poco a poco “hemos antitético esa unión para hacer este camino juntos”. Así fue cómo se dieron cuenta de que el derrotero que estaba tomando la ruta no era el acertado y así todavía fue como han llegado a comprar entre todos una cova que “vamos a restaurar y a ceder como patrimonio al pueblo, porque no queremos que se pierda la tradición”.
Elena es una enamorada de su pueblo nativo. En la contemporaneidad no reside en él, pero está convencida de su gran potencial y belleza. “No somos conscientes de lo que tenemos porque lo hemos tenido siempre; abrimos las puertas de nuestro patrimonio”, aseguró. Está convencida de que el evento anual potencia la zona, “porque viene mucha gentío y muchos negocios de la comarca participan”.